LA DAMA DE LAS CENIZAS
"En el campo yermo de las lizas me siento obnubilada y perdida, contemplando los restos de mi corazón sangrante, hecho trizas.
Soy la dama de las cenizas. Tu cuerpo y tu alma se han evaporado, convertidos en ascuas.
Ahora mi llanto es mi único consuelo, una canción de despedida que entona esta viuda solitaria y herida, soterrada en vida, consumida y desvaída, como un reflejo, como un resplandor bermejo, que emula la sangre vertida en el campo de las lizas, donde ahora contemplo tus restos, tus cenizas.
Me dejaste un recuerdo oprobioso y malsano, como un viento huracanado que empujara contra los cimientos resquebrajados de mi temperamento ahogado, sofocado por la dilatada sombra de tu legado.
Mi corazón hecho trizas aún recuerda el sonido de látigo furibundo de tus palizas, que en mi memoria son estigmas indelebles, fosforescentes balizas que acuden a mi encuentro cuando cierro los ojos y me creo a salvo de tus desmanes, que dejaron mi alma y mi cuerpo convertidos en despojos.
Esta soledad debe llamarse felicidad, pues no tengo miedo.
Mi voz, un susurro quedo, ya no te llama, no pronuncia tu nombre, ni con asco ni con pavor, las cenizas se han llevado tu odio, tu rencor, y también mi pavor.
Contemplo tus cenizas y olvido las palizas, sentada en el suelo de mi alcoba, ya no soy cordero, sino una loba, que defendió su vida con garras afiladas para no volver a temblar con el advenimiento de las solitarias madrugadas.
Contemplo tu silla, como una sirena acostada junto a la orilla de una playa malaya, y creo escuchar tus exabruptos, tus gañidos de fiera enjaulada, buscando a su presa languidecida y acorralada.
Ya no acudiré a tu encuentro ni volverás a prometerme estrellas lejanas, pues ahora las cotas de dicha que persigo son para mí amigas rayanas; para ti propósitos inalcanzables, distantes veredictos irrevocables que convierten mis palabras de desprecio en afilados sables, en caminos de funambulista, con sus trampas y sus cables, donde te observo caer al vacío inmisericorde e impío.
Se acabaron tus argucias de hediondas aguas sucias, terminaron tus desprecios y abusos, que convertían mi mirada asustada en espejos opacos u obtusos.
Ya no tengo miedo de avanzar ni caminar sin tu presencia, que antes me apremiaba al encomio, a la reverencia.
Ahora festejo de buen grado tu ausencia, celebro sin ambages mi independencia, abdico del horror a tu omnipotencia, a tu omnipresencia, que dejaban siempre en mí huella de amarga esencia.
Soy fiel a mi destino, que se escribe con tino, con escritura de trazado fino, sin mirar atrás, donde quedan tus ascuas, tus cenizas de desprecio que aborrezco, que no merezco.
Siempre fui tu sombra, un felpudo mancillado, una mera antigualla decorativa, hollada como una alfombra ajada y deplorada.
Camino hacia campos de azucenas sin importarme la distancia, embriagándome con su fragancia exquisita, que me abraza y me despoja de dolores lacerantes que mi piel irritan, que me convierte en pétalos de una flor marchita.
Soy la dama de las cenizas, en mi alcoba contemplo tu silla vacía y tus cenizas, que me recuerdan que terminaron tus palizas en el campo de las lizas.
Comentarios
Pasaré a leerlo de nuevo... para empaparme más con tus letras... pues a ti hay que leerte despacito, sintiendo cada párrafo sin dejar que se escape nada...
Muchas gracias por tu amable comentario. Es cierto que mi narrativa tiene mucho de profundo, intrincado, barroco y ornamental. Gracias por tomarte el tiempo e interés de indagar más en la textura del texto, valga la redundancia.
!!!!!!!!Saludos!!!!!1