El Pacto
Sentado ante la mesa de aquel sombrío café pude ver, a través del gastado cristal de la puerta, su silueta. Un frío intenso me recorrió el cuerpo y la ansiedad se apoderó de mí. Él entró y dirigió sus pasos hacia donde yo estaba. Su traje oscuro y lánguido le daba un aire serio y distante. Yo con aire inquieto miré mi reloj confirmando la puntualidad.
Estaba seguro de no conocerle, pero, aún así, me resultaba familiar. Me ofreció su gélida mano y yo la estreché. Tenía las uñas largas. Se presentó como Oinomed. No recordaba a ningún gran maestro que se llamara así. De hecho no conocía a nadie con aquel nombre. De todos modos no era la primera cita para jugar que tenía con un desconocido. De estas cosas se encargaba Marcos, mi representante. Él me consultaba y si yo accedía, concretaba el precio de la apuesta, hora y lugar.
De él me había dicho que era un jugador excepcional, lo avalaba el haber batido a jugadores excelentes como el magnífico Anderssen, pero aquello no hizo que me amedrentara y rehusara el reto. He de reconocer que la tentadora cifra que me propuso ayudó a que me decidiera. Mi vida era aquel juego y el pacto prácticamente me hacía invencible. Oinomed después de sentarse golpeó con la yema de los dedos, con suma elegancia, el pulsador del reloj y la cuenta atrás comenzó.
La partida se había ya desarrollado, estábamos inmersos en el medio juego cuando me obligó mediante una sutil celada a entregarle la dama. El pánico me invadió y el corazón comenzó a latirme con violencia. Una inquietud exacerbada invadía mi estómago oprimiéndolo sin compasión. Me abstraje del espacio y del tiempo pugnando por sobrevivir. Mi cabeza parecía a punto de estallar. Comencé a notar la cálida sangre brotar de mis oídos huyendo de la presión interna. No podía ser. Ningún mortal podía vencerme... Con mano trémula y sudorosa levanté inútilmente el rey cuando me lo amenazó con su caballo. Entonces oí el chasquido de la manecilla del reloj anunciando una sentencia perentoria. Mi tiempo había expirado. Mis ojos inyectados en sangre se fijaron en los suyos, de una expresividad yerma, que transmitían un vacío eterno. La cara del maligno, con su sonrisa burlona, fue desvaneciéndose y de mi mano vacilante cayó el rey sobre el tablero.
Serj
Comentarios
Bueno, lo primero de todo, ya había leído tu relato en otro foro, pero no pude contestar por falta de tiempo. Ahora sí puedo, y lo hago en éste.
Te diré que el relato está excelentemente escrito, para mi gusto. Buen ritmo, pausas adecuadas y dosificas de manera perfecta la información. Relatas con sumo detalle una partida de ajedrez maldita con el mismísimo Señor Demonio (el cual podrías haber disfrazado de otra manera). Me gusta como le has descrito. Sin duda piensas mientras lo lees... un tipo elegante, distinguido, hasta que mencionas las uñas largas, entonces salta la alarma. Todo empieza a encajar cuando hablas de Anderssen, personaje y maestro del ajedrez que incluso batió. Muy elegante y sutil. Ya sabe uno dónde está y ante quien. El desenlace muy bueno. Terrible destino...
Me ha gustado mucho, enhorabuena Serj, espero leer más cosas tuyas.
Gracias por tu opinión.
Es un cuento muy bien logrado. Me gustó la brevedad sin introducción, el cuentista personal, un fin que sorprende. (Quizás menos detalles)
El autor sabe desde la primera palabra adónde quiere ir, utiliza frases cortas evitando adjectivas inútiles y muestra las emociones del protagonista. El lector puede sentir con él.
El estilo basado en la intensidad y en la tensión obliga al lector seguir leyendo.
Fekicitaciones ! Unos de los mejores cuentos que he leido en este foro.
Un saludo de Alemania.
Pedrito
Quizás el tener conocimientos sobre este juego ciencia, me otorgó cierto acercamiento con el personaje, durante el certamen y en especial con el resultado.
Sin duda, el lector es llevado, sin sentirlo, a palpar una a una las penurias del jugador empedernido.
betob
Gracias Betob por comentar.
Sabes que me gustó mucho, que me parece acertada la velocidad que le das a la narración y que el argumento es bastante atractivo. Te sigo leyendo.