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Andora o la pasión sublimada 11va. entrega (Por Carlos Pereyra)

Diciéndome esto, clavó sus ojos en mí y tomándome fuertemente por el brazo me amenazó:

-       ¿No pensarás irte con él? Soy capaz de matarte si te vuelves a burlar de mi

-       Por supuesto que no –dije apenas conteniendo el miedo- Yo prefiero complacerte a ti... así como lo estoy haciendo ahora.

Continué masturbándolo, tenía mi mano empapada con sus secreciones, pero aún no se venía. Esta vez, sin que yo se lo preguntara continuó hablando de Ferguson.

-       Es un infeliz degenerado ese viejo inglés, sólo viene por estas selvas a buscar mujeres que pueda engañar. Les dice que las hará actrices en Europa  y las muy estúpidas se lo creen... nunca más vuelven, dicen que las mata cuando ya no les sirven.

-       Entonces no le des a Chana. Puedes tenernos a las dos.

-       Es que quiero salir de ella, ya no me complace como antes... además necesito ese dinero para arreglar mi lancha. Ya antes de conocerte había pensado en eso.

Había recuperado fuerzas y tenía que preparar mi huida. Comencé a masturbarlo con más furia y con mi otra mano llegué hasta su cabello simulando una caricia. Mi plan consistía en cubrirle los ojos mientras le propinaba un golpe de gracia que lo dejara nuevamente tendido. El momento había llegado, cuando alcanzó el orgasmo bajé mi mano hasta sus ojos y al taparle la visibilidad no pudo percatarse cuando solté su verga para tomar una piedra que había avistado hacia rato. Le descargué un fortísimo golpe en la rodilla derecha que le impidió correr tras de mi cuando reemprendí la huida.

Sus gritos se tornaban más distantes en la medida que me alejaba, lanzaba contra mi toda clase de improperios y maldiciones. Yo corrí con todas mis fuerzas sin saber hacia donde me dirigía, hasta que caí desfallecida en el medio de la maleza, allí mis ojos se cerraron y en la medida que el miedo desaparecía me embriagaba el sueño. Había pasado la primera de mis tantas pruebas dolorosas.

(Fin de la transcripción)

Andora detuvo su relación para indicarme la cercanía de la noche. Quedamos de vernos al siguiente día.

CAPÍTULO VI

ESTRECHECES.

(Nota 2 –Diario de Campo)

“De nuevo llegué al refugio de Andora, pero no la encuentro. Tengo más de quince minutos esperándola y aún no llega. Comienzo a angustiarme ¿Qué le habrá pasado?... Mi espera se ha prolongado por más de una hora. Durante este tiempo estuve tratando de escribir el preámbulo de un nuevo capítulo de esta historia, pero la incertidumbre nubla mis ideas y creo que lo mejor es dejarlo hasta acá, tal cual lo escribí, si hay algún error en la sintaxis o redacción de estas líneas preliminares espero que me sepan disculpar quienes algún día me lean... Voy a buscarla”.

 

“Me he internado en la selva, llevo rato caminando y he perdido la noción del tiempo. Estoy a punto de abandonar mi búsqueda, cuando el llanto de una mujer se cuela por mis oídos. Retrocedo siguiendo el ruido y al pasar frente a un bosquecillo de bromelias me encuentro con Andora, permanece tendida en el suelo mientras oculta el rostro con sus manos”.

(Fin de la nota)  

-       ¿Qué sucede? –Le pregunté- Pero ella no me responde.

 

Comienzo a acariciar sus cabellos y al ver que no se opone experimento un gran alivio por intuir que no soy yo la causa de su desdicha. Insisto con la pregunta, utilizando esta vez un tono paternal que me brota del alma (en este instante y sin saber por qué, me siento como un padre para ella.) Estos últimos días me han servido para comprenderla e identificarme con su dolor. Todavía es una niña a pesar de su edad y al verla así, sumida en su propia pena, puedo percibir toda la ternura e ingenuidad que aun viven en su corazón a pesar de las innumerables pruebas a las que ha tenido que enfrentarse.

¡Qué suerte! –pienso- con ese rostro y ese cuerpo sin duda sería la más deseada en cualquier ciudad, además que su inteligencia y forma de ser  cautivarían a más de uno. ¿Cuántos se arrastrarían por su belleza? ¿Cuántos estarían dispuestos a poner el mundo a sus pies? Sin embargo, es ella la que se encuentra aferrada  a un hombre que a lo mejor no existe.

-       Ya todo se acabó –me dijo de repente- Es el fin.

-       ¿El fin? ¿De qué me hablas?

-       De mí, de esta historia... de mis esperanzas.

-       ¿Pero qué ha pasado para que te encuentres tan decepcionada?

Andora se levantó y fue así como descubrí la causa de su tristeza. El pequeño bikini que llevaba con tanto celo para sostenerse a la vida se había roto. La diminuta tela que atravesaba sus nalgas no pudo contener tanta voluptuosidad y reventó. La prenda colgaba ahora solo de sus caderas dejando caer por delante el retazo que hasta hacía poco se encargaba de cubrir su sexo.

-       Ahora mi cuerpo ha quedado en la desnudez absoluta y eso indica que mi plazo ha culminado. Solo lamento haberte hecho perder tu tiempo.

 

(Continuará) 


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