¡Bienvenido/a!

Pareces nuevo por aquí. Si quieres participar, ¡pulsa uno de estos botones!

Dieron el paso definitivo

antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII


Slo escritos erticos - Pgina 2 Escrit65


Dieron el paso definitivo

Navegando por Facebook contacté con una mujer de 42 años. Después de seis meses cambiando mensajes decidimos dar el paso de conocernos en persona. Los dos seguíamos casados por lo civil, pero ambos pasábamos de juzgado para tramitar los divorcios. Ninguno de los dos teníamos hijos, lo que ayudaba en gran medida a mayor libertad. Su esposo y mi esposa eran personas liberales, por lo que también “se lo montarían a su manera”, pero esto de ellos era algo que no nos importaba en lo más mínimo. Nosotros íbamos a lo nuestro.

En el Facebook se hacía llamar “ida”, pero Brígida era su nombre. Y aunque sabíamos nuestros apellidos, esto es algo que no viene a historia a esta historia. Por cierto, yo me llamo Antonio y tengo 42 años.

Nos citamos una tarde para tomar algo, y así ver si nos gustábamos, tanto en el trato como en el físico y en todo lo demás. En realidad, no sabíamos qué nos íbamos a encontrar. Sabíamos nuestras marchas cibernéticas, y a veces nos tocábamos en solitario mirando fotos de desnudos de nuestros cuerpos, cuyas fotografía nos cursábamos vía privados, acompañadas de palabras insinuantes que contribuían a calentarnos más todavía. Pero no conocíamos nuestras caras ni nuestras voces.

Llegué a la cafetería en la que quedamos y la localicé sin dificultad, pues me había dicho que llevaría un pañuelo azul sobre la cabeza. Y allí estaba ella, en la barra. Era morena, y no iba vestida provocativa: blusa larga azul, zapatos de tacón medio, y pantalones azules; eso sí, muy ajustados. Su blusa dejaba ver un apetecible canalillo. Podría decir que en conjunto era una mujer atractiva...

Y además, para mi apreciación tenía algo especial. No sabía poner en pie si eran sus ojos o su boca, pero me embobaba y, al vernos, conectamos en el acto. Después de tomar un café y de hablar una media hora, nos fuimos a un motel a las afueras de la ciudad, al que previamente había reservado yo un cuarto. Entramos, y después de superar los primeros momentos de timidez, empezamos a besarnos; primero, tanteando, y seguidamente con más intensidad, lengua suya bulliciosa...

Noté rápidamente que le urgía sexo. Mis ojos se iban a sus pechos con unos pezones que se traslucían a través de la blusa, tan afilados que parecían lanzas atravesando el transparente tejido. Suavemente la empujé contra la pared, y, botón a botón, le desabroché la blusa, la cual no dejé caer. Le besaba los pechos por encima del sujetador. No eran muy grandes, pero no los abarcaba con las manos. Deslizaba una de mis manos por sus muslos, y ella, impetuosa, buscaba mi boca.

Mi mano iba subiendo a través de sus muslos hasta llegar a las bragas, que jalándolas caían hasta los tobillos, dejando al descubierto un semi poblado pubis. Me puse en cuclillas y le lamí la almeja, pasando a lengüetazos salvajes por toda la raja. Notaba que mi pene crecía, así que lo metí en su humedecida flor y comencé con un mete y saca suave, como calibrando su fiebre sexual, y fue entonces que me percataba de nuevo que estaba famélica de macho. Me pedía con los ojos y con la voz que me dejase de ensayo y que la penetrase, que la penetrase y que no parase...

Aún seguía vestido, pero erecto mi miembro. Quería poseerla despacio, por lo menos la primera vez, ya tendríamos otras, le dije, cuando su mano se iba presurosa a mi pene. Estaba a punto de descargar en las bragas cuando le iba estimulando los pezones a través del sujetador. Pero me apartó y empezó a devorarme todo lo que pillaba al paso, como una loca posesa por todo mi cuerpo.

Estaba lanzada, lo que hacía lanzarme a mí. La giré y la puse de cara a la pared, le daba cachetes repetidos en su hermoso y redondo culo. Su blusa caía, y yo con mis dientes le desabroché el sujetador...

Y entonces aparecieron unos despampanantes pechos con pezones rosados, que hasta ese momento no había visto. La tenía desnuda ante mí cara a la pared. Dejé caer mi pantalón, y mi juguetona salió briosa de su guarida. Se la puse en el agujero negro. Antes solamente la había sentido a través del pantalón, pero ahora la tenía en el culo. Mi lengua lamía sus pezones, rogándome ella que la penetrase, pero como yo estaba tan enfrascado en tan deliciosa tarea, nerviosa me miró y me gritó suplicante y repetitiva me dijo:

- ¡Hazme tuya ya…! ¡Hazme tuya ya…!

Con sorpresa para ella, con su recién quitado sujetador le até las manos a la espalda, y esto le gustó. La puse en la cama con el culo en pompa, que también le gustó. Terminé de desvestirme y enseguida metí mi tieso y duro tallo entre los pétalos de su húmeda y espléndida flor.

- ¡Empuja, empuja fuerte! -gritaba como una condenada.

La tenía a mi merced: manos atadas, culo en pompa y pidiéndome guerra. Y le di guerra. Y tanto disfrutamos que al otro día nos vimos otra vez y, sin apenas hablar, directamente al motel.

Y a partir de aquel día, diez meses ya, nos vemos cada semana y y nos acostamos. Brígida no quiere cenas, ni copas, ni cine, ni discoteca... ¡Solo quiere que hagamos el amor sin parar!

Pero de tanto roce, percibí que no solo tenía necesidad de sexo, también de amor. Tanto gozábamos que creía que era la mujer de mi vida. Y lo era en realidad, porque entre otras cosas, estaba abandonada por su esposo, como yo por mi esposa.

Al año de nuestros rituales encuentros, le propuse que nos divorciásemos y que nos fuésemos a vivir juntos incluso que nos casásemos. Pero no estaba de acuerdo con mi precipitada proposición, haciéndomelo ver con una mirada escéptica y una amplia sonrisa, entre irónica y benevolente, para luego responder con unas sabias palabras, palabras que sólo pueden salir de los labios de una persona realista, como es ella. Se pegó más a mí, y me habló cariñosa, categórica y solemne:

Siento en lo más hondo que te amo y que te deseo como nunca he amado y deseado a mi marido ni a ningún otro hombre, y jamás te seré infiel. También siento que tú me amas y me deseas. Pero se supone que tenemos la suficiente experiencia en esto como para deducir que el matrimonio y la convivencia son los verdaderos asesinos del amor y la pasión, por lo que tu propuesta puede ser el principio del fin de esta bonita historia que ahora vivimos. Y dicho esto, ahora soy yo la que te propongo que sigamos así, como estamos, que de esta forma podemos permanecer juntos y enamorados toda una vida.


Slo escritos erticos - Pgina 2 Si_la_13

Antonio Chávez López
Sevilla mayo 1998

Accede o Regístrate para comentar.


Para entrar en contacto con nosotros escríbenos a informa (arroba) forodeliteratura.com