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Mi primer orgasmo lo tuve en plena menopausia

antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII

Mi primer orgasmo lo tuve en plena menopausia

Cuando nadie te dice cómo debes sentir el placer (y practicar sexo sigue siendo es un tema tan tabú), a veces es complicado conseguir soltarse y entender que nosotras también tenemos orgasmos

Mi primera experiencia sexual, por llamarla de alguna forma, fue a los 15. Y fue con una amiga. En aquellos entonces había algo usual que se ponía a los niños cuando estaban malos de la barriga: supositorios de glicerina. Eran suaves, me acuerdo. Descubrí que sentía algo cada vez que me ponían uno. Una sensación placentera.

Mi amiga vino una tarde a estudiar a mi casa y decidimos probar eso, y a ver qué era lo que sentíamos. Ella me los ponía a mí y yo a ella. Así empieza el relato de mi vida sexual, que no descubrí la desconocida por mí sensación del orgasmo hasta pasados los 50. Una triste realidad para muchas mujeres que no pueden disfrutar de su sexualidad debido a los tabúes de su su época.

Gracias a la lucha de muchas mujeres, en el siglo XXI hablar de sexo y de cómo disfrutarlo es más común. No solo sucede a través de la educación de la familia, sino de una temática que también se habla en colegios e institutos. En definitiva, está más presente en la sociedad. Además, compartir experiencias personales con tu entorno más íntimo es una cosa normal, se intercambian vivencias, ideas o dudas. Esto es lo que no ocurría en los tiempos en los que yo empezaba a experimentar con mi cuerpo. No se preguntaba a nadie. Si, por casualidad, preguntabas algo a tu madre, te decía que lo descubrirías cuando fueras más mayor. Todo eran dudas, todo era remordimiento, todo era miedo. Un caos.

Fui virgen hasta los 18 años. Llevaba un año prometida con mi novio y tuvimos sexo. Tomaba píldoras para no quedarme en cinta. Las había conseguido de una amiga, porque eso de ir al médico a pedir eso era impensable. Todo era pecado. Cuando salías al cine, antes te leían la cartilla y te decían que no mancharas el nombre de la familia, o que no vinieras con un bombo a casa. Se le daba demasiada importancia al qué dirán, y si te quedabas embarazada sin estar casada, uf, señalada para los restos. En mi caso, marcado por el catolicismo, no estaba contemplado el placer sexual de forma abierta, es que ni siquiera en los hombres. Cuando se nombraba un acto sexual era con el único propósito de hablar de hijos.

Es por ello que la pareja con la que yo perdí mi virginidad se convertiría también en mi marido: Creo que la única vez que tuve un orgasmo (sin saber que lo era), fue un momento en el que mi pareja me dijo, muy extrañado: 'Se te han puesto los ojos en blanco". Pero no sabía lo que era de verdad, o si realmente había ocurrido algo disímil. Cuando una relación sexual ocurre de este modo no es extraño que una persona piense que no hay nada más allá que lo que está viviendo, sobre todo cuando no puedes acceder a ningún tipo de información.

Me di cuenta que mi cuerpo era una especie de recipiente y pensaba que eso era lo normal. No tuve una satisfacción sexual hasta que fui muy mayor. Antes de las experiencias con mi primer marido no sabía nada de sexo. No tenía información, no podía preguntarle a nadie. Pero sí era muy curiosa. Me miraba mucho para conocer mi vagina, para ver cuántos labios tenía, cuál era su forma, me tocaba para ver hasta dónde llegaba, pero jamás en busca del placer, básicamente porque desconocía que ese tocamiento pudiera llegar a algo especial.

Luego de separarme de mi primer marido apareció en mi vida un chico que conocía de años, y con el tiempo empezamos a salir. Él se convertía en mi segundo marido: Estuve 21 años con él y tuvimos dos hijos. En esa relación, de tarde en tarde, sí sentía algún placer. Pero notaba que no era verdadero, no era un disfrute del que había podido escuchar, a hurtadillas, a las chica mayores que yo. En realidad, él era un mal amante.

Entre estas dos relaciones me mantuve muchos años soltera, probando citas con otros hombres y tampoco pude descubrir ese sentir de un orgasmo. Era todo "aquí te pillo, aquí te mato". Los tíos lo pasaban de puta madre, pero yo no. Y no me lo cuestionaba, pensaba que eso era lo que se sentía y punto. Además, no tenía referencias para entender que mi situación no era normal. Porque con las amigas, por vergüenza o pudor, tampoco hablaba de eso. Lo que sí compartía era si un chico era más guapo, más alto, o más de aquella manera. Pero solo eso.

Después de aquel periodo de soltería, dos décadas de matrimonio, y una vez llegada a los 50, pensé que si no había hallado a nadie cuando era joven, mucho menos conseguiría encontrarlo en este punto de mi vida. Pero sin problema, lo tenía claro.: Mis hijos eran adultos, ya estaban criados y sentía que a mi edad lo que me quedaba era era trabajar, ir viviendo, pasármelo lo mejor que pudiese, hacer un viajecito o salir a cenar con alguna amiga. Y nada más. Y menos aún esperar que encontraría una relación satisfactoria.

Entonces fue que lo conocí y se me abrió un mundo completamente desconocido por mí. Es una persona que en la cama se preocupa porque tenga un orgasmo o dos antes de buscar el suyo. Algunas veces pensaba que era de otra galaxia porque su comportamiento no se parecía en nada al de los anteriores, ni se tiraba bruscamente encima de mí encima buscando la penetración, ni buscaba nunca su desfogue desde el principio.

La experiencia de sentir mi cuerpo retorcerse de placer, de poder ver cómo aumentaba mi respiración, o cómo un cosquilleo me atrapaba desde los pechos hasta los pies, llegó a ser casi adictiva para mí. Lo conocí hace ahora 10 años y no he tenido coito con él en el que no haya llegado al menos a un orgasmo. Supe entonces lo que me había estado perdiendo tantísimos años. Y no tenemos más sexo porque no tenemos tiempo. Imaginarse como era mi situación que con el padre de mis hijos que he llegado a comer pipas en la cama mientras él seguía "dale que te pego"

Una médica sexóloga, amiga y colega de mi hermana mayor, que también es médica, me dijo que la duración de un polvo es de unos quince minutos aproximadamente. Ese aproximado cuarto de hora es el que tarda, más o menos, el cuerpo de una mujer en excitarse. Es como un calentamiento corporal que se basa en besos o juegos eróticos, muy necesarios para que la mujer pueda alcanzar un orgasmo. Cuando desconoces estas informaciones puedes llegar a pensar que el hecho de que no llegues al éxtasis es normal.

A mí me parece que, de forma general, los hombres buscan su placer. Eso es lo que he experimentado a lo largo de mi vida. Pero ahora mi vida sexual es otra bien distinta. Cuando tenemos relaciones sexuales mi pareja hace que, poco a poco, me vaya calentando, que poco a poco, llegue a la excitación. Gracias a esta experiencia empecé a probar cosas nuevas: juguetes sexuales, sexo anal y oral, incluso he asistidos a cursos sobre el tema. También hemos ido juntos a un sitio de intercambios de pareja. ¡Oh! un mundo nuevo.

No puede evitar pensar lo deleitoso que hubiera sido descubrir lo que podía llegar a sentir a una edad más temprana. Habría conocido y vivido muchísimas más experiencias sexuales satisfactorias. Pero sé que el tiempo no vuelve y que, precisamente por eso, hay que atreverse a gozar, a sentir y a dejarse llevar. Como sabemos cómo es la educación en este país, pienso que los jóvenes tienen que preocuparse por saber. La información es más accesible ahora y pueden averiguar muchos aspectos sobre la sexualidad. Hacer sexo no es lo más importante en la vida, pero sí es necesario, por no decir imprescindible.



Antonio Chávez López
Sevilla noviembre 2022
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