La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) fue un conflicto global que involucró a las principales potencias mundiales, divididas en dos alianzas: los Aliados y el Eje.
Fue desencadenada por la invasión alemana de Polonia y se caracterizó por batallas devastadoras, bombardeos masivos y el Holocausto. Líderes como Adolf Hitler, Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt desempeñaron roles cruciales.
La guerra culminó con la rendición de Alemania en mayo de 1945 y de Japón en agosto tras los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Este conflicto transformó el orden mundial y llevó a la creación de la ONU.
Los comentarios sobre la apariencia física de una persona pueden ser hirientes y poco constructivos. Todos tenemos cualidades únicas que nos hacen valiosos, más allá de nuestro aspecto físico.
Criticar a alguien basándose en su apariencia no sólo es superficial, sino que también puede afectar negativamente su autoestima y bienestar.
En lugar de centrarnos en lo negativo, podríamos intentar valorar a las personas por sus acciones, su carácter y sus talentos.
La belleza es subjetiva y cada uno de nosotros tiene algo especial que ofrecer al mundo. Respetar y apreciar la diversidad es fundamental para una convivencia armoniosa.
Sin embargo todo eso razonable anterior, me recuerda el rostro de ese animal a un nefasto político del panorama nacional español.
"Pelar la pava" es una expresión coloquial española que se refiere al acto de cortejar de una manera prolongada y a menudo en secreto. Y para "pelar la pava" cualquier sitio es bueno
En la España tradicional, especialmente en zonas rurales, era común que los jóvenes enamorados se vieran en la noche fuera de las casas de las chicas. El chico hablaba desde abajo del balcón o a través de la reja, mientras la chica se asomaba desde arriba.
La expresión tiene un origen pintoresco: la acción de pelar una pava (quitarle las plumas) es meticulosa y lenta, similar al tiempo y la paciencia necesarios en el cortejo amoroso. Hoy en día, "pelar la pava" se usa de forma humorística para describir cualquier acto de flirteo prolongado.
Reír es terapéutico porque libera endorfinas, reduce el estrés y mejora el estado de ánimo. La risa fortalece el sistema inmunológico, promueve la relajación muscular y fomenta la conexión social.
Además, actúa como un ejercicio físico y mental que contribuye al bienestar general, haciendo de la risa una herramienta poderosa para la salud.
La flema inglesa, también conocida como flema británica (en este caso de la foto, "flema indiferente e hiriente de su Graciosa Majestad Isabel II), se refiere a la capacidad de los ingleses para mantener la calma y el autocontrol en situaciones de tensión o crisis.
Este término ha sido utilizado históricamente en todas la partes del globo para describir la serenidad y la compostura que caracterizan el comportamiento británico tradicional.
La flema inglesa implica una actitud reservada y una expresión emocional moderada, a menudo acompañada de un humor seco y sarcástico.
Esta cualidad es considerada como un rasgo positivo (menos en este caso que nos ocupa y preocupa) que permite enfrentar adversidades con dignidad y sin dramatismo.
La flema inglesa es parte integral de la cultura y la identidad británica, valorada por su contribución a la estabilidad y la resiliencia.
Queridos hermanos y hermanas, hoy nos reunimos en este lugar sagrado para renovar nuestra fe y compromiso con el amor de Cristo. Que sus enseñanzas guíen nuestras acciones y corazones, llevándonos a ser instrumentos de paz y justicia. Recemos por un mundo más unido y compasivo. Dios los bendiga.
Dos potros jóvenes, de color canela, salieron del corral al atardecer, llenos de energía y vitalidad. Al trote, libremente por el campo, explorando su entorno con curiosidad.
Sus crines ondeaban al viento mientras gozaban de la sensación de libertad, alejándose cada vez más del corral que los había resguardado hasta ese momento.
Querido amigo. Cuando salí de nuestro pueblo y
empecé este viaje en busca de conocimientos, prometí hacerte llegar noticias
mías y también información de los extraños lugares que hasta ahora he visitado.
Cumplo con mi promesa haciéndote saber que a un mes de haber partido y luego de
recorrer grandes distancias es poco lo que he podido aprender; el mundo
responde a mismas reglas, por lo que más allá de pequeñas diferencias en la
disposición de las cosas, en casi nada difiere nuestra tierra de las que hasta
ahora he recorrido.
Si esperas relatos de extraños seres te diré que quedarás desilusionado, pues sólo
faunos como nosotros y náyades como las del otro lado del río de nuestro pueblo
es lo que he hallado en mi caminar. Pero en cuanto a costumbres y a leyendas,
llevo la cabeza llena y rebosante el corazón, ya que pródiga es esta tierra en
estas cosas.
La que más fresca tengo en mente por la impresión que me ha dejado, por haberla
vivido en carne propia y por haber variado el destino de mi viaje, es la del “árbol
del olvido”.
Ocurre, según he podido comprender, que en esta parte del bosque que cubre las
montañas que desde las rocas altas del río se pueden ver hacia el sol naciente,
las náyades son más bellas que las que conocemos, y también más longevas, como
tres veces más largas son sus vidas que las de nuestras vecinas, ya que llegan
a contar doce veces cien en su mayoría, y algunas han sobrepasado las veinte
veces cien.
Dicen los que de ellas tienen conocimientos
que vivir tanto, carga sus cabezas y sus corazones de los recuerdos que,
amargadas y tristes, acaban pidiendo la muerte desde la mitad de sus vidas y
maldiciendo la longevidad que otras razas envidian.
Hace mucho, una de ellas, de quien no me han dicho su nombre, descubrió por un
casual el árbol del que te hablo.
La náyade que te relato vivió tres veces cien de su vida, sin conocer el amor,
hasta que de alguien se enamoró, pero quien lo cuenta no tiene memoria de su
nombre. Vivieron felices en el bosque un amor que los colmaba, sin pensar en el
mañana. El amado fue envejeciendo, mientras ella conservaba la lozanía que la
convertía en la más bella de su especie. Pero el tiempo mató a su amado y el
sobrevivirlo por tanto tiempo enloqueció a la náyade, que una noche se internó
en el bosque en busca de la muerte, que creía debía llegarle pronto a raíz de
las salvajes bestias que allí moran o de los humanos que lo recorren, matando
toda vida que se les atravesase.
Pero increíblemente para ella y para
los que hemos conocido este relato, sobrevivió al primer día entre montes, y
cuando llegó la noche, segura de que en la oscuridad habría de cumplirse su
destino, se posó bajo un añoso árbol y reclinando su espalda contra su áspero
tronco, la muerte esperó.
Parece ser que antes llegó el sueño
y pasó la noche sin que ningún hecho alterase la tranquilidad de esa parte del
bosque. Con la aurora y el murmullo del canto de los druidas, festejando la
aparición del astro soberano, volvió la conciencia a su cuerpo y la náyade
despertó. No recordaba el motivo de encontrarse en el bosque, y aunque un poco
entendía de sus pasados recuerdos, no lograba precisarlos; los había olvidado. El
recuerdo de su amado, el de su propia felicidad y de su posterior pena, había
dejado en su cabeza una nube de piadoso olvido, y, atravesando el bosque,
volvió a su morada.
Las náyades de esa región, que conocían de su tristeza y de la decisión que
había tomado, asombradas estaban de verla retomar la rutina de su vida, y lo
más insólito, cantando por los senderos mientras recogía, entre nueces,
almendras y castañas, su sustento diario.
Tan extrañadas se hallaban que
organizaban un cónclave entre las más ancianas, para tratar el asunto y se
preguntaban unas a otras: 'si todas sufrimos tanto como antes ella, ¿podríamos
ser felices como lo es ahora ella?'.
Convencidas de que eso era posible por algún conjuro secreto decidían
preguntarle para disfrutar también de tan esplendorosa oportunidad. Al ser la
interpelada, sólo pudo contar lo que vagamente recordaba de aquella noche, que
no debe de haber diferido mucho de lo que yo te cuento.
Puestas al tanto de todo lo ocurrido,
las náyades concordaban que el secreto debía estar en ése árbol; la afortunada,
también de acuerdo, las guiaba hasta él. Una por noche y por riguroso orden de
edad, dormían bajo el tupido follaje, perdiendo sus tristes recuerdos y
recuperando su felicidad.
Desde entonces hasta ahora, cuando una náyade comienza a cambiar su juvenil
carácter por ansiedad, las más viejas las llevan al bosque, a dormir bajo el
árbol.
Hasta aquí, la historia como te la cuento debe parecerte inverosímil como a mí
me habría parecido, si no mediaran circunstancias especiales, que paso a
referirte.
Antes de conocer los hechos, pues era la primera noche que pasaba en este lugar,
me encontré en un bosque al anochecer, y cansado detuve la marcha junto a un
arrollo donde refresqué mis pies en agua clara.
Cené tallos tiernos de hierbas y busqué algún lugar donde dormir. Sabes que a
mi edad pienso tener la vida aprovechada y, no temiendo la muerte, no gasto
tiempo en precauciones, así que decidí pasar la noche bajo un árbol. Como te
podrás imaginar, el árbol elegido al azar, por extraña casualidad, es el mismo de
esta historia.
Avanzada la noche pude conciliar el sueño y durante esas horas los recuerdos de
mi infancia y mi juventud volvían con nitidez, y los detalles más
insignificantes se me presentaron palmariamente y nada escapaba a tan inaudita
revisión.
Desperté al alba, recordando vivencias insólitas de mi pasado; por ejemplo, el
lugar exacto donde dejé mi primer juguete, cosa que no pude recordar en su
momento teniendo que darlo por perdido.
Confundido con esta nueva dimensión
de mi memoria, a punto he estado de dejar el viaje y regresar a casa, junto a
ustedes en ese momento para pasar lo poco de vida que ya pueda quedarme, más
entregado a todos los recuerdos de lo conocido que al aprendizaje de lo
ignorado.
Pero ha querido el azar que al emprender la vuelta topase con un campamento de
nuestros congéneres y, bien recibido, conté mi extrañeza e informados me
pusieron al tanto de la historia.
Supongo que, como a las diferentes especies, el árbol afecta distintamente a
faunos y náyades, bendiciendo a ambos.
A aquellas longevas, quitando de sus almas los recuerdos que en sus largas vidas
van acumulando, y a nosotros, que sólo vemos unos pocos inviernos, potenciando
nuestras vivencias para que nuestras cortas vidas sean más plenas.
Querido amigo, el mundo guarda aún muchos secretos para los de nuestra raza,
pero creo conveniente dejar a la gente joven la tarea de desentrañarlos.
Regresaré a tu lado y prometo, junto al calor de la hoguera y con un buen café
de por medio, contarte el resto de las leyendas que hasta ahora he podido conocer.
La caza del faisán es una actividad cinegética popular, caracterizada por la búsqueda y captura de esta ave de plumaje colorido. Requiere de paciencia, destreza y un buen conocimiento del hábitat. Se practica en terrenos abiertos, utilizando perros de caza para rastrear y levantar a los faisanes.
Los zancos son herramientas, más o menos caseras, que permiten a una persona elevarse del suelo caminando sobre plataformas alargadas, sujetas a los pies o las piernas.
Su principal utilización es en espectáculos de circo, teatro o fiestas callejeras, donde se emplean para realizar acrobacias o llamar la atención por su altura.
También se utilizan en la construcción y trabajos industriales, especialmente en tareas como pintar o instalar techos, para acceder a lugares altos sin necesidad de escaleras. Además, los zancos ayudan a mejorar el equilibrio y la coordinación. Pueden ser hechos de madera, metal o materiales modernos como fibra de vidrio.
Comentarios
La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) fue un conflicto global que involucró a las principales potencias mundiales, divididas en dos alianzas: los Aliados y el Eje.
Fue desencadenada por la invasión alemana de Polonia y se caracterizó por batallas devastadoras, bombardeos masivos y el Holocausto. Líderes como Adolf Hitler, Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt desempeñaron roles cruciales.
La guerra culminó con la rendición de Alemania en mayo de 1945 y de Japón en agosto tras los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Este conflicto transformó el orden mundial y llevó a la creación de la ONU.
Los comentarios sobre la apariencia física de una persona pueden ser hirientes y poco constructivos. Todos tenemos cualidades únicas que nos hacen valiosos, más allá de nuestro aspecto físico.
Criticar a alguien basándose en su apariencia no sólo es superficial, sino que también puede afectar negativamente su autoestima y bienestar.
En lugar de centrarnos en lo negativo, podríamos intentar valorar a las personas por sus acciones, su carácter y sus talentos.
La belleza es subjetiva y cada uno de nosotros tiene algo especial que ofrecer al mundo. Respetar y apreciar la diversidad es fundamental para una convivencia armoniosa.
Sin embargo todo eso razonable anterior, me recuerda el rostro de ese animal a un nefasto político del panorama nacional español.
"Pelar la pava" es una expresión coloquial española que se refiere al acto de cortejar de una manera prolongada y a menudo en secreto. Y para "pelar la pava" cualquier sitio es bueno
En la España tradicional, especialmente en zonas rurales, era común que los jóvenes enamorados se vieran en la noche fuera de las casas de las chicas. El chico hablaba desde abajo del balcón o a través de la reja, mientras la chica se asomaba desde arriba.
La expresión tiene un origen pintoresco: la acción de pelar una pava (quitarle las plumas) es meticulosa y lenta, similar al tiempo y la paciencia necesarios en el cortejo amoroso. Hoy en día, "pelar la pava" se usa de forma humorística para describir cualquier acto de flirteo prolongado.
Cuando viene empujando la kk o el orín, hay que soltarlo. Claro que también hay que respetar las normas cívicas.
Además, actúa como un ejercicio físico y mental que contribuye al bienestar general, haciendo de la risa una herramienta poderosa para la salud.
La flema inglesa, también conocida como flema británica (en este caso de la foto, "flema indiferente e hiriente de su Graciosa Majestad Isabel II), se refiere a la capacidad de los ingleses para mantener la calma y el autocontrol en situaciones de tensión o crisis.
Este término ha sido utilizado históricamente en todas la partes del globo para describir la serenidad y la compostura que caracterizan el comportamiento británico tradicional.
La flema inglesa implica una actitud reservada y una expresión emocional moderada, a menudo acompañada de un humor seco y sarcástico.
Esta cualidad es considerada como un rasgo positivo (menos en este caso que nos ocupa y preocupa) que permite enfrentar adversidades con dignidad y sin dramatismo.
La flema inglesa es parte integral de la cultura y la identidad británica, valorada por su contribución a la estabilidad y la resiliencia.
Dos potros jóvenes, de color canela, salieron del corral al atardecer, llenos de energía y vitalidad. Al trote, libremente por el campo, explorando su entorno con curiosidad.
Sus crines ondeaban al viento mientras gozaban de la sensación de libertad, alejándose cada vez más del corral que los había resguardado hasta ese momento.
Querido amigo. Cuando salí de nuestro pueblo y empecé este viaje en busca de conocimientos, prometí hacerte llegar noticias mías y también información de los extraños lugares que hasta ahora he visitado.
Cumplo con mi promesa haciéndote saber que a un mes de haber partido y luego de recorrer grandes distancias es poco lo que he podido aprender; el mundo responde a mismas reglas, por lo que más allá de pequeñas diferencias en la disposición de las cosas, en casi nada difiere nuestra tierra de las que hasta ahora he recorrido.
Si esperas relatos de extraños seres te diré que quedarás desilusionado, pues sólo faunos como nosotros y náyades como las del otro lado del río de nuestro pueblo es lo que he hallado en mi caminar. Pero en cuanto a costumbres y a leyendas, llevo la cabeza llena y rebosante el corazón, ya que pródiga es esta tierra en estas cosas.
La que más fresca tengo en mente por la impresión que me ha dejado, por haberla vivido en carne propia y por haber variado el destino de mi viaje, es la del “árbol del olvido”.
Ocurre, según he podido comprender, que en esta parte del bosque que cubre las montañas que desde las rocas altas del río se pueden ver hacia el sol naciente, las náyades son más bellas que las que conocemos, y también más longevas, como tres veces más largas son sus vidas que las de nuestras vecinas, ya que llegan a contar doce veces cien en su mayoría, y algunas han sobrepasado las veinte veces cien.
Dicen los que de ellas tienen conocimientos que vivir tanto, carga sus cabezas y sus corazones de los recuerdos que, amargadas y tristes, acaban pidiendo la muerte desde la mitad de sus vidas y maldiciendo la longevidad que otras razas envidian.
Hace mucho, una de ellas, de quien no me han dicho su nombre, descubrió por un casual el árbol del que te hablo.
La náyade que te relato vivió tres veces cien de su vida, sin conocer el amor, hasta que de alguien se enamoró, pero quien lo cuenta no tiene memoria de su nombre. Vivieron felices en el bosque un amor que los colmaba, sin pensar en el mañana. El amado fue envejeciendo, mientras ella conservaba la lozanía que la convertía en la más bella de su especie. Pero el tiempo mató a su amado y el sobrevivirlo por tanto tiempo enloqueció a la náyade, que una noche se internó en el bosque en busca de la muerte, que creía debía llegarle pronto a raíz de las salvajes bestias que allí moran o de los humanos que lo recorren, matando toda vida que se les atravesase.
Pero increíblemente para ella y para los que hemos conocido este relato, sobrevivió al primer día entre montes, y cuando llegó la noche, segura de que en la oscuridad habría de cumplirse su destino, se posó bajo un añoso árbol y reclinando su espalda contra su áspero tronco, la muerte esperó.
Parece ser que antes llegó el sueño y pasó la noche sin que ningún hecho alterase la tranquilidad de esa parte del bosque. Con la aurora y el murmullo del canto de los druidas, festejando la aparición del astro soberano, volvió la conciencia a su cuerpo y la náyade despertó. No recordaba el motivo de encontrarse en el bosque, y aunque un poco entendía de sus pasados recuerdos, no lograba precisarlos; los había olvidado. El recuerdo de su amado, el de su propia felicidad y de su posterior pena, había dejado en su cabeza una nube de piadoso olvido, y, atravesando el bosque, volvió a su morada.
Las náyades de esa región, que conocían de su tristeza y de la decisión que había tomado, asombradas estaban de verla retomar la rutina de su vida, y lo más insólito, cantando por los senderos mientras recogía, entre nueces, almendras y castañas, su sustento diario.
Tan extrañadas se hallaban que organizaban un cónclave entre las más ancianas, para tratar el asunto y se preguntaban unas a otras: 'si todas sufrimos tanto como antes ella, ¿podríamos ser felices como lo es ahora ella?'.
Convencidas de que eso era posible por algún conjuro secreto decidían preguntarle para disfrutar también de tan esplendorosa oportunidad. Al ser la interpelada, sólo pudo contar lo que vagamente recordaba de aquella noche, que no debe de haber diferido mucho de lo que yo te cuento.
Puestas al tanto de todo lo ocurrido, las náyades concordaban que el secreto debía estar en ése árbol; la afortunada, también de acuerdo, las guiaba hasta él. Una por noche y por riguroso orden de edad, dormían bajo el tupido follaje, perdiendo sus tristes recuerdos y recuperando su felicidad.
Desde entonces hasta ahora, cuando una náyade comienza a cambiar su juvenil carácter por ansiedad, las más viejas las llevan al bosque, a dormir bajo el árbol.
Hasta aquí, la historia como te la cuento debe parecerte inverosímil como a mí me habría parecido, si no mediaran circunstancias especiales, que paso a referirte.
Antes de conocer los hechos, pues era la primera noche que pasaba en este lugar, me encontré en un bosque al anochecer, y cansado detuve la marcha junto a un arrollo donde refresqué mis pies en agua clara.
Cené tallos tiernos de hierbas y busqué algún lugar donde dormir. Sabes que a mi edad pienso tener la vida aprovechada y, no temiendo la muerte, no gasto tiempo en precauciones, así que decidí pasar la noche bajo un árbol. Como te podrás imaginar, el árbol elegido al azar, por extraña casualidad, es el mismo de esta historia.
Avanzada la noche pude conciliar el sueño y durante esas horas los recuerdos de mi infancia y mi juventud volvían con nitidez, y los detalles más insignificantes se me presentaron palmariamente y nada escapaba a tan inaudita revisión.
Desperté al alba, recordando vivencias insólitas de mi pasado; por ejemplo, el lugar exacto donde dejé mi primer juguete, cosa que no pude recordar en su momento teniendo que darlo por perdido.
Confundido con esta nueva dimensión de mi memoria, a punto he estado de dejar el viaje y regresar a casa, junto a ustedes en ese momento para pasar lo poco de vida que ya pueda quedarme, más entregado a todos los recuerdos de lo conocido que al aprendizaje de lo ignorado.
Pero ha querido el azar que al emprender la vuelta topase con un campamento de nuestros congéneres y, bien recibido, conté mi extrañeza e informados me pusieron al tanto de la historia.
Supongo que, como a las diferentes especies, el árbol afecta distintamente a faunos y náyades, bendiciendo a ambos.
A aquellas longevas, quitando de sus almas los recuerdos que en sus largas vidas van acumulando, y a nosotros, que sólo vemos unos pocos inviernos, potenciando nuestras vivencias para que nuestras cortas vidas sean más plenas.
Querido amigo, el mundo guarda aún muchos secretos para los de nuestra raza, pero creo conveniente dejar a la gente joven la tarea de desentrañarlos. Regresaré a tu lado y prometo, junto al calor de la hoguera y con un buen café de por medio, contarte el resto de las leyendas que hasta ahora he podido conocer.
La caza del faisán es una actividad cinegética popular, caracterizada por la búsqueda y captura de esta ave de plumaje colorido. Requiere de paciencia, destreza y un buen conocimiento del hábitat. Se practica en terrenos abiertos, utilizando perros de caza para rastrear y levantar a los faisanes.
Los zancos son herramientas, más o menos caseras, que permiten a una persona elevarse del suelo caminando sobre plataformas alargadas, sujetas a los pies o las piernas.
Su principal utilización es en espectáculos de circo, teatro o fiestas callejeras, donde se emplean para realizar acrobacias o llamar la atención por su altura.
También se utilizan en la construcción y trabajos industriales, especialmente en tareas como pintar o instalar techos, para acceder a lugares altos sin necesidad de escaleras. Además, los zancos ayudan a mejorar el equilibrio y la coordinación. Pueden ser hechos de madera, metal o materiales modernos como fibra de vidrio.
No sigues el juego. No sé de qué vas.