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LISTA forodeliteratura (5ª edición) La lata de Cola Cao

antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII
editado marzo 2022 en El oficio de escribir


La lata de Cola Cao
  • Eran días de tranquilidad en nuestro pueblo, Cazalla de la Sierra. Uno de aquellos días recordé los primeros meses de después de acabada la carrera de Veterinaria, cuando mi colega Paco, y su hermano Toni (ambos onubenses, pero a Toni aún le faltaba la tesis), y yo vivíamos bajo el mismo techo en Sevilla. La fonda sevillana para estudiantes era un buen lugar para residir.

  • -¿Sabes algo, Alfonso? -recordé a Toni diciéndome uno de aquellos días lejanos-. A veces me pregunto si habrá alguna otra casa en la que la preferencia de una dama por un caballero la haga demostrar con heces de cabra.

  • - Es curioso. También yo he pensado en eso mismo -respondí.

  • Acabamos de desayunar. Rosa, la ama de llaves de la fonda, ponía la correspondencia de cada uno al lado de su plato. Y en el lugar de Paco, dominando la escena como un emblema de triunfo, había una lata con heces de cabras, que la señorita Laura le había enviado. A pesar de su papel verde de envoltorio, sabíamos lo que contenía, ya que siempre utilizaba el mismo tipo de envase: una lata de Cola Cao, de 12 centímetros de ancho por 20 de alto; o las conseguía de las tiendas de ultramarinos de la comarca, o a ella le gustaba en demasía el Cola Cao. Vayan ustedes a saber.

  • De lo que no cabía duda era del cariño que la señorita Laura sentía por las cabras, como si estos animales dominasen su vida. Lo cual era extraño, porque cuidar de cabras era, como mínimo, una dedicación sorprendente para semejante belleza de mujer, que bien podría haber entrado, sin ningún esfuerzo, en el mundo de la cinematografía o en el de la televisión. Encantos intelectuales y, sobre todo, "físicos" no le faltaban.


  • Otra de las rarezas de la señorita Laura era que nunca había tenido pareja. Cada vez que iba a su granja, a examinar a algunas de sus cabras, me sorprendía que una chica como ella pudiese mantener alejados a los hombres. Contaba 33 años: alta, morena, ojos claros, cuerpo silueteado, piernas torneadas; una auténtica anatomía "10". Mientras miraba el contorno de su agraciado rostro, me preguntaba si era su mandíbula recia y firme lo que hacía que no se le acercaran pretendientes. Pero no, era una mujer con buen carácter. Concluí que no quería emparejarse. Vivía permanentemente en su lujosa mansión, poseía fincas urbanas y rústicas, automóviles de lujo, alhajas, cuadros de célebres pintores..., y, por supuesto, dinero, mucho dinero. Aparentemente era feliz. ¿Se podía estar en mejor situación?


  • Pero con el transcurrir del tiempo descubrí que esas heces constituían una muestra de su afecto. Se tomaba muy en serio su profesión de ganadera y, por esto, quería que las heces de sus cabras se analizarán con regularidad en algún laboratorio, en busca de parásitos. Las muestras siempre iban dirigidas a Paco, y yo no había reparado en ello hasta que una tarde, después de que le hubiera causado alegría cuando le extraje una brizna de paja incrustada en un ojo a una de sus cabras, el conocido envase aparecía junto a mi plato: "Doctor Alfonso". El teclado de una vieja Olivetty había escrito mi nombre en una etiqueta adhesiva.


  • Fue entonces cuando me daba cuenta de que eso era un gesto de aprobación. En la antigüedad, los caballeros feudales llevaban un guante sujeto a la silla de montar, o un pañuelo en la punta de la lanza, como una seña de la admiración que sus damas sentían por ellos. En el caso de la señorita Laura, eran heces de cabras. Evidenciando ella con ello que gustaba de conservar algunas tradiciones.


  • Cuando era yo el que recibía la lata, la expresión de Paco mostraba un gesto de sorpresa, o, más bien, de contrariedad, y supongo que en la mía habría uno de vanidosa satisfacción.


  • Pero, en realidad, Paco tenía de qué preocuparse. Pasados dos días, la lata aparecía de nuevo junto a mi plato. Después de todo, esto era lo más normal, porque si el verdadero atractivo masculino tenía que ver con esa situación, "no cabía duda de que yo le sacaba a él una evidente ventaja, Jajaja".


  • Toni perseguía a las chicas, con dedicación y no menos éxito. Paco no tenía motivos de quejas, en este sentido. "Pero yo estaba en una escala superior: las volvía locas, Jajaja; no tenía que perseguirlas, ellas me perseguían". Cuando Paco, Toni y yo nos conocimos, en en la ciudad de Huelva, pude comprobar que eso que se decía acerca del atractivo de un hombre con cara angulosa, era verdad. Si a ello se le unía "mi encanto natural, jajaja, y mi acusada personalidad", era inevitable que la susodicha lata apareciera siempre junto a mi plato.

    -sigue-




Comentarios

  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII
    editado marzo 2022

    • Y así ocurría durante algún tiempo, sin importar el hecho de que tanto Paco como yo, acompañado de Toni, fuésemos a inspeccionar las cabras de la señorita Laura. Nuestras visitas eran frecuentes, ya que la espectacular ganadera avisaba al más mínimo asomo de malestar en alguno de sus animales.


    • Empero, una mañana en que oí su voz al teléfono, me percaté de que esa vez no era para algo tan trivial. Su voz sonaba a nerviosa y llorosa. Llamaba desde su mansión, ubicada en "Granja Rupestre", a unos veinte kilómetros de nuestro pueblo, y por ende de nuestro consultorio.

    • -¡Doctor Alfonso, Tina se enganchó el lomo en un clavo que le ha causado una herida profunda! ¿Puede venir a examinarla, por favor? De ser afirmativo, no se retrase.
      -¿Tina? ¿Quién es Ti…? –me interrumpí.
      -Tranquilícese. Dejaré lo que estoy haciendo e iré de inmediato –no volví preguntarle nada más, imaginándome que se trataba del nombre de una de sus cabras.

    • Sentía una satisfacción que me recorría todo el cuerpo. Este era un trabajo de sutura, y a mí me gustaba esta clase de trabajos; eran fáciles e impresionaban a los clientes. Me desenvolvía mejor en este campo que en el del diagnóstico. Por eso, mientras, en este caso, la señorita Laura, me preguntaba sobre las enfermedades de las cabras, me ponía en un serio aprieto. En la facultad no nos habían enseñado gran cosa sobre las cabras y, aunque había leído algo sobre ellas, no me consideraba un experto. En realidad, tenía pocas nociones sobre la vida y las costumbres de estos rumiantes trepadores.

    • Iba saliendo ya, cuando Toni emergía de la profundidad del sillón, en el que se pasaba buena parte de la mañana. Se estiró, bostezó y se incorporó. Parecía muy interesado en la llamada telefónica:

    • -¿Era, por casualidad, la señorita Laura? ¿Algo sobre las cabras? Te acompañaré. Esta mañana me apetece salir.
      -¡Vamos entonces! –sonreí, mirándolo. Pero, para mí, Toni era siempre una buena compañía.

    • La ganadera nos recibió desprendiendo un embriagador perfume y conscientemente embutida en un sedoso mono beige, que en nada disminuía su atractivo, al contrario, tenía tal color y tal ciñe, que parecía su propia piel.

    • -Agradecida por venir tan pronto, doctor Alfonso, señor Toni. Síganme, por favor -y comenzó a caminar con un contoneo natural, pero que a mí me parecía excitante, e incluso añadiría que mareante.

    • Ir detrás de semejante monumento era un premio y un peligro para la vista. De hecho, mientras cruzábamos el cobertizo, Toni, hipnotizado con lo que estaba viendo, tropezó y cayó. La figura que nos precedía se giró, preguntó qué había ocurrido, y enseguida, sonriendo y sin dar más importancia al asunto, apresuró el paso hacia los establos, que se hallaban al fondo.

      -¡Véanla, ahí está mi pobre Tina! –dijo, cuando llegamos. Se cubrió la cara con la mano, y añadió-: ¡no puedo mirarla, me causa pena, llanto y miedo!

      Tina era un bello ejemplar de la raza ibérica, pero su belleza estaba deteriorada por una herida en forma de 'V' que le había desgarrado la piel a la altura del hombro, dejando a la vista los músculos hasta el hueso. Causaba impresión, pero la herida era superficial, por lo que podía cerrarla con relativa facilidad, y a la vez que me esponjaría frente a su dueña. Ya me veía yo insertando por última vez la aguja, señalando la invisible herida y diciendo: "ya acabé; ¿la ve usted mejor?", mientras la señorita Laura, más tranquila, me miraba embelesada. Pero, por el momento, solo veía una mujer triste, entrelazando los dedos, al tiempo que me preguntaba:

      -¿Cree usted que puede salvarla, doctor Alfonso?
      - Por supuesto -asentí-. Necesita de un laborioso trabajo de sutura, pero estoy seguro de que lo aguantará. Estos ibéricos son fuertes y resistentes.
      -¡Gracias, muchas gracias! Traeré ahora mismo un poco de agua caliente –respondió, a la vez que empezaba a caminar hacia la vivienda.

      -sigue-



  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII


    • En pocos minutos, ya estaba listo para la intervención. Toni sujetaba la testa de la cabra mientras yo le desinfectaba la herida. Empecé a coser. La señorita Laura, que ya había regresado con el agua, me facilitaba las tijeras para cortar cada punto. Todo empezó de lo más normal, pero la herida era grande, por lo que llevaría tiempo en cerrarla. Traté de buscar un tema de conversación, con la idea de que la clienta se evadiera un poco. Pero, súbitamente, Toni intervino. Al parecer, había pensado lo mismo que yo.

      -¡Bello animal la cabra! -exclamó, dando una sublime importancia a su dicho.
      -¡Ay sí! –la señorita Laura suspiraba, regalándole a Toni una luminosa sonrisa-. Estoy de acuerdo con usted.
      -En realidad, es el animal doméstico más arcaico –y seguía Toni-. Las pinturas rupestres muestran que la cabra ha sido parte de la vida del hombre desde un tiempo inmemorial. Este es un pensamiento fascinante -concluyó, por el momento…

      Desde mi posición en cuclillas, miraba sorprendido a Toni. En mis conversaciones con él, había descubierto muchas cosas interesantes, pero las cabras no estaban incluidas en ese lote…

      -Tienen un buen metabolismo –añadía Toni, de pronto-. Comen lo que otros animales ni siquiera miran, y de estos alimentos producen buena y abundante leche.
      -Desde luego -asintió la mujer, gustándole la charla, a la vez que interesada en el tema elegido por el estudiante de la carrera de Veterinaria.
      -Y tienen carácter. Son duras en todo clima, además de tener un estómago temerario por ingerir impunemente plantas venenosas que podrían matar a otros animales.
      -Sí, son asombrosas –la señorita Laura lo miraba, extasiada, y mientras tanto estiraba el brazo y me daba mecánicamente las tijeras, sin mirarme siquiera.

      Contrariado y enfadado, sentía la imperiosa necesidad de que tenía que intervenir en la conversación.

      -Las cabras son extremosas… -empecé a decir.
      -Pero, ¿sabe qué? -Toni, muy astuto, volvía a la carga-. Lo que más gusta de ellas es su naturaleza afectiva. Es por eso que personas como usted les coja cariño.
      - Es verdad –afirmó, convencida de lo que estaba escuchando-. Ya veo que es usted un buen entendido en cabras, señor Toni.

      Toni extendió una de sus manos y comenzó a "coquetear" con el heno del pesebre.

      -Ya veo que alimenta bien a sus cabras: cardos, ramas de arbustos, plantas fibrosas... Es obvio que sabe que prefieren esta clase de comidas. Y es por eso que están tan sanas.
      -Muy amable de su parte, señor Toni -se ruborizó-. Pero también les doy concentrados, alternándolos con una alimentación natural.
      -Cereales integrales y otros productos alimenticios similares, supongo –añadió, Toni, convertido ya en el verdadero protagonista del, para mí, demasiado largo diálogo.
      -Siempre. Y esto es lo que los veterinarios recomendáis, ¿no?
      -Así es. Eso les mantiene alto el pH, porque si el pH está bajo, pueden sufrir hipertrofia de las paredes intestinales o una inhibición de las bacterias que digieren la celulosa.

      -sigue y termina en siguiente página-



  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII


    La señorita Laura miraba a Toni como a un profeta. Estaba realmente extasiada.

    -¿¡Me alarga las tijeras, por favor?! –gruñí.

    Estaba empezando a sentir un calambre por la posición en la que me encontraba, y a la vez un disgusto por la creciente sensación de que la señorita Laura se estaba olvidando progresivamente de mí. Empero, seguía con mi trabajo. Pero una parte de mí estaba feliz por ver cómo la piel había cubierto la zona descubierta, y la otra escuchaba pasmada a Toni. "También yo estaba en el trayecto hacia el éxtasis".

    Después de un largo espacio de tiempo, dedicado exclusivamente a mi trabajo, inserté el último punto y me levanté, pero con cierta dificultad, por haber estado tanto tiempo en posición de cuclillas.

    -¿La ve usted bien, señorita Laura? –le pregunté, sin causar el impacto que esperaba.

    Y no se había producido ese impacto porque la señorita Laura y Toni se encontraban enfrascados en una distendida conversación sobre los méritos relativos de las diferentes razas de cabras

    "¡Sin duda, ya he llegado yo al éxtasis!" -me dije para mí

    De pronto, la señorita Laura parecía que se percataba de que había terminado, pero no sabía cuándo ni cómo había acabado el trabajo Finalmente, me miró.

    -Gracias, doctor Alfonso -dijo, distraída-, se ha esforzado usted tanto en su trabajo que ya finalizado es el momento de que ambos tomen un café u otra cosa que les apetezca.

    Encima, pronunció la palabra "ambos".

    Con nuestras tazas sobre la mesa del amplio y lujoso salón de la mansión, Toni hablaba incansable sobre la alimentación de las crías destetadas y las disímiles anestesias para quitarles los cuernos.
    Pero, súbitamente, la señorita Laura se volvía hacia mí. Seguía bajo el influjo de Toni, pero los convencionalismos sociales le dictaban mi inclusión en la conversación:

    -Doctor Alfonso, hay algo que me preocupa y me gustaría que usted me la aclare –hizo una pausa -: yo comparto pastos con la granja junto a la mía y mis cabras pacen con las ovejas de mi vecino. Ha llegado a mis oídos que sus ovejas padecen de Cocidiosis. ¿Hay alguna posibilidad de que mis cabras se contagien?

    Di un prolongado sorbo a mi café, con la idea de que me diera tiempo a pensar algo...

    -Pues… yo diría que… –empecé a decir, pero…
    -No es probable -Toni volvía a intervenir-. La mayor parte de los cocidios que provocan la enfermedad es específico en los animales que lo portan. Diferente es que alguna de sus cabras haya contraído esa enfermedad por sí sola.
    -Gracias, señor Toni.
    Sin embargo a la adelantada respuesta de Toni, la señorita Laura me miró y me habló de nuevo, como queriendo darme una última oportunidad, y me preguntó:
    -¿Y qué ocurre con los gusanos? ¿Pueden infectarse mis cabras con los gusanos de las ovejas?
    -Bueno… –empezaba a brotar un sudor en mi frente.
    -Por supuesto –saltó de nuevo Toni, entrando una vez más en escena. Y yo ya no sabía si era en mi ayuda o por un lucro personal-: como iba a decir el doctor Alfonso, hay peligro de infección, pues los gérmenes causantes son comunes en las dos especies. Tiene que desinfectar sus cabras a menudo. Si decide hacerlo, el doctor Alfonso puede facilitarle un programa.

    Me hundí, más aún de lo que ya estaba, en mi sillón, y dejé que Toni siguiera hablando acerca de lo que le diese la real gana, incluso hasta quedarse sin voz. Cuando, por fin, terminó, nos encaminamos juntos hacia el coche, no sin antes llevar mi mirada hacia la señorita Laura, reclamando su atención:

    -¡Regresaré en quince días, para retirar los puntos a Tina!

    Tuve la sensación de que ésas últimas palabras fueron lo único que atendió, con relativa atención, la espectacularmente bien hecha señorita Laura.

    Entramos al coche, y yo era el que iba a conducir. Y conduje, al menos dos kilómetros, casi volando. Poco después, detuve el coche en una vereda y miré con cara de asombro a mi acompañante.

    -¡¿Desde cuándo eres un experto en cabras?! –pregunté, con aspereza en la voz-. ¡¿Y de dónde has sacado esos tecnicismos que predicabas, y precisamente a la señorita Laura? –añadí, en el mismo tono.

    Toni sonrió y se echó hacia atrás en su asiento, Finalmente, soltó una risotada.

    -Lo siento, Alfonso –respondió, dejando de reír-: como tú sabes, presento mi tesis este próximo lunes, y he oído decir que el catedrático la está orientando hacia las cabras. Llevo más de un mes preparándome, y anoche mismo terminé de estudiar todo lo que pillé a mano sobre ellas ¡Es increíble la oportunidad que he tenido de sacarlo a la luz tan pronto!
    -Ya, ya veo... ya veo... De ser así, me gustaría ver lo que estudiaste. No me había dado cuenta de lo ignorante que soy.

    A la mañana siguiente se originaba la interesante secuela de los hechos de la tarde anterior. Paco y yo entramos al comedor para desayunar, pero Paco se detuvo en seco y miró hacia nuestra mesa, y en ella estaba la lata de Cola Cao, pero esta vez al lado del plato de Toni: "el inventor de las cabras, el padre de las cabras, el mayor conocedor de cabras del mundo". Paco se acercó y leyó la etiqueta. También yo le eché un vistazo. No había duda: la nota junto a la lata de Cola Cao estaba dirigida a Toni, ¡pero esta vez escrita de puño y letra por la señorita Laura!

    Me quedé durante unos instantes desconcertado. Pero pronto reaccioné, corroborando lo desconcertante que son algunas mujeres, en cuanto a la apreciación del afecto.

    Paco no dijo palabra, solo se fue hacia su lugar y se sentó. Yo lo seguí e hice lo mismo. Pasados unos pocos minutos, Toni se reunió con nosotros; miró la lata, leyó la etiqueta y empezó a desayunar. No hizo ademán de triunfo y fue en todo momento considerado con Paco y conmigo.

    Empero a que ninguno de los tres pronunciamos palabra, un hecho innegable pesaba en el ambiente: "a Toni lo había convertido de repente la señorita Laura en el hombre fuerte del grupo".

    Ello me llevó a pensar que para un buen profesional en la Veterinaria, y en la profesión que sea, es recomendable conocer la idiosincrasia de su clientela, sin importar que sea hombre o mujer.

    A los pocos días de la última visita que hicimos a "Granja Rupestre", la señorita Laura ordenó cerrar "Rupestre" y trasladar sus cabras a una granja que había comprado más cerca de nuestro pueblo. ¿El nombre? Se lo pueden imaginar, sin esfuerzo:: "Las Cabras de Toni".

    Terminada su carrera, Toni fue a ejercerla a nuestro consultorio, y quizás por eso la ganadera compró una nueva granja, casi pegada a nuestro pueblo. Yo desconocía esa decisión, pero sí sabía que nuestro amigo y ya colega Toni era el único que a partir de entonces inspeccionaba las cabras de la señorita Laura. Contaban, decían, comentaban... las lenguas comidilla que entre ambos había surgido una relación mucho más allá de lo profesional, a pesar de la diferencia de edad: Laura, 33 años, y Tony, 24. Algo indicaba que Cupido había hecho otra de las suyas, gracias a su flecha y... ¡cómo no!, a las cabras.





    Antonio Chávez López
    Sevilla marzo 2022


  • GadesGades Garcilaso de la Vega XVI
    Jajajajaja
    Amigo Antonio, vuelvo a disfrutar con esta historia tuya. Tu ingenio es admirable. Me hizo reír de nuevo y mira que últimamente es complicadillo eso. 
    El joven les adelantó con facilidad. Puedo imaginar la cara de Alfonso durante la intervención de sutura jajaja. Y ese detalle de la lata de Cola Cao... ¡qué puntazo!

    No te corrijo nada porque solo me percaté de alguna repetición (errata).
    Un abrazo amigo.

  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII
    Gades dijo:
    Jajajajaja
    Amigo Antonio, vuelvo a disfrutar con esta historia tuya. Tu ingenio es admirable. Me hizo reír de nuevo y mira que últimamente es complicadillo eso. 
    El joven les adelantó con facilidad. Puedo imaginar la cara de Alfonso durante la intervención de sutura jajaja. Y ese detalle de la lata de Cola Cao... ¡qué puntazo!

    No te corrijo nada porque solo me percaté de alguna repetición (errata).
    Un abrazo amigo.


    Pues sí, sin modestia, me salió un relato ameno con algunos grumos de humor. El doctor Alfonso y el doctor Paco (casi cuarentones ya) tuvieron que claudicar frente a la juventud del "tunantillo" Toni (veinteañero). Y la treintona señorita Laura no era tonta, no; porque, además de que le impresionaron los saberes sobre cabras del joven, 24 años tienen más fuerza que 40... Sobran más comentarios, jajaja.

     :)

     
  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII


    -o-

     :)

     
  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII

    -o-

     :)

     
  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII



    Tengo pendiente la lectura del señor @antonio chavez, intentaré leerla con calma esta noche, como tenía planeado, y comentarla de igual forma, aunque se cierre la lista.
    Abrazos de luz para todos.


  • Me estuve entreteniendo con la cantidad de detalles sobre la dieta de las cabras y la operación. Y también resulta interesante ver como el amor puede llegar en el momento en el que uno menos se lo espera, incluso cuando uno cree que nunca le va a llegar. Muy buen escrito, amigo Antonio.
  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII
    Me estuve entreteniendo con la cantidad de detalles sobre la dieta de las cabras y la operación. Y también resulta interesante ver como el amor puede llegar en el momento en el que uno menos se lo espera, incluso cuando uno cree que nunca le va a llegar. Muy buen escrito, amigo Antonio.

    ¡Hombre, el historiador perdido!

    Gracias por leerme y por colaborar, amigo Gary

    Un saludo afectuoso

     :) 


  • Hombre, amigo, muchas gracias por el saludo. Así sea de a poco, pero por aquí ando y me quedo.
  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII


    -o-

     :) 


  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII

    -o-

    ¡Venga, parriba!

     :)

     
  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII


    -0-

     :)

     
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