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Ojos atemporales
La trinchera
Estábamos en la trinchera y nos ordenaron a vigilar una nave industrial. Caminábamos con el frío y miedo en el cuerpo, mientras al fondo se sentía el humo bajo de la contaminación, el olor a gasolina y el ir y venir de los ciudadanos ajenos a nuestra rutina.
Cuando llegamos a la nave se oyó un silbido seguido de un ruido ensordecedor. Me levanté y ayudé en lo que pude a mis compañeros, disparé a diestro y siniestro intentando mantener la calma y saqué a varios de ellos de aquel lugar. Estaba en shock, no podía pensar, me sentía un autómata que se regía por el instinto.
En el exterior seguía el ruido de los coches y del caminar de los transeúntes, mientras los gritos de dolor de nuestro grupo eran estremecedores. Ya en el hospital, todo se percibía era como un día cualquiera. Miré nuestros relojes, el calendario, todo correcto, esto no era fruto de una realidad paralela. La sensación era una mezcla entre el shock de la batalla y el miedo que producía vivir en un mundo ajeno a mi.
El capitán
Emprendí el camino de regreso a mi casa, todo parecía fluir con normalidad cuando, de repente en plena calle se me aproximo un oficial con una orden clara: ir a recoger mi distintivo de héroe de la nación por mi valentía en el combate. ¿Pero que combate, no ve usted que aquí es un día normal, que no hay ambiente bélico por ningún sitio? – Calle y obedezca, órdenes son órdenes, me dijo el soldado.
Llegados al cuartel rompí a llorar mientras recibía mi condecoración. Tenía miedo a que esto fuese una locura y jamás volviese a ser una persona normal. Según me impusieron la medalla, el capitán, me susurró al oído “Lo que usted ha hecho determinará el devenir de la humanidad”.
La misión
Regresamos al cuarte y a la madrugada siguiente nos levantaron y reunieron en la sala de crisis para instrucciones de la nueva misión: Deben detonar una bomba de alto poder destructivo en el punto indicado a las 10:00 am en punto.
Señor, permiso para hablar - espeté al comandante
Permiso concedido, dígame soldado – respondió éste
¡Si detonamos esta bomba en un área llena de civiles va a ser una masacre!, ¿Se ha vuelto todos ustedes locos? – le dije
¡Órdenes son órdenes, obedezca! – me replicó con voz enfurecida mi comandante
Nos dimos media vuelta todo el grupo y repasamos las instrucciones para realizar la misión encomendada. Ante todo, esto la única salida factible que se me ocurrió era no pensar, repitiéndome a mí mismo dicha frase constantemente.
La ejecución de los planes
Salimos del cuartel sin intercambiar palabra los unos con los otros y de nuevo el paisaje urbano era de absoluta normalidad: las madres con los niños de la mano, los coches circulando y el sonido de los pájaros. Esta vez nos acompañaban miembros de la policía militar armados hasta los dientes, más para asegurarse de nuestra determinación con la misión que otra cosa.
Un miembro del grupo enloqueció y se puso a gritar que él no era un asesino, que no lo haría. A culetazos los policías le hicieron callar. Uno de ellos dijo: ¡Ésta misión es clave para la humanidad, acaso quieren conocer a sus hijos antes de que nazcan!
De repente empezamos a observar luces con imágenes atemporales, ondas de luz como burbujas que surgían desde cualquier lugar que divisáramos.
` ¿Qué nos están haciendo, porque juegan así con nosotros?’ - les grité a los militares
Estaba claro que el propósito de la vida no era cometer una atrocidad en nuestra propia ciudad y, mirándonos fijamente a los ojos, empezamos todos a correr cada uno en una dirección.
‘¡Malnacidos, volved y terminar vuestra misión!’ nos gritó uno de nuestros acompañantes. Así que, por motivos que desconozco, corrieron todos hacia mí, dejando al esto que huyesen.
En estos momentos ya no podía pensar absolutamente nada, pero alcance a decir ‘¿Pero porque yo, porque debo ser el asesino? Me llevaron de nuevo a la nave donde sucedió la masacre del día anterior y, a punta de pistola, me obligaron a hacerlo.
¡Las pompas de luz y el ruido se Intensificaron, nunca sabré si el que apretó el botón fui yo, pero! ¡Boom! Todos perdimos la consciencia.
Un nuevo despertar
Me desperté días después en el hospital conmocionado y, esta vez, el comandante en jefe fue el que se acercó a mi cama. Se cuadró delante de mí y me felicitó. ¿Por qué me felicita, cuanta gente he matado, que hay por celebrar? - Le pregunté en evidente estado de shock.
Por evitar el definitivo desacoplamiento del espacio-tiempo – Me respondió.
Tarde mucho tiempo en entender sus palabras, pero lo que si les aseguro es que desde entonces sólo veo a mi familia sedado y mirando una burbuja fuera de mi habitación.
Comentarios
Hola, predondo, bienvenido a tu foro de Literatura.
Un saludo
Saludos, y bienvenido.
predondo
Si te parece bien, te sugiero insertes esos relatos tuyos aquí y en los sub apartados que consideres más idóneos
https://www.forodeliteratura.com/f/categories/publica-aqui-tu-relato
Más saludos