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Momentos especiales con un ser especial

antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII

Momentos especiales con un ser especial
 
Tenía una sonrisa especial, sus labios parecían insuficientes para evitar los dientes blancos y brillantes de detrás de ellos.
 
Tenía el pelo suave y brillante de un negro azabache. No creía en el amor, no sabía no entendía de eso. Intentando olvidar decepciones, decidía huir de todo, pero el destino le tenía guardada una sorpresa: le traía a su vida un extraño, un hermoso hombre que ponía en su camino.
 
En sus pensamientos lo quería, teniendo con él  tres noches de pasión. Él estaba deseando que ella viniera. Cuando la abría y veía esa bella sonrisa que iluminaba su corazón, como siempre hacía se acomodaba en la cama que veía entre espejos, y se ponía en pie. Él veía que se acercaba cada vez más, como si estuviera ardiendo, como si su aliento se hubiera congelado en sus pulmones.
 
Deseosa, la estaban derritiendo sus toques. Se sacudían ligeramente uno contra el otro y se percataban de que la canción estaba llena de erotismo y sensualidad.
 
Él le rodeaba la cintura con sus brazos y empezaban a bailar. Durante este tiempo, la abrazaba con fuerza y ​​la echaba cuidadosamente sobre el sofá, pasaba las manos por su pelo y le besaba tiernamente el cuello.
 
Su pecho era tan apretado que sentía que era una enana y él un gigante, y empezaba a coger esos pétalos sensibles: sus labios. Al mirarlo a los ojos, sentía ganas de perder la cabeza. Gemía y enseguida envolvía sus brazos alrededor de su cabeza, lo atraía y lo abrazaba fuertemente, para que no pudiera irse. Apretaba sus piernas alrededor de sus muslos y la abrazaba con delicadeza.
 
Su mejilla derecha rozaba su desarrollado tórax. Suspiraba hondamente cuando una de sus manos pasaba sobre su hombro, a través de su pelo largo. Sus ojos se hallaban por primera vez, pero la tenue luz proveniente de la feliz Luna no les permitía sumergirse el uno en el otro.
 
Sentía que el haz de la noche la cubría. Sostenía sus manos en los bolsillos de su blusa, susurrando: “Mis manos están frías, pero daría cualquier cosa por acercarme más y abrazarme a él para que me las caliente".
 
Quería quitarle el polo y calentarlo con su cuerpo debajo del edredón. Él sonreía. Su sonrisa le causaba suavidad. Alzaba la mano lentamente hacia sus manos, desnudas, y le separaba un mechón de pelo que le caía sobre el rostro. Cuando abría el primer botón en la blusa lanzaba una oleada de perfume celestial, de miel recién cosechada, ligeramente enriquecido con el aroma añadido por las flores en la primavera, pero dulce como la lluvia, después de un caluroso día de verano.

Inmediatamente después de desatar un hombro, sus manos se deslizaban sobre su cuerpo, pero algo lo impedía y regresaba a la posición de tensión sintiendo que el calor subía. Trataba de ver su mirada de nuevo, sus labios abiertos esperando los suyos. Se habían inclinado un poco para escuchar su súplica por besarse. Estaba temblando.
 
Lentamente, la puntita de su lengua acariciaba sus carnosos labios. Ella se encendía y apretaba su pecho, mientras sus dedos subían y bajaban por la parte de atrás de él, lo que lo hacía apretar más. Cuando las lenguas se atascaban en el esperado baile sexual, ella se paraba, inhalaba el aroma de su piel antes de besarla y de mordisquear su cuello.
 
Se hallaba temblando, esperando, gimiendo. Un terremoto que gemía de placer: “No puedo evitar besarlo y descubrir el calor, la sensibilidad de su ser; no puedo esperar para descubrir el valle que corre desde tu garganta hacia abajo, donde ese olor es tan poderoso y abrumador. Tocar todas las partes de su cuerpo. He soñado con él todas las noches en mucho tiempo que mi cuerpo y mi corazón lo anhelan”.
 
Amanecía un silencio. Hablaba en voz alta: “Mis sueños se volvían vivos, ahora puedo olerlo, sentirlo, hombros grandes y musculosos. Imaginaba que eran alas de buitre. Ahora es mío, quiero poseerlo, sentir esa cálida sensación, como si el Sol se hubiera apoderado de nosotros. Me fascina olerlo, sostenerlo en mis brazos alrededor de mi cuello y ahondar en el mar de mis sueños. Y, finalmente, entregarle mi carne y mi flor".





Antonio Chávez López
Sevilla abril 2023

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