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Pedazos como de un diario

De finales

La señora Dora ya no teje calcetines porque les pone tres talones. Se despista. Y ahora solo le dan lana para que haga ganchillo sin parar ni mucho concierto. Según dicen se le ha ido un poco la cabeza pero no puede estarse quieta. Tiene más de 90 años. Y ese es su final. 

Al abuelo Onofre le sucede un poco algo similar. Cuentan que de joven era portero en el club de fútbol del pueblo, y que junto a su portería siempre había una buena botella de ginebra o algo similar, y que se preparaba los cubatas entre chut y chut del equipo rival. Luego se hizo ciclista, un descerebrado, según decían. Una bestia que recorría en solitario centenares de kilómetros, al margen de la peña y sin casco. Un día tuvo un accidente, consiguió reponerse medianamente de aquello pero la cabeza... nunca le volvió a funcionar del todo bien, según dicen. Ahora habita en una residencia, de la que lo sacan a veces en una silla de ruedas. Y supongo, que ese es su final. 

Yo no tengo hijos, supongo que de esa me libro, de pasar toda una vida luchando por ellos, o tal vez no tanto, para que a la postre le pongan a uno un puñado de lana entre las manos para que se entretenga o lo encierren en un asilo. Pero tengo padres, y hoy me he resentido, de lo mío, pero un poco más fuerte, y mi madre dice que debo luchar. Tal y como están las cosas, mi situación es tan precaria que podría augurarse fácilmente otro nefasto final. 

Me duele ver cómo envejecen, y cómo nada puedo hacer pareciendo que de espíritu el más viejo soy yo. Pero más me vale como dice mi madre luchar. Por conseguir algún tipo de posición en la que el día de mañana nadie pueda reclamarme hacia algún tipo de institución mental para a fin de cuentas decirme: este es tu final.

La vida puede estar llena de encerronas, pero la libertad, ay la libertad, aunque solo se trate de a qué hora quieres apagar la luz, eso no está pagado. Y los que hemos tragado mierda de ese tipo por un tubo solo queremos encendernos un último cigarro, dejar correr los pensamientos y tener dulces sueños. Aunque esto no se trate exactamente de un final.  

Comentarios

  • Me ha marcado lo de la tejedora de calcetines.

    Mi abuela aprendió a realizar figuras del cubo de Rubik y yo no supe aprender a tejer unos calcetines. La yaya me dejaba elegir la lana.
  • Yo lo que sí aprendí de mi abuelo fue a hacer paellas al estilo valenciano solo que él ya estaba muerto para entonces. Me inspiró desde el más allá, con nociones vagas de su arte. Así que te animo a que lo consigas. Lo del cubo de Rubik sí que lo veo intangible.
  • Yo aprendí a realizar papiroflexia en memoria de mi padre. Hice el álbum que le hacía realizar a los alumnos.


  • Es chulo. La materia me interesaba mucho de pequeño. Hacía avioncitos de todas clases, y volaban con mucha elegancia haciendo loopings sobre todo.

    Un saludito, @AïdaM
  • Cuando salía a baretos, los mantelitos...

  • Los aviones son más de chicos. Eran naves. Inteligentes, se hicieron con alguna asignatura de económicas ya superada

  • Nosotros les poníamos flaps y alerones para que con el rozamiento del aire se elevasen al caer, y así daban vueltas y hacían volteretas y se posaban con mucha gracia sobre el suelo. No hay fotos pero imagínate.
  • Eran de mi ahijado. Yo ya no tenía ganas de hacer.
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