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Sin alas

sus2012sus2012 Anónimo s.XI
editado diciembre 2012 en Narrativa
El sol le dio un sopapo cuando asomó por primera vez al mundo. Salir al aire fue un cambio brusco pero reconfortante. Sentir la brisa y el calor le hacía sentirse bien. Pronto llegó la noche, y el frío, ya no era tan bonito como había imaginado, se sintió solo, aunque, seguramente, no lo estaba, no podía saberlo, estaba demasiado oscuro. Se durmió, bueno, dormitó.

La mañana llegó y con ella el calor, se sintió bien de nuevo, al rato las nubes hicieron su aparición y comenzó a llover, débilmente. Le gustó. Sentía como sus raíces absorbían el agua que se filtraba y le llenaban por completo, estaba creciendo.

Así transcurrieron varios días y con ellos alcanzó la altura de veinte centímetros. Qué bonito veía el campo en el que había nacido. Una margarita aquí, un montón de tréboles allí, árboles, hierba,… y él. También había mariquitas, escarabajos, abejas y avispas, y un sinfín de animalillos que correteaban de un lado para otro, afanados en sus quehaceres; pero sobre todo había pájaros, a los que admiraba, podía estar todo un día viendo sus vuelos: altos, picados, rasantes … Se quedaba extasiado y maravillado mirando los pájaros, seguramente con una pizca de envidia.

–Algún día yo también volaré -Soñó-.

Una noche, cuando había alcanzado ya la altura de veinticinco centímetros, tuvo un sueño en el que por fin conseguía volar, se alzaba alto, seguía las corrientes de aire y jugueteaba con las nubes. Pero los sueños duran poco y, siempre, amanece de nuevo. En el fondo de su corazón, allí donde ese deseo de volar se hacía cada día más y más fuerte, sabía que una planta no vuela. Seguiría allí, unido al suelo, absorbiendo agua, fabricando oxígeno, creciendo. Triste. Se sintió triste. Pasaron unos cuantos días más, los más tristes de su existencia.

Un día, un pájaro voló muy cerca de él, y evitó mirarlo, ya no quería verlos volar, su envidia era más fuerte que su admiración. Podía sentir el aire que removían sus alas, estaba muy cerca; tan cerca, que su parte superior, un trocito de él, seguramente el más importante, su semilla, salió desprendida y, mecida por el viento, ascendió mucho más arriba de lo que nunca había soñado. El viento le alejó de su campo, muy lejos, no le importó, sabía que no volvería, pero no le importó. Pasó flotando entre los pájaros. Acarició las nubes.

Voló.

El Diente de León, por fin, voló.

Comentarios

  • PerplejoPerplejo Fernando de Rojas s.XV
    editado diciembre 2012
    Un cuento clásico. Con estructura de cuento. Sólo por eso te doy las gracias. A mí me encantan las historias con moraleja final y me ha merecido la pena leerlo entero.

    Mira, me ha parecido interesante cuando, empatizando con la plantita, te has visualizado envidiando a los pájaros aleteando al lado tuyo. Sí, ese toque adulto tan auténtico de la frustración y el compararse. Y esa imagen tan insólita del pájaro molestando a la flor con su aleteo. No hay nada de Disney en ello, gracias.

    Mucho mejor que los tópicos iniciales de la brisa -¿y el aire también?-, el sol ¿y el calor también?. Demasiadas frases para no decir nada nuevo. Sin embargo, astuto recurso el de no desvelar que era una planta al primer párrafo y dejarnos sospechar que era el típico relato de bebé recién nacido. Si llega a ser así, te advierto, hubiera dejado de leer el cuento, jeje.

    También nos has dejado intrigados sin saber hasta el final si era arbusto, planta, flor o árbol. Al final era un diente de león, bueno, está bien, te lo compro. Cuando el escritor omite información importante porque sí, porque le da la gana, le puede salir un final de LOST. Quiero decir, dejar demasiados datos sin desvelar puede ser percibido como una táctica sucia por el lector ya que, en la historia, no hay nada que justifique esa intriga.

    Por lo demás, me ha parecido un cuento sencillo pero eficaz.
  • sus2012sus2012 Anónimo s.XI
    editado diciembre 2012
    Gracias Perplejo por tus comentarios, sobre todo por lo acertados que son. Un saludo.
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