Como cada día
Como cada día, se había ido a trabajar muy temprano. No es que le agradara estar desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche poniendo ladrillos, pero era lo único que había encontrado. El puesto de albañil era un trabajo que la gente de allí no quería, por eso él se encargaba de ocuparlo, aunque después la gente dijera que les estaba quitando el trabajo.
Como cada día, después de salir de trabajar, cogía el metro de vuelta a casa y, como cada día, la señora que estaba a su lado se cambiaba de asiento o se bajaba en la próxima parada.
Como cada día, Hasim seguía siendo marroquí.
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Esperemos que con el tiempo, las cosas cambien para mejor.