- ” Ya pasa una mujer, una jovencita, estupenda, sería algo para nosotros si no estuviéramos aquí en la mierda. - - “Que ropa tiene?” - “Minifalda negra.” - “Y las piernas?” - “Ave María, qué piernas, que poto. esa necesita ningún colchón debajo su poto en la cama!” - “ Y los zapatos?” - “Por supuesto tacos altos.” - “Y el pelo?” - “Pelo negro, largo, casi hasta la cintura.” - “Anda sola?” - “No, un hombre anda a su lado, se ve como idiota, quizás su amigo.” - “Dime Manolete, no podemos cambiar nuestros puestos, mi cama tendría que estar de vez en cuando cerca de la ventana. La enfermera podría arreglarlo.” - “ Hombre, ya te he dicho mil veces, de ninguna manera vamos a cambiar puestos, me trajeron una semana antes de tí aquí. Además te cuento todo loque veo. Basta!” Nosotros dos tenemos 30 años, hace meses estamos en esa pieza en cama, casi no podemos movernos, ni podemos ir al baño, tenemos que cagar en una olla! Ninguna visita, yo puedo ver solamente al techo! Este Manolete en su cama puede ver a la calle, puede ver la vida. Tampoco estoy seguro que me cuenta todo lo que ve. De vez en cuando duerme todo el día. No quiere cambiar su puesto ni siquiera por un tiempo corto. Le he ofrecido dinero, pero sin éxito. De vez en cuando deseo que se vaya al infierno, que se pudra luego, entonces podría ver yo algo del mundo. Pensándolo bien es un concha de su madre. Ayer lo pillé. No siempre me describe todo le que el ve. Me hablaba de una mujer bella que pasaba, pero no mencinó su amiga o hermana que la acompañaba. Con esa quiso quedarse solo. Llegó la noche, todo oscuro afuera, ahora nadie pasa. La enfermera nos entregó unas tabletas para dormir, el Manoleto recibe unas tabletas especiales contra su toz. Siempre en la noche respira muy raro, parece que le falte aire. En plena noche despierto. El Manolete tose y respira con dificultad. Enciendo la luz. Su cara es completamente roja, ya cambia su color en azul, sus ojos parecen salir de la cabeza, mueve sus beazos como loco. Tendría que llamar a la enfermera, pero apago la luz. El manolete respira ya más despacio. Y entonces no escucho nada más. Por la mañana me pregunta la enfermera si no había escuchado algo. - “ No, con esas tabletas uno duerme como muerto”, contesto. Sí, el puesto delante de la ventana podría tener yo. Un poco más tarde se arreglaría. En fin podré participar en la vida, en fin voy a estar por lo menos un poco en el mundo. Después del desayuno la enfermera y un enfermero llevan mi cama a la ventana. Un día bonito, el sol brilla, casi podría cantar de alegría. Levanto la cabeza, miro por la ventana y veo sólo un muro.