¿Qué se entiende por Mujer Fatal?
La Mujer Fatal, es, sobre todo, una misteriosa y seductora dama cuyos encantos son proporcionales al deseo que despierta en los hombres. La Mujer fatal es sumamente peligrosa, hipnótica, quizás porque en un pasado remoto era representada como una hechicera, o al menos como un súcubo, una vampiresa, una bruja con unos extraños poderes de seducción. Pero los tiempos han cambiado, así como sus hechicerías, que pasaron de la magia práctica al encanto y al deseo, aunque con resultados análogos: todos los hombres machos que caen bajo el influjo de la Mujer Fatal son hechizados.
Estructuralmente la Mujer Fatal aparece siempre opacada por su propia belleza y otros encantos físicos (pechos, cintura, piernas, trasero) Pocas veces opera a través del deseo sincero, más bien mediante una especie de coerción que inmoviliza intelectualmente a sus objetivos; dejándolos completamente obnubilados por ella.
Otro rasgo particular de la Mujer Fatal es que su encanto oscuro no es una cualidad innata; no nace con ella, se desarrolla a partir de algún tipo de trauma en el pasado que la lleva a mantener una relación ambigua con los hombres. En este sentido la Mujer Fatal es ante todo una víctima.
Si bien nunca se la retrata positivamente, la Mujer Fatal nunca encarna al Villano estructural. Su moral es ambigua, su ética es dudosa, pero nunca totalmente malévola. Tampoco es una heroína, no se pone a sí misma frente a los demás, sino todo lo contrario. Podemos pensar en ella como un ente neutral, que solo piensa en sí misma y en su bienestar inmediato, algo que de ningún modo sería reprochable si no fuese contrastado por la actitud altruista de los héroes clásicos.
El arquetipo de Mujer Fatal aparece en casi todas las culturas con mitologías complejas. Entre ellas podemos destaca, por ejemplo a Afrodita; entre tantas otras. En la Edad Media encarnó a la sexualidad femenina al margen de los parámetros regulatorios del matrimonio, es decir, a la mujer libre.
Pero la verdadera explosión artística de la Mujer Fatal se inició en el romanticismo. Sus ejemplos más notables son Lamia (Lamia), y La Belle Dame (hermosa mujer sin piedad). La novela gótica también reparó en ella. Sus máxima representante son Carmilla de Sheridan Le Fanu, y Matilda, una poderosa dama en la obra de Matthew Lewis, muy admirada por el marqués de Sade, quien veía en la Mujer Fatal un símbolo de las mejores cualidades femeninas.
La Mujer Fatal siempre se reinventa a si misma sin perder sus atributos esenciales. En general podemos reconocerla a través de un comportamiento vampírico que se burla de la virilidad y adopta una postura autónoma frente a los hombres.
En líneas generales podemos trazar otro rasgo peculiar de la Mujer Fatal: nunca es una mujer autóctona; siempre viene de otro lugar, a menudo exótico o simplemente desconocido, donde sus costumbres polémicas acaso sean mejor vistas. En este sentido, la Mujer Fatal busca derribar los paradigmas, se planta frente a la sociedad para mostrarle que no hay una sola mujer, sino muchas, y que sus decisiones no siempre se ajustan a lo que los hombres esperan de ellas.
Dentro del Mito y la literatura, la Mujer Fatal encarna el horror visceral de los misóginos, y un terror ancestral por la brujería. Este horror pertenece a un orden arquetípico que revela algo acerca de las debilidades masculinas, expresando en términos concretos que la sexualidad es un universo gobernado por la mujer.
Este horror quizás esté conectado a oscuros temores pandémicos. En definitiva, la Mujer Fatal no atemoriza por sí misma, sino por su capacidad de despertar en otras mujeres un llamado tan antiguo como los bosques; reclamando para ellas una herencia de gloria e independencia que solo se atisba oscuramente en un puñado de mitos que se resisten a desaparecer.
Una cosa es clara: la Mujer Fatal lleva a los hombres a la perdición.
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Antonio Chávez López