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En tan solo un segundo,la vida cambia a un anochecer eterno

Borja Hernández SalidoBorja Hernández Salido Anónimo s.XI
editado octubre 2009 en Narrativa
La luz se filtraba,acompañada de voces lejanas,entre las rendijas de la persiana de la vieja y carcomida por los años, ventana de aquella habitación de hostal.Una pequeña cómoda al lado de la cama yacía rota sobre sus patas en el suelo,sus cajones abiertos,algunos, destrozados a varios metros de ella.En la pared del fondo,un reloj mugriento marcaba las once.Sobre la cama,entre las sábanas, un mar de fotográfias de todos los tamaños posibles,parecían bellos recuerdos de unas vacaciones de invierno.Sobre una butaca de terciopelo rojo junto a la puerta de la habitación, dormía un hombre. Desaliñados sus cabellos.aún vestido y con los zapatos puestos, su brazo izquierdo colgaba inerte y sus dedos casi rozaban el suelo,a unos centímetros de ellos, una botella volcada de coñac derramaba pequeñas gotas lentamente,orgullosa de ser la causante de tal destrozo.El sonido de un claxon sacudió el entorno viciado de aquel lugar,y despertó de un sobresalto al hombre que dormía.Unos segundos después,éste, se echó las manos a la cabeza y torció el gesto,malos recuerdos y alcohol, buenos compañeros para un desgraciado bajo las estrellas.Tras unos minutos, se levantó de la butaca y observó lo que había hecho.No mostró asombro,sino que con semblante serio,se irguió y volvió a ojear las fotografías.
-Ya no importa nada,lo que el alcohol no me dejó hacer anoche,la luz se encarga de disipar toda duda,si existe algo después,quiero estar a tu lado.-dijo casi en un susurro áspero.

De su bolsillo derechó extrajo un Zippo, se agacho y recogió la botella de coñac, aun quedaba suficiente,lo derramó sobre la cama y soltó la botella,ésta,estalló en mil pedazos contra el suelo.Encendió el Zippo y lo lanzó,cayendo sobre la fotografía mas grande, en ella una mujer de cabellos dorados sonreía a la cámara,era bellísima.
En un instante las llamas reptaron por las paredes,las fotografías se retorcieron y se encogieron sobre sí mismas,ante los ojos incandescentes e inexpresivos de aquel hombre,que ya sostenía sobre su mano derecha un brillante revolver.Se lo acercó lentamente a la sién,y antes de apretar el gatillo dijo: -Es curioso,un coche desgració nuestras vidas,y otro, me ha despertado para reunirme contigo,amor.
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