Uno tendría que poder volar, volar lejos, hacia adonde, es igual, ser libre de qué y para qué no importa tanto. Esa idea me ha facinado siempre.
Recién en las vacaciones estuve con mi mujer en nuestra casa, donde el mar, largas caminatas, buena comida, vino, discusiones.
En la última semana me atacó una gripe, dolores en la gargantua, en la cabeza, en las piernas.
Vengo de mi trabajo, un día agotador hoy, todos creen que nosotros como asistentes sociales y el estado pueden solucionar sus problemas.
El no arregló la cocina, la ropa está todavía en la lavadora, está acostado en el sofá y duerme, a pesar que ya son las cinco de la tarde.
En el último tiempo está siempre cansado, probablemente efectos tardíos de la gripe.
Le miro, tiene 50 años, ahora se ve mayor, agotado, cansado, resignado.
Me gustó y me gusta todavía este hombre, aúnque estoy casado con él más de 20 años. Es inteligente, comprensivo, cariñoso y tiene mucho humor.
Le despierto con un beso, después trabajamos juntos en la casa y cenamos .
Viendo la televisión tomamos un vino, se le cae el vaso du su mano, temprano vamos a la cama, yo tengo mañana un día muy dificil.
Voy al médico, los dolores en mis piernas aumentaron, casi no podía dormir en la noche. El doctor Lauer me hace examenes exhaustivos, una anamnesia muy detallada y me mira extrañado.
Me da licencia por una semana y me manda al hospital. Allá tendrían que hacer más examenes, dice.
Durante toda la mañana estoy sometido a diferentes examenes neurológicos, me sacan una muestra de la columna, un líquido.
Está otra vez tendido en el sofá, mira sin ver. Preparamos juntos la cena, mínimos trabajos fisicos le agotan.
No he contado nada a mi mujer, ni he hablado de la visita donde el médico ni de mi licencia. Ella sale temprano a su trabajo.
Me duelen todas las articulaciones, también la columna. A pesar de esto voy a trotar, nuestra casa está situada directamente al lado de un bosque.
A lo mejor me siento después mejor, recuerdo que trotar siempre me ha ayudado superar situaciones problemáticas. Se activan hormones de la felicidad, lo que necesito ahora urgentemente.
Me pongo un buzo, salgo de la casa, empiezo a trotar y caigo.
Con dificultades me levanto y cojeo a casa.
Sacandome los zapatos noto que mis manos hormiguean, mis piernas sin sensación. Casi no puedo caminar.
Voy a contar a Mónica que se me torció la pata trotando.
Volviendo a casa lo veo en la cama. Se torció el pié, dice. No se ve bién, a lo mejor tiene temperatura, habla poco con voz ronca.
Empiezo a preocuparme, no sabía que tiene licencia médica.
Muchas semanas estoy en la cama, me falta sensación en la piernas y las manos, tengo dolores en todo el cuerpo. Me siento pésimo.
He tratado de decir a Mónica que todo eso es efecto tardío de la gripe, que mi pierna no ha torcído sino tiene una mimositis, quizas una distorción que necesita su tiempo. Por eso mis dificultades a caminar.
En mi última visita donde el médico me explicó que tengo una enfermedad muy rara, una parálise progresiva causado por una perturbación en el sistema nervioso.
Tendría que ir al hospital, quedarme en la estación intensiva neurologica. Se esperaría complicaciones pulmonales y cardiaticas…
No seguí escucharlo, me levanté y salí con un taxi a casa.
Mirando a Jaime me caigo en tristeza y desesperación. Hablé bastante tiempo con su médico y supe todo de su enfermedad.
Ya se lo que le espera a él y a mí.
Hasta ahora había solamente leido sobres tales situaciones, ya tengo conocerlas realmente. Qué diferencia!
Todo ha cambiado, Jaime no puede trabajar más, yo renuncié de mi tabajo. No quiero perder ni un minuto del tiempo que nos queda. Quiero estar con él, pero sé, que se le puede ayudar muy poco.
Ya tengo mucho tiempo para pensar en todo que hice, que hubiese hecho de otra manera, quizás mejor, y no hice, en todo lo que quice hacer.
Caminar es casi imposible para mi, una parte de la cara no puedo mover. No puedo escribir, ni controlar los movimientos de mis manos y brazos. No puedo leer, que siempre me gustó tanto, no puedo concentrarme.
Casi no viene gente para visitarme , comunicarse conmigo es casi imposible.
Mónica trata aparecer de esperanza, con buen ánimo, todo va a mejorarse, dice siempre. Pero veo su esfuerzo y su desesperación.
Me lleva afuera, sentado en una silla de ruedas como un anciano. De vez en cuando vamos a un café, la gente mira mis movimientos incontroladas, mira el temblor de mis manos.
Mi capacidad de concentrame se pierde cada día más, pierdo recuerdos, me pierdo a mi mismo, atrapado en un cuerpo casi muerto
Le va peor, tiene dolores. Casi no puedo tragar, solamente alimentación liquida. No puedo hablar y hay momentos en las cuales no me reconoce.
Respirar le cuesta mucho, un día va ahogarse.
Una mañana fría, salimos de nuestra casa de vacaciones cerca del mar. Empujo su silla de ruedas al borde de una roca donde puede ver el mar.
Pájaros vuelan sobre nosotros, el no puede verlos, no puede levantar su cabeza, quizás puede escucharlos.
Escucho pájaros, vuelan sobre nosotros. Primero no puedo verlos, después sí, suspendidos entre cielo y agua, sin esfuerzo, libres.
Tendría que poder volar, salir de todo, ver todo de arriba, chico, no tan importante. Entonces estaría libre.
Miro a Mónica, ella está de rodillas al lado de mi silla de ruedas, me mira con tanto amor.
Quiero hablar del tiempo hermoso con ella, que la quiero todavía como al primer día, quizás más, que se quede con todos los buenos recuerdos comunes, pero mis labios no se mueven, ya mi boca no me obedece más.
Sus ojos me miran, miran como me hundo en soledad.
Estoy de rodillas delante de él, delante de su silla de ruedas, abrazo sus piernas flacas, veo como aspira con tanto esfuerzo, desesperado, noto que quiere decirme algo, incapaz de hacerlo.
Me levanto, tomo su cabeza en mis manos, le miro en sus ojos cansados, le toco su cara con cariño. Le llevo al borde de la roca y empujo la silla de ruedas adelante con fuerza.
Puedo volar...