Tengo sueño. Llego ahora del trabajo y mi traje cansado pide siesta. Los niños demandan el beso y el plato en la mesa. Me susurra al oído desde lejos la almohada y mis ojos quieren escapar corriendo hasta dormir sobre ella. Los cacharros en la fregadera piden a gritos ser fregados pero mi cuerpo abatido se sienta. Me escondo detrás de mis párpados cerrados para ausentarme por tres minutos y medio, pero los niños me desnudan de este escondite y tirándose sobre mi, me abrazan. El riego de su amor es algo más que medicina, y me levanto de la siesta sin haber dormido todas las vidas necesitadas.
Me resulta bello estar cansada y sentirme amada al mismo tiempo. Joven y vieja al instante, en equilibrio.
Comentarios
Esto bien podría ser un microrrelato o un cuento corto. El amor, la ternura y la comprensión hacia los más pequeños están muy por encima de todo. En unas concisas y concretas diez líneas has escrito una joya. Mis felicitaciones.
Por otro lado, hay veces que me siento igual. Aunque soy joven, hay veces que tantas cosas por hacer lo agotan. Pero es el fruto del esfuerzo el que hace que ese cansancio valga la pena.