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Era viernes y en la oficina no quedaba gente. Bueno, salía luz de debajo de dos puertas, un despacho del lateral y otro del fondo. Del segundo surgió un hombre. Tomó la dirección hacia el otro, donde entró sin llamar. Dentro vio a una mujer con la vista fijada en la pantalla del ordenador.
—Para, vámonos, el lunes lo terminaremos. No te preocupes el superior te lo permitirá —al exponer ese argumento se señaló.
Ella le dirigió una mirada de desprecio, mientras cerraba el ordenador y recogía los documentos. Él siguió esperando en la puerta, la miraba de una forma tierna.
—El otro día llamaste, los modales fueron correctos. No es necesario que me esperes, sé salir sola, recuerdo donde está la puerta —comentó ella.
—Por lo que veo, aún me odias. No te gustó que me ascendieran en lugar tuyo.
—Al no estar en horario laboral seré sincera. Te sale humo de la cabeza, has trabajado mucho para esa conclusión.
Ella se levantó y se dirigió al lado del hombre. Todo y los tacones que utilizaba, se distinguía una diferencia de altura considerable.
—Es tarde, si te atracan o te violan por la calle a estas horas, me sentiría culpable.
—Es que serías culpable, tú me has hecho quedar. Recuerda que incluso los de la limpieza ya han marchado.
Los dos esperaban el ascensor, ella se concentró en mirar la pared, el cartel de piso veinticinco. Las puertas se abrieron y entraron. Los dos entraron, se colocaron en paralelo, sin mirarse. El ascensor se bloqueó, se apagaron las luces y se encendió la de emergencia. El pánico invadió la cara de ella, mientras que él mostraba tranquilidad.
—¿Lo tenías pensado? —interrogó ella.
—No, pero el destino quiere que me expliques el odio que te genero. —Se sacó la americana y se aflojó la corbata—. Irá para largo, el apagón es general, no hay ni cobertura en el teléfono. —Se sentó en el suelo apoyado en un lateral—. Estamos solos en el edificio.
—Tengo la cartera de clientes más grande de la empresa. —Se quitó los zapatos y apoyó la espalda en la pared.
—Pero no la más voluminosa —a las palabras que dijo él, ella abrió la boca—. Manejo menos clientes que tú, pero de mayor categoría.
—No has llegado al sitio lamiendo la polla a dirección. —Él levanta los hombros—. Se la chupabas a los clientes.
—Si solo hubieras dicho la primera parte, se hubiera parecido a un piro. No estoy acostumbrado a levantar la cabeza para hablar. Siéntate.
—¿Orden? Te recuerdo que solo eres mi superior en la oficina, y ya no estamos en ella. —Hizo una sonrisa de medio lado—. Mirar desde arriba es agradable, sobre todo a ti.
—Hemos cambiado los papeles. No era una orden, era una sugerencia.
—¿Puedo realizarte dos preguntas? Una de ellas incómoda. —Él afirmó—. ¿Me has deseado alguna vez?
—Si respondo lo que pasa por mi cabeza, me acusarás de acosador. —Al escuchar las palabras ella sonrió—. Si pienso la respuesta, podrías entrar en depresión. ¿Y la otra pregunta, la no incómoda?
—De dónde has deducido que esta es la embarazosa. El pedir permiso.
—Buen detalle. Me has hecho caer. Ahora entiendo la cantidad de clientes que manejas, tienes capacidad para girar las palabras.
—Me gusta que me tiren flores, sin tiesto. Ahora te agradecería más que me dejaras la chaqueta. Es que la blusa es muy ajustada.
—¿Ruego o orden? —preguntó el mientras se sacaba la chaqueta.
Primero ella se giró y le dio la espalda, dejó caer la blusa en el suelo. Se tapó con la americana. Cuando se giró, a él casi le salieron los ojos de las órbitas, veía un sugerente escote.
—Mi chaqueta te va grande, dejas poco a la imaginación, casi nada, —al decir esto vio como ella se sentó en el suelo con las piernas juntas.
—Tu chaqueta es enorme.
—Todo lo mío es enorme. ¿Quieres comprobarlo?
—¿Indirecta? —cuando ella preguntó, él negó con la cabeza y a ella le subieron los colores.
—Suponía que eras más atrevida. —Ella tragó saliva.
—Creía que cumplías la regla de la L. —Él se desabrochó el cinturón, ella se iba acercando.
Estaban los rostros casi tocándose, los cuerpos se habían acercado. Las manos de él tomaron la cintura de ella. Las bocas se juntaron, las lenguas se entrelazaron. Él tocó su chaqueta haciendo que el torso de ella quedase al descubierto. Ella se separó.
—Hasta hace diez minutos te tenía etiquetado como un gi… —comentó ella.
—Por tus palabras deduzco que te ha gustado el beso. —Él empezó a desabrocharse los pantalones.
—No te desnudes nos pueden venir a rescatar y te verían. —Él al escuchar las palabras de ella se puso a reír, ella tenía la mirada perdida.
—¿Has pulsado el botón de alarma? ¿No tienes frío? —Ella negó con la cabeza en señal de respuesta—. Mi chaqueta se te ha caído, vas desnuda. Aún estoy vestido... —Ella se sonrojó y se tapó—. Mis manos te taparán mejor, son grandes. —Ella le dió una torta y retrocedió.
Volvían a estar en las paredes opuestas. Ella con la chaqueta de él intentando cruzarla para que dejara menos piel a la vista. Él miró la situación y sonrió.
—¡Cerdo! Me has desnudado —soltó ella enfadada, casi gritando.
—¿Estás segura? Yo he visto que tú te tirabas encima mío y al tocarte, la chaqueta ha caído —dijo él mientras se aproximaba.
—Tengo una reputación.
—Tranquila, no se lo diré a tus clientes. Lo que sucede en el ascensor en el ascensor se queda —dijo desabrochándose el botón de los pantalones.
—Si algo sucede se queda en mi cabeza —comentó ella poniéndose de pie.
—¿Quieres que me ponga de rodillas delante tuyo? Si llevaras los tacones serías más alta. —Al terminar la frase él se puso de pie.
Ella miró hacia arriba y se sonrojo. Él se le acercó y la besó, de una forma lenta, dejando que su lenguas jugaran.
[…]
La luz regresó, el ascensor descendió.
—¿Te llevo a casa? Y así podré recuperar mi americana —dijo él, mientras ella afirmaba con la cabeza.
Comentarios
Creía que solo se la sacó una vez. Lo reeleré.
"—Suponía que eras más atrevida. —Ella tragó saliva."
"—Suponía que eras más atrevida.
Ella tragó saliva."
Este texto no es de los serios. No lo he empezado de cero.
Si ese "Antonio" te refieres a mí, te comunico que no es mi estilo presumir de nada, y menos todavía por escribir relatos de Amor, terror, tristeza, desamor, eróticos...etc.., simplemente me gusta escribir a mi modo tuerceletras de lo que sea, y principalmente para mí, y si le gusta a los demás... ¡pues mire usted que bien!
Un saludo cordial
Tome esto en plan humor:
creo que él se ha quitado la chaqueta demasiadas veces
La contestación es a esta línea.
Hola Aida, he notado que el hombre se quita la chaqueta en el párrafo
—No, pero el destino quiere que me expliques el odio que te genero. —Se sacó la americana y se aflojó la corbata—. Irá para largo
y posteriormente en este párrafo
—¿Ruego o orden? —preguntó el mientras se sacaba la chaqueta.
dices que vuelve a quitarse la chaqueta. Esto no puede ser si ya lo había hecho antes, es un problema de rácord.
Procuraré ser más conciso en mis comentarios en el futuro.