Después de una larga y fatigosa jornada de trabajo en su casa, el aperreo con los niños, los colegios, la cocina, la lavadora, la plancha, tender y recoger ropa... y el trabajo fuera de casa, se fue a darse una ducha calentita para tratar de descansar y así coger pronto el sueño. Sin embargo, todavía le quedaban fuerzas para pensar, y pensaba con nostalgia en sus remotos y además escasos encuentros sexuales.
Pasados unos minutos, medio dormida en su cama, oía la llave en la cerradura. Era su marido, que de inmediato pasaba al dormitorio, le daba un beso en la mejilla y se empijamaba, pasando a meterse en la cama. Ella sentía cómo era acariciada por él, recorriendo toda la periferia de su cuerpo, reaccionando en un segundo con las caricias que le causaban espasmos ininterrumpidos de pasión.
Él manoteaba cada palmo de su piel, llegando atrevidamente hasta las redondeces y a las curvas más íntimas. Ella ardía de pasión y jadeaba deseosa al sentir que sus piernas eran abruptamente alzadas. Pensaba súbitamente, con una deliciosa sonrisa en los labios, que la pasión perdida había regresado y le fascinaba la idea de volver a ver cómo su hombre posaba sobre ella todo su peso.
La volvía loca sentir en su cuello el aliento cálido de su marido. Se preparaba, levantaba las caderas, separaba las piernas y se disponía a ser tomada; cuando, de pronto, él soltaba las piernas, se daba la vuelta sobre sí y se acomodaba en su lado de la cama.
Asombrada y respirando profundamente, le preguntaba: “¿qué pasa?”. Y él respondía: “ya”. “¿Ya qué, grandísimo cabrón?”. “Duérmete, cariño, que ya encontré el mando de la tele”.

Antonio Chávez
Sevilla oct 2023

Comentarios
Todo su gozo al pozo.... jajajajaja...