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EL TEMOR DE UN VIEJO ROTO.

Una comunidad vivía en no tanta parsimonia.

Sucedía que un tipo grande y fornido llamado Alex, siempre era acusado de ser un gran ratero por sus vecinos. Otro muy parecido era Memo, alcohólico, paranoico y entrado en años. Sin embargo, éste frecuentaba la juventud, muy interesado en las profecías del Chamán acerca de aquella generación. De aquellos destacaba mucho un joven llamado Ae, muy sereno, suave y libre, que como cola tenía a un vecino un poco más junior apodado “Trasguito”, que lo seguía a todas partes con un dejo de envidia. Trasguito era muy querido por Alex y Memo, quienes rechazaban secretamente a Ae.

Ae estudiaba a menudo el comportamiento de sus cercanos, reflexionando en sus pocos momentos a solas, recostado bajo un gran árbol mirando hacia el cielo con las manos tras la cabeza para ver los haces de luz del Sol que aparecían entre el susurro de las hojas.. Comprendía que la comunidad reflejaba sus temores en Alex y Memo. “Es raro... parecemos piratas muertos de miedo” se decía. Pronto se sentía incómodo. Aparecía entonces Trasguito, quien se acercaba y lanzaba una piedra. Antes de volver a lo cotidiano, se dijo: “El Chaman está muerto de miedo”.

Cierto día, el Chaman dijo que se retiraba a las montañas a meditar porque el tiempo de las profecías se avecinaba. Luego de unas semanas volvió e hizo una gran reunión. “¡Me han tocado los Espíritus! Viene una nueva Era. Una gran luz se avecina y debemos prepararnos y sanar para afrontar a eso, nuestra oscuridad. Pocos se salvarán”.

Alex, mientras pasaban las semanas, fue volviéndose mucho más errático. Fue observado robando frecuentemente hasta que la comunidad lo castigó a golpes dejándolo gravemente herido. Pronto se alejó del lugar y nunca más se supo de él. Memo, asustado comenzó a frecuentar al Chaman, y luego de algunos días se acercó mucho a Trasguito.

En la comunidad empezaron a suceder varios altercados. Poco a poco todo se volvía caótico.

El Chaman luchaba consigo mismo. Temía demasiado la Luz. No comprendía la libertad de aquella. No cuajaba en su idiosincrasia. “Transparencia, transparencia, ¡transparencia!”, gritaba lleno de terror, mientra sufría y tiritaba. La paranoia lo estaba matando.

La envidia de Trasguito comenzó a florecer en desmedida. Se tornó violento y desconfiado. Cierto día trató de envenenar a Ae. La mezcla de ingredientes extrañamente no funcionó. Ese día Ae casi volaba frente a sus ojos. Pero bueno, Trasguito nada sabía del lugar que tomaría en toda esta espeluznante historia.


(Continuará).


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