Nos conocimos en el tren que comunica el aeropuerto con la ciudad. Entonces éramos dos jóvenes libres y solitarios, dos extranjeros en una ciudad extraña.
Ella estaba sentada junto a una ventanilla, yo me senté junto a la ventanilla de enfrente, al otro lado del pasillo, aunque el vagón no tenía más viajeros que nosotros dos. La contemplé simulando que miraba el paisaje del otro lado. Durante un instante nuestras miradas se cruzaron. Poco después, la sorprendí mirándome fijamente, se ruborizó y centro su mirada en la lectura de la revista que saco inmediatamente del bolso, aunque no paso página alguna durante todo el trayecto.
El tren entro en el largo túnel que cruza la ciudad hasta la estación central.
Nos contemplamos indirectamente, a través del reflejo de nuestras imágenes en los cristales de las ventanillas sobre el fondo oscuro del túnel, fingiendo que observábamos atentamente el “paisaje”. Entonces, armándome de valor para vencer mi timidez, la saludé sonriendo y agitando la mano para que me viese a través del reflejo de su ventanilla. Ella, sintiéndose sorprendida otra vez, aparto la mirada y repasó rápidamente todas las páginas de la revista.
En aquel momento llegamos a la estación y pronunciamos nuestras primeras palabras:
–
¿Me permite que la ayude a bajar su maleta? Pesa más que usted y yo juntos.
– pregunté antes de caer de rodillas junto a sus pies.
–
Sí, gracias. Pero antes, átese el cordón de su zapato para no volver caerse.
– respondió sonriendo, mientras me ayudaba a levantarme.
***
Llevamos más de 25 años viviendo juntos. Después de aquel feliz encuentro, miramos los dos en la misma dirección: seguimos el
mismo camino
Comentarios
Gracias por el comentario, Amparo, mi fiel lectora. El tropezón fue muy oportuno.
Salud y ventura.
El protagonista inspira ternura. La misma ternura que también le inspiraría a la chica del tren. Me imagino su sonrisa al verlo tropezar después de haberse ofrecido amablemente a llevarle las maletas: en ese preciso, divertido y tierno instante, ella debió enamorarse de él.
Saludos. Hasta pronto.
En cualquier lugar podemos encontrar el amor de nuestra vida, siempre y cuando estemos predispuestos.
Gracias por tu amable comentario. Salud y ventura.