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Celeste era su color de piel

antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII


Celeste era su color de piel

En una habitación oscura, cual noche lúgubre y cerrada, en la que la Luna nueva había tomado el control, todo lo controlaba un hombre celeste. Si algo más lo caracterizaba, además de ese color, era una mirada tenebrosa y calculadora.

Se sentía este hombre muy feliz por gobernar aquella sola, fría y oscura habitación. No parecía importarle no llevar su gran poder más allá de ese cuarto, puesto que desde él podía controlar todo lo que quería y necesario fuese. Para que se hiciera su voluntad, solamente tenía que mirar hacia arriba y elevar ligeramente su tono de voz, de forma que fuese escuchada por quien tenía o debía hacerlo.

Pero, del modo más inesperado, un mal día en su preciado cuarto empezaba a aumentar progresivamente la temperatura, que, con el cambio climático, ocurría un hecho digno de ser admirado: la habitación empezaba a cambiar su color cada vez más claro; de negro a gris, y de gris, finalmente, a un blanco tan cegador que cegaba a aquel peculiar individuo celeste.

Cuando, por fin, recuperaba la visión, se daba cuenta de que tenía frente a sí una figura colorada, completamente colorada. Empavonándose por lo bien que estaba llevando a cabo su trabajo, dictaba órdenes que eran cumplidas. Con suma rapidez asimilaba de quién se trataba y del por qué de que estaba allí.

- Lo veía venir. Estás aquí por ella, ¿no? Empecé a intuirlo desde que mi voluntad comenzó a cuestionar tu presencia.

La figura colorada, a la que podía ver con claridad y discernir que estaba desnuda, se limitaba a asentir con la cabeza.

- Así que ahora pretendes coger el control de mi habitación, tanto tiempo regida bien por mí. No está en mí permitirte esto, sin antes no ser convencido con argumentos, como comprenderás.

Volvía a asentir sin articular palabra.

- Difícil te va a resultar. Sé que lo tuyo no es conversar, pero esa es mi especialidad. Los dos lo sabemos. Dame una buena razón por la que tenga que dejarte que controles mi habitación.

Totalmente muda, la figura colorada comenzaba a transformarse. Todo en este ente era convertido en una cosa netamente hermosa, deslumbrante. Estaba alcanzando forma de mujer, una mujer tan bella que era impensable que alguna otra mujer fuese más bella que ella.

- Su mera existencia resulta más que convincente, pero, aun eso, sabes que sigue siendo una locura dejarse llevar por ella. Tus mandatos se basarán siempre en lo mejor para ella, y en la distancia te será difícil. Dame un argumento contra esto y te dejaré coger el control de mi habitación.

Entonces, la figura regresaba a su forma original y se acercaba al hombre celeste, tanto que se introducía dentro él, con la única finalidad de transmitirle todo lo que este pasional ser había ido absorbiendo merced a la mujer en ristre. Le causaba conmoción, alegría y mayor felicidad.

- En efecto, no te hacen falta palabras para convencerme. Es perfecta. Nada hay que yo encuentre de negativo en ella para el mundo en el que habitamos y está en esta habitación. Todo lo negativo se hace válido con lo que me muestras.

- Corazón, puedes regir esta habitación, sé tirano si lo deseas, que yo me sentaré en una esquina a presenciar tus mandatos con mi sonrisa y mi aprobación. A cambio de eso, solo quiero que la ames. Pero ámala como nunca podrás amar a ninguna otra mujer ni a nadie, y siendo así, los tres seremos los seres más felices sobre la faz de la Tierra.


LA CAJA DE MSICA 7 UN RINCONCITO PARA COMPARTIR  - Pgina 20 El_hom10

Antonio Chávez López
Sevilla mayo 2001

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