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Siete largos años habían pasado desde aquel momento que marcó un punto de quiebre en la vida de Lourdes, cuando conoció a Joaquín. Desde entonces, se había visto en la necesidad de aprender a sobrevivir, y no sólo para sí misma, sino también para sus queridos hijos. Su principal sustento provenía de la modesta pensión y de los trabajos que lograba encontrar ocasionalmente.
Lamentaba profundamente no haber tenido la oportunidad de estudiar, una oportunidad que había sacrificado cuando estaba casada, dedicándose exclusivamente a las tareas del hogar para su esposo. Ahora, pensaba que con una mejor educación, hubiera tenido más oportunidades para encontrar trabajo y brindar un futuro más prometedor a su familia.
A pesar de su historia de desengaño y desilusión, Lourdes no pudo evitar sentir algo especial cuando sus ojos se encontraron con los de Joaquín. Durante años, había construido un muro protector a su alrededor, convenciéndose a sí misma de que el amor era una ilusión y que el mundo estaba lleno de personas egoístas e insensibles. Había dejado de creer en el amor verdadero y en las segundas oportunidades.
Tras su divorcio, tres años después, Lourdes había decidido darle otra oportunidad al amor y se había involucrado en una relación con un hombre llamado Alejandro. Él la había embelesido con su profesión de doctor, por su buen trato, amable y cortez. Le invitaba a fiestas y reuniones sociales, presumiendo la belleza de Lourdes. En un tiempo, incluso, insinuó un futuro juntos. Durante tres años, Lourdes había experimentado una vida que sólo podía describirse como un cuento de hadas. ¡Estaba enamorada! O, así creía. Sin embargo, las salidas, los viajes, las fiestas, el tiempo que tenía para ella, el apoyo económico y los regalos tendrían un costo. Alejandro le había ofrecido todo lo que ella había soñado, pero el precio había sido su dependencia y su autoestima. Sin darse cuanta, había caido nuevamente en la historía de su exmarido.
Sin embargo, la alegría efímera que experimentó con Alejandro se desvaneció cuando él la dejó por otra mujer más joven. Esta vez, el dolor de la traición y la sensación de haber sido utilizada la golpearon con más fuerza que antes. La experiencia la dejó en un estado de confusión, dolor y una profunda sensación de inseguridad, haciéndola jurar que nunca más permitiría que un hombre la hiciera sentir tan vulnerable y dependiente como lo había hecho Alejandro. Había perdido no sólo a su pareja, sino también el estilo de vida al que se había acostumbrado.
La noticia de la ruptura llegó de la manera más fría y descorazonadora posible: a través de un mensaje de WhatsApp. Lourdes había estado en casa, esperando su llamado, anticipando la siguiente salida romántica que Alejandro tenía planeada. Pero en lugar de su voz amorosa al otro lado del teléfono, encontró un mensaje que la dejó sin aliento.
La pantalla de su teléfono mostraba las palabras frías y crueles de Alejandro, explicando que había encontrado a alguien más, alguien que, según él, llenaba sus necesidades de una manera que Lourdes ya no podía hacerlo. La noticia golpeó a Lourdes como un puñetazo en el estómago, dejándola atónita y en estado de shock.
Esa forma de terminar su relación, impersonal y carente de empatía, solo intensificó su dolor y su sensación de abandono. Lourdes se sintió como si hubiera sido desechada insensiblemente como la última vez, como si su amor y los años que habían compartido no significaran nada. Fue un momento devastador que la hizo sentirse aún más vulnerable y herida, confirmándole la creencia de que el amor podía ser un juego cruel en el que las personas eran reemplazadas sin piedad.
La traición y el abandono que experimentó a través de ese mensaje de WhatsApp hicieron que Lourdes se cerrara aún más al amor y fortaleciera su resolución de nunca más permitir que un hombre la hiciera sentir tan dependiente y vulnerable como Alejandro y su exmarido lo habían hecho. Era una herida más, una herida emocional profunda que tardaría tiempo o tal vez nunca en sanar, y que la llevó a adoptar una actitud aún más reservada hacia las relaciones futuras.
Las dos relaciones en la vida de Lourdes, primero con su exmarido y luego con Alejandro, influyeron significativamente en su aspecto personal, social y económico, aunque de maneras diferentes.
Cuando Lourdes estaba casada con su exmarido, su vida económica estaba respaldada en gran medida por él. Después de su divorcio, Lourdes recibía una pensión para ella y sus hijos que le permitía mantener un cierto nivel de vida, pero esta pensión no la dejaba económicamente independiente ni le permitía perseguir sus sueños y ambiciones personales. Su situación económica estaba vinculada, lo que la hacía sentir que su estabilidad financiera dependía en gran medida de él.
En el aspecto social, durante su matrimonio, Lourdes participaba en reuniones y eventos sociales con su esposo, lo que le proporcionaba una cierta estabilidad en su vida social. Sin embargo, después del divorcio, su vida social cambió drásticamente. Se encontró a sí misma aislada de ciertos círculos sociales que había compartido con su ex, lo que contribuyó a su sensación de soledad y aislamiento.
Cuando Lourdes comenzó su relación con Alejandro, sentía que su vida había vuelto a tener sentido. Alejandro le daba su espacio, la apoyaba económicamente y cuando se veían disfrutaba ser cortejada y desbordaba de atenciones, amabilidad y pasión de él hacia ella.
Sin embargo, esta relación tenía una cara oculta. Cuando terminó de manera abrupta y dolorosa, Lourdes se encontró en una posición vulnerable una vez más. ¡Había vuelto a depender de un hombre!. Ya no tenía acceso a ese apoyo económico que Alejandro le proporcionaba, lo que la obligó a buscar, nuevamente, empleo como empleada en tiendas de servicio para sobrevivir. Esto la llevó a trabajar largas horas y le impidió perseguir sus propias aspiraciones y deseos, como su sueño de estudiar o, simplemente, salir a correr.
Aún seguía dependiendo de su exmarido a través de la pensión para sus hijos. Fue entonces, cuando encontró la oportunidad de trabajar en la panadería donde conoció a Joaquín. Durante años, había adoptado una actitud pragmática hacia la vida, convencida de que el amor no tenía cabida en su mundo.
Joaquín había despertado algo en ella que había permanecido latente durante mucho tiempo. Era como si hubiera encontrado un resquicio en su corazón que había sido sellado con cicatrices por las heridas del pasado. No podía evitar sentirse intrigada por él, por su generosidad y su genuina simpatía.