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Andora o la pasión sublimada 8va. entrega (Por Carlos Pereyra)

Se había producido mi primer encuentro con Sebalá. Era una figura en apariencia femenina, pero con una terrible mirada capaz de impactar por sí sola. En ese instante lanzó sobre mí una fuerte descarga que me empujó contra unos matorrales, haciéndome perder la conciencia por algunos segundos. Apenas recobré el sentido me tumbé antes sus pies.

-       Perdón mi señora –logré apenas decir- pero no sé que debo hacer para demostrarle la incondicionalidad de mi ser.

-       ¡Humíllate ante mí!... Ofréceme tu cuerpo, aunque ya es mío.

Quedé petrificada ante lo que acababa de escuchar. ¿Cómo tenía que humillarme? ¿De qué manera le tenía que ofrecer mi cuerpo? En ese instante las palabras de Exnabor resurgieron en mi mente: “Busca dentro de ti las respuestas”... fue entonces cuando decidí seguir un impulso repentino y postrándome ante Sebalá le dije:

-       Aquí me tienes mi Señora, humillada ante tus pies, pero no vencida, entregándote mi cuerpo que es lo único que puedes usar de mí. Sírvete de él empleándome sin clemencia ni compasión, si es esa tu voluntad, pero recuerda, aunque me martirices a tu antojo, todavía mi alma y mis pensamientos me pertenecen y los voy a defender con todo lo que me quede, pues en mi corazón siempre quedará un espacio para la libertad.

Me miró desatando una irónica carcajada que me erizó la piel, poco a poco fui levantando la mirada para enfrentarla cara a casa y fue así como la pude detallar. Era una hermosísima mujer, sin embargo, había en su belleza algo que atemorizaba... que inquietaba, que alejaba más que atraer. Su blancura contrastaba con el negro impenetrable de sus cabellos y se adivina en su mirada un dejo de lascivia y perversión que acelera los sentidos. En sus ojos verdes, resplandece la maldad y el sadismo que despliega sobre sus esclavas, mientras que en su voz resuena el tono hiriente e impositivo con el que siempre pronuncia sus más bajos designios.

-       No pareces muy sumisa, pero igual me servirás. Eres consciente de tus funciones y eso, por ahora, me basta. No sé que esperanzas te haya dado el viejo Exnabor, pero desde hoy tu vida y tus circunstancias dependerán de mí, así que es preciso que conozcas las condiciones que les impongo a mis Lémbrinas: Primero, no podrás cubrir tu cuerpo bajo ninguna circunstancia, pues tu misión es atraer las miradas y los pensamientos más bajos de quienes lleguen a poner sus ojos en ti. Segundo, el placer está vetado para ti, solo servirás a los hombres para complacerme con su deseo, si algún día llegas a experimentar placer sin haberte enamorado lo pagarás caro. Tercero, deberás someterte a todas las pruebas que te imponga; algunas serán mortales así que tendrás que mantener alerta tus sentidos, día y noche, en todo momento. Cuarto, si alguna serpiente o animal venenoso llegase a herirte no podrás buscar ayuda de nadie, tendrás que ingeniártelas tú sola o resignarte a perecer. En la medida que lo considere necesario te podré imponer otra serie de limitaciones.

Sebalá desapareció en ese instante y de nuevo quedé sola en la playa, me tendí en la arena y comencé a llorar como nunca lo había hecho. Ya te podrás imaginar como ha sido mi existencia desde ese día, he tenido que pasar por circunstancias muy duras, pero poco a poco he podido burlar a mi opresora, aunque para ello he tenido que imponerme una disciplina mental muy fuerte. Vivo sometida a una tensión constante, por lo que cada vez me hace más difícil encontrar un momento de reposo o un algo de paz para mis sentidos.

Poco a poco se cierra mi círculo y sólo me alienta la esperanza, cada vez más lejana, de escapar de este infierno al lado de un hombre que se enamore de mi alma antes que de mi cuerpo.  Lo peor de todo es esta desnudez casi absoluta a la que me encuentro sometida, no puedo cubrir mi cuerpo y lo poco que tenía encima lo he ido perdiendo... ahora sólo me queda esta minúscula prenda que apenas alcanza para cubrir mis carnes más púdicas.  Es irónico, pero yo sí puedo decir que mi vida esta pendiendo de un hilo cada vez más estrecho. ¡Si tan sólo desearía poder cubrir mis pezones para mitigar el dolor en las noches de frío!

(Fin de la transcripción)

Diciendo esto, Andora llevó sus manos hasta uno de los pezones y comenzó a frotarlo con inusitada delicadeza mientras decía:

-       Hace algunos meses estaba titilando del frió, sentía que los pezones se me iban a reventar de tan erectos que estaban y traté de protegerlos con unas hojas que apenas los cubrían, a la mañana siguiente amanecí con una picazón tan intensa y martirizante que prácticamente me desgarré las carnes para conseguir un poco de alivio.

Diciendo esto se aproximó hacia mí  poniendo sus tetas a escasos centímetros de mis ojos  y me dijo:

-       Creo que todavía tengo algunas cicatrices, aunque ya casi no se notan... fueron noches horribles en las que hubiera dado la vida por un poco de crema que aplacara mi ardor. No sé si serán especulaciones mías, pero después de esa experiencia siento que se han vuelto hipersensibles, hasta el punto de poder percibir las vibraciones positivas o negativas de las personas que se acercan a mí. He sentido la excitación de los hombres que se me aproximan como una daga rozándome la piel, pero en tu caso percibo energías diferentes... Si me permites acercarme más te describiría lo que me transmites...

(continuará)


Comentarios

  • Tu relato, como siempre, es interesante. No hay nada que pueda objetar de él, al contrario, llevas un buen ritmo y una tónica que captura la atención.
    Sigue adelante, mi amigo.
  • Saludos muchas gracias... espero mantener vuestra atención en la historia y seguir leyendo las vuestras. 
  • La semana que viene te explicaré cómo escribir un argumento para un cómic.
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