Autoestima por las nubes
Buscó afanosamente en la bibliografía el mejor de los seudónimos, para que no se supiese que su nombre era Anacleto
Buscó imágenes en Internet que representase un señor atractivo y gallardo, para ocultar el hecho de que era un individuo bajito, feo, tartajoso, bizco, cojo, manco y extremadamente grueso.
Aprendió a manejar perfectamente bien el corrector de texto, para que sus faltas de ortografía, consecuencia de su escasa escolaridad, no fuesen tan obvias en el momento clave de un escrito de presentación.
Hizo fotocopias de cientos de poemas de amor, de autores ignotos, para que las damas que los leyesen lo considerasen un poeta de gran prestigio.
Plagió la fotografía de un hombre modelo italiano, ya fallecido, para enviársela a las damas del Internet, que querían verlo al menos en un retrato.
Mostró durante varios meses su falsa imagen al mundo del Internet, hasta que una hembra de su misma ciudad le pidió que se conociesen en persona, y él, previas y reiteradas disculpas, le propuso una cita con mil mentiras, hasta que no tuvo más remedio que comparecer.
Se conocieron en un céntrico bar de copas, indicándose previamente cómo irían vestidos.
Ella tampoco se acercaba absolutamente en nada a lo que él esperaba.
Y ya, sin ninguna clase de maquillaje cibernético, cara a cara, se sentían de puta madre y decidían amarse para siempre, tal y como eran.
Antonio Chávez LópezSevilla octubre 2000
Comentarios
Pues dale a leer a tu amigo Juan este jocoso relato, seguro se reirá.
Gracias por colaborar
Un saludo
Buena pregunta, pero si recurrimos a eso de "siempre hay una mierda para un tiesto", puede ser la respuesta