Es hijo de Ethel y Jeremías Kaplan.
Su formación escolar infantil y juvenil corrió a cargo de sus padres en el rancho familiar de Jack Pine, dedicado al ganado, principalmente caballos y en menor medida reses bovinas. Ambas eran personas instruidas y amantes de las ciencias y de las letras.
Su padre, Jeremías, conocido de William Dickson Boyce, fundador de los Boy Scouts (y conocido de otras personalidades, como puedes ver en su biografía), fue benefactor de la organización en los condados de Teton y Sublette, e inculcó a su hijo Ricardo el amor por la naturaleza y su conservación, cosa que éste ya traía en la sangre.
Aunque no tenían especial interés en la política, padre e hijo eran grandes admiradores del legado de Theodore Roosevelt y de su mesura entre progreso y conservación de la naturaleza. De hecho, inspiró el segundo nombre de Ricardo.
A finales de 1930, un joven de Williston, Dakota del Norte, llamado Juan Broad, de una de tantas familias de granjeros víctimas de la crisis del 29 que tuvieron que emigrar a la costa oeste en busca de trabajo, se cruzó casualmente en la vida de los Kaplan y le ofrecieron un trabajo en el rancho. La familia admiró sus excelentes maneras para el trabajo, además de su carácter equilibrado y su buena educación. Desde el primer momento, Juan y Ricardo congeniaron muy bien, convirtiéndose el primero como en un hermano mayor para el segundo.
En el verano de 1933, los padres envían a Ricardo con su tío materno a la ciudad de Los Ángeles para estudiar Derecho en la USC Gould, donde, tras acabar los estudios, empieza a trabajar en un bufete de abogados en el cual comienza una prometedora carrera, ganándose el respeto de sus compañeros y sus jefes con su carácter íntegro, templado y diligente.
Aprovecha los fines de semana para escaparse al Parque Nacional de las Secuoyas, donde alquila una cabaña cerca de Kernville, aunque la mayor parte de las veces duerme al raso en los alrededores de Black Mountain, región con buenos ríos y arroyos para la pesca con mosca.
A principios de 1942, con 25 años decide alistarse como voluntario para participar en la liberación de Europa, siendo poco después uno de los primeros soldados en formar parte de la recientemente creada 101 División Aerotransportada, todavía con el efímero William C. Lee al mando.
En la madrugada del 6 de Junio de 1944 participó en el masivo salto nocturno de paracaidistas previo al Desembarco de Normandía, participando en importantes operaciones en la península de Cotentin que facilitarían posteriormente la toma de Cherburgo, puerto de vital importancia para el inicio de la ofensiva Aliada.
En Diciembre de ese mismo año, en la cruenta Batalla de las Ardenas, Ricardo fue herido en la cadera durante la épica defensa de Bastoña por parte de su división, y fue evacuado a un tren hospital para recuperarse de sus heridas.
Allí conoció a Teresa (Marie-Therese Lafayette), joven enfermera voluntaria francesa, con quien entabló una cordial e íntima amistad.
Casualmente el padre de Teresa, que se ganó una excelente reputación como ingeniero ayudando desinteresadamente en la reconstrucción de diversos pueblos de Francia tras la Primera Guerra Mundial, había sido invitado a participar como asesor en la construcción de la presa Hoover, en el río Colorado, pasando Teresa casi cuatro años de su infancia en Boulder City.
Teresa, instruida por su padre, era una gran conocedora y amante de las virtudes de la ingeniería y de la geología, quedando fascinada por el extraordinario paisaje del Gran Cañón del Colorado.
Ricardo se reincorporó a su unidad poco antes de la liberación de Berlín y, tras la rendición de Alemania, trabajó como ayudante del fiscal Robert H. Jackson en los juicios de Nuremberg.
Se dice que fue Ricardo quien animó al tenaz fiscal a reorientar sus argumentos contra los acusados, que se estaban debilitando con el transcurso de las jornadas.
Sin embargo la, para Ricardo, incomprensible indulgencia del fiscal con el nazi Albert Speer, provocó una notable e irreparable diferencia entre los dos, la cual hizo que Ricardo acabara renegando del proceso, del cual nunca le gustó volver a hablar.