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Mi amiga la noche
¡Tic, tac, tic, tac! El otrora inaudible sonido del reloj atormenta mis oídos a
tu llegada. El viejo parqué rechina con cada movimiento. Las ventanas crujen con
cada golpe de viento, y, a lo lejos, luces y raras sombras se ocultan como
temiendo ser descubiertas en semejante baile de sensaciones, de sentimientos
enfrentados. Pudor, miedo, seguridad y sosiego llegan con la caída del día.
Y allí, bajo mis sábanas, todo parece mejor. La esperanza se alimenta rodeada
de oscuridad, para renacer en cada nuevo día. No hay temor a pensar, ni a amar,
ni a mostrar nuestros defectos, ya que la oscuridad nos protege,
nos hace invisibles y a la vez ajenos a todo lo que nos rodea, como
indiferentes a todas las inclemencias repentinas, como ausentes...
También nos hace libres, permitiéndonos hacer todo lo que el día impide. Sueños, penas y pasiones se desatan bajo la luz de las estrellas, como lo haría un bravío mar, harto de morir en la orilla, como lo haría un pequeño velero, harto de tanto viento traicionero.
A veces las malas compañías, a veces las preciosidades divinas. Eres inspiración de bonitos poemas y tumba de brillantes poetas, cuna de muchos y regazo de los rechazados, amiga del olvido y la melancolía, pero también dulce compañía. La mejor compañera para un amante en soledad oscura e imprevisible.
Cada día espero ansioso tu llegada, pero cuando por fin me apremias con tu presencia, decido refugiarme, quizá temiendo perderte, quizá temiendo desearte demasiado, quizá temeroso y con la idea de no volver a verte, de caer rendido con cada amanecer.
Sé que te necesito, pero me atormenta tu silencio, sé que no puedo huir de tu mirada, pero me lacera tu indiferencia. Tu soledad me hace débil, y cuando me encuentro bajo de moral, la atenta mirada de tu brillante Luna, peligrosamente caigo enamorado de la tristeza.
A veces pienso en cómo sería mi vida si tú no estuvieses en ella, si tú no existieses, pero no puedo soportar la idea del vacío que dejaría tras de sí la luz de los días.
Aconséjame sobre cómo poder amarte, quererte sin que me acechen las pesadillas, sin que se apoderen de mí los miedos que te acompañan.
Explícame cómo lo puedo hacer para bajar del cielo tan rápido, sin que se reabran mis heridas, las viejas y las nuevas.
Y es que casi no recuerdo tus caricias, tu dulce melodía y tu suave tacto, y por eso vivo en una interminable agonía.
Para ayudarme, pero ayudarme de verdad, sólo te pido que vuelvas siempre, que yo te juro que por ti sacrificaré hasta las estrellas.
Y es que, ¿sabes algo dulce noche mía?, yo sólo deseo tu imposible compañía