La plaza era una turba enajenada, sucia y vociferante, un mar embravecido por corrientes de odio. Y en su centro -como una isla de madera- se levantaba el cadalso. La guillotina ya estaba lista para la siguiente ejecución.
-¡CORTADLE LA CABEZA! ¡CORTADLE LA CABEZA! –se escuchaba como un eco que iba y venía, entre otros de inhumana ferocidad.
La muchedumbre apenas se abría para dar paso al carro tirado por caballos que se adentraba en la plaza. Con las manos atadas a la espalda y recostado en un lateral, el noble mantenía su mirada en la distancia, indiferente a la ventisca de insultos, frutas y huevos podridos que arreciaba sobre él. Los guardianes empujaban con sus lanzas a los exaltados que se acercaban al carro para escupirle en la cara, aunque muchos lo conseguían. Vio en lo alto al verdugo limpiarse las manos con un trapo, como un carnicero. Tenía el honor de ser el último ejecutado en este día de terror. Por el suplicio ya habían pasado sus cortesanos, sus amigos, sus familiares…a lo largo de las horas previas.
Le habían obligado a contemplarlo todo.
Lentamente, fue conducido por las escaleras hasta la plataforma de la guillotina. Aquello era un lodazal de sangre y el hedor le produjo arcadas que apenas pudo contener. Desvió la vista del montón de cuerpos amontonados a un lado, donde pronto caería el suyo. La sucia hoja de acero le pareció suspendida a increíble altura. Desde la lejanía se le había antojado más baja.
La negra capucha del verdugo le preguntó:
-¿Últimas palabras?
El noble negó con un fugaz movimiento de cabeza; entonces fue cuando el experimentado verdugo le recostó -sin la menor ceremonia- sobre el tablón, para pasar a ajustar las piezas de la máquina que aprisionaron su cuello. Cerró los ojos y el griterío inundó sus oídos. Su oscuridad.
Una atmósfera de silencio expectante crecía acallando toda voz por encima del rumor. Quedaban segundos, lo sabía. Imaginaba al corpulento verdugo dirigiendo sus ojos invisibles a la masa, a un lado y luego hacia el otro, esperando el respeto de la mínima dignidad para el condenado y su muerte. El fin había llegado.
Captó el segundo justo. Un crujido en la madera al accionar el mando. Una vibración grave y…
Un clamor de júbilo reventó la plaza.
La cabeza había caído en el cesto ensangrentado, junto a las demás.
Hombres, mujeres y niños mostraban su obscena alegría. Había sido un día grande para ellos y, ahora que todo había acabado, se resistían a abandonar el lugar. Durante horas celebraron la muerte y las futuras muertes que estaban por llegar. De repente, entre la algarabía general, se alzó un coro de gritos aterrorizados que, desde la zona más próxima al cadalso, cruzó la plaza como un cuchillo.
El bullicio cesó, y la atención se dirigió hacia el arco de plebe temblorosa que se iba formando en torno a la guillotina. Por el borde del cesto de cabezas habían surgido tres descomunales patas de tarántula. Otras dos salieron para agarrarse por el otro extremo; la gente retrocedió chillando y la masa se desplazó como un campo de trigo azotado por el viento. Poco a poco, la cabeza sangrienta del noble emergió, erguida sobre aquellas patas que nacían en su cuello seccionado.
El terror convulsionó a los presentes de mil maneras, iniciando oleadas de pánico. Muchos corrieron desencajados, implorando al dios misericordioso, otros cayeron desmayados para ser pisoteados por los que huían, mientras algunos quedaron paralizados, movidos sólo por los empujones, observando lívidos como la cabeza descendía sobre la plataforma con un balanceo espasmódico en su cara.
-Os espero abajo... –dijo entre espumajos sanguinolentos; su voz era un fuelle rasgado-...todos tenéis vuestro sitio abajo...TODOS...
El caos inundó la plaza, un pozo de locura.
Nadie recogió aquella cabeza de sonrisa grotesca.
Y sus ocho patas de tarántula.
Comentarios
¡Qué excelente relato, basado en la campiña francesa y en aquella gesta de 1789!
Compruebo, magnificamente, tu dedicado esmero en resaltar la dicotomia entre el espectáculo soez de aplaudir las ejecuciones en una plaza pública y la impronta sicológica de los miedos, que se desata a posteriori de la matanza, en forma de bestia de ocho patas y erige su trono para socavar lo lúdico y devolver cual un espejo el terror a las hordas.
EXCELENTE
Como siempre, Luis me sorprende la calidad y la increible frialdad con que logras contar y describir escenas que sobrepasan la imaginación terrorifica en una excelente entrega para el lector.
un abrazo
p/d: Si me permites...?para mi gusto, le pondria otro titulo a este magnifico cuento, no se ...demasiado delata el contenido del texto; pero tu decides.
Mariaelena, un placer encontrarte por estas tierras de letras. Ya sabes que intento no defraudar, aunque no siempre pueda ser. El título si que es cambiable, pero como hace referencia a la frase que gritan casi al principio -y es obvio que alguien se quedará sin cabeza - tampoco "destripa" demasiado. De hecho, seguro que el final se lo esperaban pocos...:D
Por cierto, el gran Italo Ahumada y yo hemos hecho una versión cómic de esta historia; ya os anunciaré cuando vea la luz
Hasta pronto
El estilo de la narración obliga al lector compenetrarse en la trama que el escritor, por intermedio de su arte, hace sentir paso a paso, los momentos anteriores a la ejecución.
La sociedad apoya, en demasía, la decisión de los dirigentes. En ningún instante es comentada la razón de la culpa de la víctima. No es necesario, todo está centralizado en la muerte.
Aquello es lo macabro, lo que nos diferencia de los animales.
El final, muy propio del escritor.
Interesante.
betob
Un saludo y gracias por pasar por aquí.
La mandíbula móvil está babeando sangre !!
por el filo menguante, de un eclipse sin Dios.
Muy bien LuisBermer, me en-can-tó !!! mis aplausos para ti Luis:cool:
Un agradecido abrazo:)
Pdta. muy bueno e inspirador, muchas gracias por existir._
Un saludo, y hasta la próxima
Un saludo!
Ya de por sí la escena que nos muestras es espeluznante, sin entrar en elementos sobrenaturales, la gente aplaudiendo y alegre ante tamaña carnicería. Encuentro además que las descripciones y el metodismo con que lo cuentan convierten la experiencia en algo prácticamente visual, lo cual, y volviendo al principio de este mensaje, me pone un poco de los nervios. Te juro que vi salir las patas de la cesta con claridad fotográfica.
Gracias por compartirlo.
Fíjate que no es un araña porque sí. Es un símbolo del Caos (las ocho patas... toda dirección es posible), propio del infierno del que vuelve con su mensaje...
Me alegra que te haya gustado. Esa "claridad fotográfica" al narrar es algo que siempre me ha gustado, como lector y escritor. Y en ello persevero.
Un saludo, Jesús!
Es terrorífico que vea en tu relato reflejada a toda esa gente que le escandaliza más las consecuencias que sus actos.
La nobleza cae ante los gritos de la plebe... parecen resonar de lejos los gritos de la revolución, que luego se achacó liberal... El mundo está lleno de ironías, el pueblo condena a sus tiranos con tiranía, y sucumbe ante la figura que refleja un miedo ancestral, como puede ser la araña.
I like it
Has comentado muy bien su sentido
Abrazos.