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Falta un mes en el calendario

unnadaunnada Pedro Abad s.XII
editado octubre 2014 en Narrativa
Ella se río por doceava vez…

Conté el chiste por onceava vez…

Tendida sobre su cama, era la primera vez en veintiún años, sabia de su enfermedad pero no le di importancia, ella me miro y formulo veinte preguntas. Exhausto, con sudor en la frente, sin tema de conversación, conté un chiste.
Otra vez la mire por largo tiempo, el reloj marcaba las diecinueve horas, formulo de nuevo las preguntas, ahora le faltaron dos. Conté antes de mi partida otro chiste, creo que igual de malo que el primero, pero esta vez ella rió.
Pensativo antes de volver a entrar, le volví a contar el mismo chiste y gracias a su enfermedad se rio… ilusa. Antes de salir le pregunte si eran todas las preguntas, me pareció que le faltaron tres de la primera encuesta, salí.

Me adelante, madrugue y escribí sus dudas, pero le quite cuatro, llegando a su aposento se las recite. Respondió con el chiste que yo le conté, por lógica me reí, no por el chiste fue por la ironía.
Las quince horas marcaba el reloj, y al final de las cuestiones le conté de nuevo el chiste, así pasaron dos semanas, ya no tenía que esforzarme por hacerla reír, el chiste lo hacía solo.
Me compre un reloj digital, no me gustaba su forma de marcar la una de la tarde.
Volví a observarla, por aquella calle de la que no recuerdo el nombre, no le hable porque aún no daba la hora exacta. Faltaban diez horas para hacerla sonreír, camine a mi casa pero olvide la dirección, cada recuerdo estaba invadido por ella.

Eran las nueve horas, me desespere así que espere sentado enfrente de su cerrojo, distrayéndome viendo pasar las horas en mi reloj digital. Ya solo faltaba una hora para meterme a su aposento, pero se me había olvidado el chiste que siempre le hacía reír, un recuerdo de dirección, paso rápido en mis recuerdo, pero el de ella lo aplasto.

Fui rápido a mi casa, antes de olvidarme de la dirección. No encontraba la hoja con el chiste, quede dormido, desperté a las siete horas de haberme dormido, llore porque falte, no le pude contar el chiste ahora tenía que esperar. Recuerdo que ahora solo faltaban seis horas para volver a observar su hermosa alegría.
Pasaron cinco horas, olvide donde vivía, solo recordaba que se situaba en un aposento con número cuatro, otra vez la perdí.
Tres días sin saber de ella, gracias a mi farsante memoria, deprimido, melancólico, lóbrego, marchito la vi marchitarse, dos siglos sufriendo por ti. Mi vida llegaba a su fin, perdí el reloj digital, olvide donde se hallaba, solo recordaba su sonrisa y lo ingenua que fue, al reírse del mismo chiste, ¿Quién sabe cuántas veces se río?

Faltaba un día en el calendario, abandoné mi cuerpo y volví a recordarla, hermosa como siempre, bella como la melancólica noche, abandonada pero omnipresente en algunas memorias, por qué tenías que haber nacido aquel día faltante en el calendario, aquel día llamado Alzheimer, y la volví a hacerla reír por veinticuatroava vez, por veintitresava vez, se río por veintidosava vez.

Sepultado con ella, sentí arriba, como caía el reloj digital, las flores marchitas, unas fotos destruidas, mis hojas sin direcciones, los cerrojos sin llaves, la cama sin colchón, el mismo chiste faltante ya de gracia, una enfermedad sin cura, horas sin minutos, días sin noche donde el alba no se presenta, recuerdos inexistentes.

Los recuerdos se iteran, la historia se itera, no existe recuerdo que no desaparezcan, los días se repiten.

Y ella se ríe por doceava vez…





Esta mal redactado, falta corregir la ortografía, pero cualquier critica es bienvenida, lo corregiré y lo volver a publicar, gracias por leer.

Comentarios

  • paraclixisparaclixis Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado octubre 2014
    Hola unnada. Para empezar, te diré que el contenido del texto es sobrecogedor, cargado de sensibilidad. Trata el personaje de la narración hasta con cierta resignación algo inexorable.

    En cuanto a la redacción; sí, te faltan muchas tildes: "falté, lloré, formuló, etc." Luego, las palabras "veintitresavo", "veinticuatroavo"... no están contempladas en el diccionario de la RAE, si bien no sé si forman parte de algún modismo. Más bien se habría de decir "vigésimo cuarto", "veinticuatreno". Onceavo y doceavo, sí tengo entendido que son equivalentes a undécimo y duodécimo respectivamente...

    Por ahora, señalaré algo más: "por lógica no me reí, fue por ironía". Tal vez no esté mal esa frase, pero yo cambiaría por "sino que lo hice o sino que fue por ironía". Si bien esto es sugerencia puramente personal.

    Un saludo.
  • unnadaunnada Pedro Abad s.XII
    editado octubre 2014
    De verdad gracias, voy a trabajar más en mi texto. El texto surge a partir de un chiste y la enfermedad Alzheimer, traté de que la historia se volviera un ciclo y que al principio diera la impresión de que es un amor, pero cambiara a una enfermedad. Trataré de corregirlo, si es que puedo, de verdad gracias.
  • FrancescaFrancesca Fernando de Rojas s.XV
    editado octubre 2014
    El texto me ha gustado, Unnada. Leeré lo que escribas con interés.


    En cuanto a la apreciación de Paraclixis, creo que no se admiten ni "onceavo", ni "doceavo", para substituir a "undécimo" o "duodécimo". Si la RAE lo admite, no tengo noticias de ello y e investigado por la red, sin encontrar referencias fiables a esa aceptación. Corrígeme si estoy en un error, Paraclixis.


    El sufijo -avo (- ava) son partitivos, por etimología y por carácter matemático: 1/ 11 es un onceavo, una fracción por lo tanto. Sin embargo, undécimo o décimo primero, es un determinante numeral ordinal. Estas diferencia se debe a nuestra herencia latina.
    Sé que se discute entre si hemos de seguir las normas ortográficas y/o gramaticales o no. Por mi parte, creo que hay un aspecto en el que podemos ser creativos, el léxico. Pero las normas ortográficas son como las de educación. No me refiero a la "cortesía" anticuada , sino a la educación que facilita la convivencia. La ortografía es para mí algo así: una muestra de educación y de respeto para quien nos lee.


    Seguramente estoy equivocada y otros más sabios que yo no estén de acuerdo con mis afirmaciones. En ese caso, me disculpo.
  • unnadaunnada Pedro Abad s.XII
    editado octubre 2014
    Ella se rio por duodécima vez…

    Conté el chiste por undécima vez…

    Tendida sobre su cama, fue la primera vez en veintiún años, sabia de su enfermedad pero no le di importancia, ella me miró y formuló veinte preguntas. Exhausto, con sudor en la frente, sin tema de conversación, conté un chiste.
    Otra vez la miré por largo tiempo, el reloj marcaba la decimonovena hora, gestionó de nuevo las preguntas, ahora faltaron dos. Conté antes de mi partida otro chiste, parece igual de malo que el primero, pero esta vez ella rio.
    Pensativo antes de volver a entrar, volví a contar el mismo chiste y gracias a su enfermedad se rio… ilusa. Antes de salir pregunté si fueron todas las preguntas, me pareció que le faltaron tres de la primera encuesta, salí.

    Me adelanté, madrugué y escribí sus dudas, pero quité cuatro, llegando a su aposento las recité. Respondió con el chiste que yo le conté, por lógica me reí, no por el chiste sino que fue por ironía.
    La decimoquinta hora marcaba el reloj, y al final de las cuestiones, conté de nuevo el chiste, así pasaron dos semanas, ya no tenía que esforzarme por hacerla reír, el chiste lo hacía solo.
    Compré un reloj digital, no me gustaba su forma de marcar la primera hora de la tarde.
    Volví a observarla, por aquella calle de la que no recuerdo el nombre, no le hablé, porque aún no daba la hora exacta. Faltaban diez horas para hacerla sonreír, caminé a mi casa pero olvide la dirección, cada recuerdo estaba invadido por ella.

    Eran la novena hora, me desesperé así que esperé sentado enfrente de su cerrojo, distrayéndome viendo pasar las horas en el reloj digital. Ya sólo faltaba una hora para meterme a su aposento, pero se me había olvidado el chiste que siempre le hacía reír. Un recuerdo de dirección, paso rápido en mi recuerdo, pero el de ella lo aplasto.

    Fui rápido a mi casa, antes de olvidarme de la dirección. No encontraba la hoja con el chiste, quedé dormido, desperté a las siete horas de haberme dormido, lloré porque falté, no pudé contar el chiste, ahora tenía que esperar. Recuerdo que ahora solo faltaban seis horas para volver a observar su hermosa alegría.
    Pasaron cinco horas, olvidé donde vivía, sólo recordaba que se situaba en un aposento con número cuatro, otra vez la perdí.
    Tres días sin saber de ella, gracias a mi farsante memoria, deprimido, melancólico, lóbrego, marchito la vi marchitarse, dos siglos sufriendo por ti. Mi vida llegaba a su fin, perdí el reloj digital, olvidé donde se hallaba, únicamente recordaba su sonrisa y lo ingenua que fue al reírse del mismo chiste, ¿Quién sabe cuántas veces se río?

    Faltaba un día en el calendario, abandoné mi cuerpo y volví a recordarla, hermosa como siempre, bella como la melancólica noche, abandonada, pero omnipresente en algunas memorias, por qué tenías que haber nacido aquel día faltante en el calendario, aquel día llamado Alzheimer. Y la volví hacer reír por vigésimo cuarta vez, por vigésimo tercera vez, se rio por vigésimo segunda vez.

    Sepultado con ella, sentí arriba, como caía el reloj digital, las flores marchitas, unas fotos destruidas, mis hojas sin direcciones, los cerrojos sin llaves, la cama sin colchón, el mismo chiste faltante ya de gracia, una enfermedad sin cura, horas sin centímetros, días sin noche, donde el alba no amanece, recuerdos inexistentes.

    Los recuerdos se iteran, la historia se itera, no existe recuerdo que por más trascendente no desaparezca, los días se repiten.

    Y ella se ríe por duodécima vez…
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