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Dios

Yo estaba sentado en las escaleras de la catedral principal de la ciudad, de repente un hombre de entre 40 y 50 años se acercó a mí, tímido, con los ojos ahogados al borde de las lágrimas, y con una voz quebrada me dijo, "tengo miedo, siento que alguien quiere golpearme" en segundos reconocí su comportamiento, el hombre estaba teniendo un ataque de ansiedad, nunca supe cómo se debe reaccionar ante un caso así, y opte por escucharlo pero con un tanto de indiferencia, le dije, "no pasa nada, nadie quiere golpearlo, siéntese un rato" el hombre se sentó a un lado mío y comenzó a contarme que tenía tiempo viviendo en la calle, cada palabra que salía de su boca salía con tanto esfuerzo por no llorar, "llevo ya tiempo viviendo en la calle, y no se vale oiga, no se vale que yo esté pasando por esto" dijo mientras volteaba asustado a todas partes, "¿Usted cree en Dios?" Pregunté, "si, si creo, si creo en Dios", "entonces créelo, pero realmente créelo, ten fe" deje de hablarle de usted para darle más confianza, yo, siendo un completo agnostico. En ese momento su respiración se calmó, dejo de voltear a todos lados asustado y dejo de frotar sus manos, "no pasa nada verdad, solo es mi mente" dijo con una sonrisa forzada en su rostro, "así es, solo es la mente" respondí, el hombre se paró y se dio cuenta de que no había peligro alguno a su alrededor, eran puras familias siendo felices, cada quien en lo suyo, no lo note convencido, pero si más tranquilo a como estaba minutos antes, se quedó viendo al frente, y vi cómo se susurró a sí mismo, "nadie quiere golpearme". El hombre se fue, así como llego, nunca se presentó y por lo tanto tampoco tenía que despedirse, aunque yo esperaba que lo hiciera, que por lo menos dijera buenas noches y gracias, pero creo que soy yo quien debía agradecerle.


Diego Mora.

Comentarios

  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII
    editado 22 de enero
    Yo estaba sentado en las escaleras de la catedral principal de la ciudad, de repente un hombre de entre 40 y 50 años se acercó a mí, tímido, con los ojos ahogados al borde de las lágrimas, y con una voz quebrada me dijo, "tengo miedo, siento que alguien quiere golpearme" en segundos reconocí su comportamiento, el hombre estaba teniendo un ataque de ansiedad, nunca supe cómo se debe reaccionar ante un caso así, y opte por escucharlo pero con un tanto de indiferencia, le dije, "no pasa nada, nadie quiere golpearlo, siéntese un rato" el hombre se sentó a un lado mío y comenzó a contarme que tenía tiempo viviendo en la calle, cada palabra que salía de su boca salía con tanto esfuerzo por no llorar, "llevo ya tiempo viviendo en la calle, y no se vale oiga, no se vale que yo esté pasando por esto" dijo mientras volteaba asustado a todas partes, "¿Usted cree en Dios?" Pregunté, "si, si creo, si creo en Dios", "entonces créelo, pero realmente créelo, ten fe" deje de hablarle de usted para darle más confianza, yo, siendo un completo agnostico. En ese momento su respiración se calmó, dejo de voltear a todos lados asustado y dejo de frotar sus manos, "no pasa nada verdad, solo es mi mente" dijo con una sonrisa forzada en su rostro, "así es, solo es la mente" respondí, el hombre se paró y se dio cuenta de que no había peligro alguno a su alrededor, eran puras familias siendo felices, cada quien en lo suyo, no lo note convencido, pero si más tranquilo a como estaba minutos antes, se quedó viendo al frente, y vi cómo se susurró a sí mismo, "nadie quiere golpearme". El hombre se fue, así como llego, nunca se presentó y por lo tanto tampoco tenía que despedirse, aunque yo esperaba que lo hiciera, que por lo menos dijera buenas noches y gracias, pero creo que soy yo quien debía agradecerle.


    Diego Mora.

    Da toda la impresión de que después de ese pequeño diálogo entre los dos personajes de tu relato, el hombre agnóstico comenzó a no negar la existencia en DIOS, sus palabras eran de FE, y eso es precisamente DIOS: FE.

    Bonita y significativa historia, Diego_Mora.

    Saludos afectuosos

     :)
     
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