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El «texto idóneo» frente al «texto perfecto»

Ariel GarcíaAriel García Gonzalo de Berceo s.XIII

En la década de los 90, pocos años después de haber comenzado a corregir textos literarios, consideraba que el buen corrector debía iniciar su trabajo desde el purismo más estricto. Fue durante aquel tiempo que, en una de mis búsquedas por las viejas librerías, me topé con un ejemplar de «Falsificaciones», escrito por Marco Denevi. El libro, de segunda mano y con una dedicatoria a Marta y Edu en la primera página, resultó ser una de las primeras ediciones de la obra.

Sentado en un banco de la Plazoleta Suecia, comencé a hojear el libro. «Falsificaciones» incluye cuentos, microcuentos, una carta y dos relatos escritos en verso. En algún momento, me detuve en la página 157, frente a «La soledad»:

«Dispuesto a convertirse en el primer orador de la ciudad, se encerró en su casa y a solas, durante muchos años, practicó el arte de la oratoria. Pulía cada frase, cada inflexión de la voz, cada silencio. Ensayaba ademanes, gestos, pasos. Era capaz de repetir una y mil veces un vocablo hasta que el sonido alcanzase la perfección. Y entretanto se negó a recibir a nadie, a conversar con nadie. Temía que los demás le corrompiesen el estilo, le contagiasen sus trivialidades, sus torpezas de dicción, esas rústicas modulaciones con que habla el pueblo. Cuando, finalmente, decidió que no le quedaba nada por aprender, salió de su casa, se encaminó al ágora y en presencia de la multitud pronunció su primer discurso. Nadie entendió una palabra. “¿Qué idioma es ese?”, preguntaban los curiosos. Algunos se rieron, otros le arrojaron piedras, la mayoría se fue a presenciar las exhibiciones de los cómicos».

Si bien la oratoria es considerada «el arte de hablar con elocuencia», también se puede entender como un género que comparte numerosos puntos de contacto con otras modalidades de expresión literaria. Por esta razón, cuando recibo textos con argumentos enrevesados o perífrasis complejas que considero los alejan del público al que pretenden dirigirse, suelo compartir con el escritor el cuento de Denevi.

Ariel García


Comentarios

  • jajaja, si, tendemos en ocasiones a ser tan redichos que no nos aguantamos ni nosotros mismos. Buen aporte Ariel, como siempre. Es mas importante el mensaje que las formas, el regalo que la caja, a no ser que seas un gato y la prefieras para meterte en ella.
    Un saludo
  • editado noviembre 2023

    En la década de los 90, pocos años después de haber comenzado a corregir textos literarios, consideraba que el buen corrector debía iniciar su trabajo desde el purismo más estricto. Fue durante aquel tiempo que, en una de mis búsquedas por las viejas librerías, me topé con un ejemplar de «Falsificaciones», escrito por Marco Denevi. El libro, de segunda mano y con una dedicatoria a Marta y Edu en la primera página, resultó ser una de las primeras ediciones de la obra.

    Sentado en un banco de la Plazoleta Suecia, comencé a hojear el libro. «Falsificaciones» incluye cuentos, microcuentos, una carta y dos relatos escritos en verso. En algún momento, me detuve en la página 157, frente a «La soledad»:

    «Dispuesto a convertirse en el primer orador de la ciudad, se encerró en su casa y a solas, durante muchos años, practicó el arte de la oratoria. Pulía cada frase, cada inflexión de la voz, cada silencio. Ensayaba ademanes, gestos, pasos. Era capaz de repetir una y mil veces un vocablo hasta que el sonido alcanzase la perfección. Y entretanto se negó a recibir a nadie, a conversar con nadie. Temía que los demás le corrompiesen el estilo, le contagiasen sus trivialidades, sus torpezas de dicción, esas rústicas modulaciones con que habla el pueblo. Cuando, finalmente, decidió que no le quedaba nada por aprender, salió de su casa, se encaminó al ágora y en presencia de la multitud pronunció su primer discurso. Nadie entendió una palabra. “¿Qué idioma es ese?”, preguntaban los curiosos. Algunos se rieron, otros le arrojaron piedras, la mayoría se fue a presenciar las exhibiciones de los cómicos».

    Si bien la oratoria es considerada «el arte de hablar con elocuencia», también se puede entender como un género que comparte numerosos puntos de contacto con otras modalidades de expresión literaria. Por esta razón, cuando recibo textos con argumentos enrevesados o perífrasis complejas que considero los alejan del público al que pretenden dirigirse, suelo compartir con el escritor el cuento de Denevi.

    Ariel García


    Cierto, no hay qué ponerle muchos adornos a un relato al grado de que lo hagan ininteligible por tratar de vernos 'cultos'.
    Hasta algunos leves errores en la redacción, siempre y cuando no sean barbarismos, tienen su encanto porque muestran que el escrito fue hecho por un humano falible. 
    Recuerdo un profesor que se salía de sus casillas ante el menor error de gramática o de ortografía. Era tan estricto que pedía textos perfectos.
    Una mano anónima en una ocasión escribió en la pizarra:
    'Profesor. ¿La palabra Viernes es con 'v' de vurro o con 'b' de baca?'...

  • Ariel GarcíaAriel García Gonzalo de Berceo s.XIII
    ¡Gracias, ichavarria y CharlyElvisRocker por la lectura y los comentarios! ¡Mi saludo cordial para ustedes!
  • Marcelo_ChorenMarcelo_Choren Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado noviembre 2023
    Cuando el autor se pone "culto", es como el niño que exclama "mira, mamá, sin manos".
    Como decía Borges:
    “Es curiosa la suerte del escritor. Al principio es barroco, vanidosamente barroco, y al cabo de los años puede lograr, si son favorables los astros, no la sencillez, que no es nada, si no la modesta y secreta complejidad.”

    También es necesario que el autor novel se desfogue para librarse de esa carga.
  • Cuando el autor se pone "culto", es como el niño que exclama "mira, mamá, sin manos".
    Como decía Borges:
    “Es curiosa la suerte del escritor. Al principio es barroco, vanidosamente barroco, y al cabo de los años puede lograr, si son favorables los astros, no la sencillez, que no es nada, si no la modesta y secreta complejidad.”

    También es necesario que el autor novel se desfogue para librarse de esa carga.
    Cierto, mi amigo. Muchos creemos que nuestros escritos son lo máximo, pero al estar en un foro y entre los amigos, nos damos cuenta que todos somos aprendices y que vamos en el camino a ser mejores. Siempre hay cosas nuevas en la literatura para ir mejorando.
    Cuando veo lo que he escrito y me doy cuenta de lo que los demás han plasmado en el papel, comprendo todo lo que me falta todavía para ser como varios de ellos, y es cuando empiezo a aprender para irme superando.
  • Bueno el texto, leeré el libro y les digo que tal.
  • Falsificaciones parece del tipo de libros de relatos que escribo yo, en Relatario para noches de insomnio tengo un relato o dos similares, a veces me pasa que un escritor que debo tener por ahí dentro del cerebro me dicta y yo escribo. 
  • Ariel GarcíaAriel García Gonzalo de Berceo s.XIII
    ¡Gracias, Marcelo_Choren, CharlyElvisRocker, LuisGCret y Nacho! Sus aportaciones enriquecen el tema. ¡Fuerte abrazo, compañeros!
  • Concuerdo con, creo, la opinión general. He leído libros que tenían una prosa tan grandilocuente que casi rozaba lo abstracto. Vamos, que leía y leía y no entendía una leche.

    Al principio confieso que yo mismo era un poco así también, pero según me leía pensaba "pero qué collons..." , vamos, que hay más y mejores formas de hacer que un texto suene bien.
  • El mejor libro es el que fluye sencillo, con una prosa dinámica y cuyo contenido te va desarrollando escena tras escena como en una película y sin palabrejas domingueras.
  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII

    Pienso que es de escritor inseguro utilizar vocabulario rebuscado para redactar textos. Si bien un lenguaje elaborado puede transmitir sofisticación, su utilización excesiva puede dificultar la comprensión para algunos lectores. La efectividad de la comunicación radica en la claridad y la conexión con la audiencia.

    En contextos formales, como documentos legales, un lenguaje más técnico es apropiado, pero incluso en esos casos, la claridad sigue siendo esencial. En cambio, en situaciones más informales, es preferible optar por un estilo accesible.

    La elección del vocabulario debe adaptarse al propósito del escrito. Buscar un equilibrio entre la precisión y la accesibilidad garantiza una comunicación efectiva y ayuda a evitar posibles malentendidos.

    No importa si se tiene un estilo sencillo mientras se escribe, lo más importante es que hay que ser claro. 

    Es necesario que se usen términos con los que sientan familiarizado, con la idea de que se puedan defender los criterios si llegase a ser necesario.

     :) 



  • Lo mejor es, escribir tal y como hablamos y tal como pensamos.
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