¡Bienvenido/a!

Pareces nuevo por aquí. Si quieres participar, ¡pulsa uno de estos botones!

Pareja a la fuerza

JMCHJMCH Pedro Abad s.XII
editado febrero 2012 en Narrativa



Se miraron una y otro como niños que descubrieran un monstruo absurdamente bello.
- ¿Eres una persona? –preguntó él.
- ¿Y tú? –replicó ella–. Casi más que una persona, pareces un animal o a una máquina.
- ¡¿Qué dices?! Claro que yo soy una persona. Pero tú… vaya pinta más rara: esos dos bultos en el pecho, la cintura como el tallo de una flor, y el culo enorme.
- Pues anda que tú: la cara peluda, esa espalda tan ancha, y con una bola en medio del cuello.
A base de conversar, descubrieron que ambos habían pasado toda su vida en sendas aldeas fortificadas, confinados entre personas de su mismo sexo, bajo la custodia de una patrulla de máquinas que jamás les permitieron traspasar las murallas de su poblado. Los dos ignoraban que entre los humanos existieran machos y hembras.
Pero ahora estaban solos ella y él, dentro de una cubículo sin puertas ni ventanas. Poco a poco, primero con miedo y luego con la audacia de los pioneros sin opción a volver tras sus pasos, se fueron aventurando en un nuevo mundo, el enigmático cuerpo del otro.
- Me encantan esas dos cosas redondas encima de tu barriguita –le susurró él.
- A mí me hacen gracia tus manazas tan fuertes.
- Qué gustoso cuando te toco las mejillas.
- Y eso que te cuelga entre los muslos es muy gracioso –insinuó ella–. Uy, se está poniendo durito.
Sin darse cuenta, estaban a punto de concebir un bebé.
- Me ha subido como fuego por debajo del vientre –exclamó ella.
- Qué maravilla –añadió él–, es mágico.
Varios meses más tarde las máquinas les arrebataron a su hijo en cuanto se destetó, y acto seguido los metieron en una jaula en mitad de un valle, rodeados por cientos de animales aprisionados en parejas. De vez en cuando los sacaban con grilletes en pies y brazos; y durante varias horas una multitud de artefactos articulados se encaramaban a sus hombros, se liaban a brincar sobre sus cabezas, les tiraban de los cabellos, les arrojaban comida, les lanzaban chorros de agua… hasta que volvían a encerrarlos.
- No nos engañemos más –sentenció ella al cabo de mucho tiempo–: somos juguetes para las máquinas.
Entonces, los ojos de él se clavaron en los de ella, y los de ella en los de él. Y se pusieron a examinarse mutuamente las canas que les habían ido deslustrando el pelo, su rostro surcado de arrugas y agriado de manchas, su piel flácida y acartonada. Luego, se besaron. Y sintieron que compartir la fealdad de la vejez era lo más hermoso que iban a disfrutar hasta que les llegase la muerte.

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado febrero 2012
    Que tiernos haciendo bebesitos, me gustó la historia, pero lo de las máquinas si es muy triste:rolleyes::p
  • juanchojuancho Francisco de Quevedo s. XVII
    editado febrero 2012
    Hola JMCH

    Me gusta tu texto, hay algun detalle por ahi, pero en general es interesante.

    Saludos
  • Juan HumblebyJuan Humbleby Pedro Abad s.XII
    editado febrero 2012
    Muy bueno. Una vez tuve ganas de escribir la historia de Adan y Eva desde una perspectiva de la ciencia ficción y básicamente la historia era igual a la tuya, solo que mucho menos efectiva. Me ha gustado leerla. Gracias por compatir.
  • SinrimaSinrima Miguel de Cervantes s.XVII
    editado febrero 2012
    JMCH, me ha gustado tu relato. Me parece original y con ideas subyacentes interesantes.

    Saludos.
Accede o Regístrate para comentar.


Para entrar en contacto con nosotros escríbenos a informa (arroba) forodeliteratura.com