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Los pibes del barrio jugábamos a la pelota en La Carpita, un club modesto, sin lujos, al que nunca llamamos Deportivo Unión Central. En el lugar había también una biblioteca: «Amor a la Verdad».
Con «Amor a la Verdad», los fundadores habrían querido imprimir la convicción de que en los libros, o en la suma de sus lecturas, el socio hallaría los criterios para definirla, para definir «la verdad», quiero decir, o al menos las claves para emprender la búsqueda.
«Amor a la Verdad» suena, ahora, un tanto romántico y pasado de moda; más aún en tiempos de la posverdad, donde las opiniones y argumentaciones trazadas por los sentimientos pesan más que los hechos. Cuando las emociones actúan en nombre del espíritu crítico, lo falso puede admitirse como verdadero porque «así lo sentimos».
En el universo de la posverdad, contrastar el mensaje pasa a segundo plano, siempre y cuando lo que se afirme en él concuerde con nuestras convicciones. La objetividad se ve afectada por la sobreabundancia de información, un torrente imparable de verdad, ficción y sinsentido. En la cultura de la posverdad, el insólito argumento de un terraplanista, afirmando que el mundo es un disco plano y una sarta de disparates que no quiero apuntar aquí, encuentra la fuerza necesaria para negar la revolución copernicana y el sistema heliocéntrico, el trabajo experimental de Galileo, la ley de gravitación de Newton y los cientos de volúmenes que un grupo de vecinos soñó reunir, cuando se animó a edificar «un lugar para la verdad» entre los muros de una biblioteca popular.
A propósito del término posverdad, por el prefijo pos no debiéramos suponer que la verdad ha muerto, significa que su rol se ha devaluado, que el papel de la verdad ya no es fundamental.
Comentarios
Pensar, pensar por uno mismo, está devaluado. Peor, está mal visto.
La tribu terraplanista, por agruparlos a todos, funciona así: nadie puede demostrarme nada contrario a mi creencia, la ciencia es una falsedad orquestada por poderes ocultos, etc.
Creo que esto funciona por que es lo más fácil. Cualquier niño puede creer que las estrellas están todas a la misma distancia, necesitará razonar para comprender que no es así. ¿Razonar? ¿Para qué? Si con creer alcanza y sobra.
Si esta es la evolución, yo me quiero bajar. Y hago mía esa frase de meme "no nos extinguimos de lástima"
Guarda relación con el culto al yo, a la identidad (narcisismo) y el relativismo de los valores, que conducen al subjetivismo, la desconexión de la realidad, la fragmentación.
No hay ya verdades objetivas, pretenderlo se confunde con el dogmatismo, la razón como medida está en descrédito... Las motivaciones primarias, sobre todo las emocionales, se imponen.
Como dice Marcelo, porque es lo fácil, por pereza intelectual, porque las identificaciones simples e instintivas apelan con una contundencia que no permite el sentido crítico.
Y está el papel de los medios de comunicación, de la cultura de masas y del ocio como agentes esenciales de una infantilización y atontamiento social crecientes. Se deseduca, se desinforma, hasta se fomenta la ignorancia.
En lugar de evolucionar, se diría que estamos en el proceso de hacernos cada día un poco más susceptibles a la manipulación, un poco más tontos, crédulos, ignorantes, vulnerables, y en definitiva menos libres.
Concuerdo con tu visión, Marcelo. La tendencia a edificar argumentos sobre verdades que, según su criterio, han sido ocultadas a la mayoría (y descubiertas por un reducido grupo de perspicaces) alimenta la figura de una sociedad aún más cruel. No descarto que buena parte de estos amantes del complot combine ingenuidad y frenesí.
Con tu comentario, Sarasvati, he recordado otra vez a Baudrillard. Él describe a los mass media como «máquinas de producir fantasmas» que alimentan la expectativa de sus audiencias con ilusiones, construcciones gráficas y textuales tendenciosas, miedos y alertas, armados con pantallas en las que «el silencio ha sido expulsado». «Las imágenes mediáticas nunca se callan —dice—, suceden de manera continua, multiplicándose velozmente en las redes hasta desbordarse en una indiferencia que banaliza la comunicación».
Gracias, Marcelo y Sarasvati por enriquecer el tema. Les dejo mi gratitud y saludo.
"Esta sociedad no permite el ocio"
Si Ariel y tú me lo permitís, voy a pronunciarme, opuestamente, sobre esa frase:
Esta sociedad nos incita al odio
Felices Fiestas Navideñas
Afectuosamente
ACHL -SEVILLA
Por cierto, Ariel, solicité tu libro El ángel de la ocarina a Amazon; y una de dos, o no han hecho suficientes provisiones, o se ha convertido en un best seller compulsivo
Nuestro problema ahora radica es poder acceder a todas las formas de ocio que tenemos a nuestra disposición. En este caso, internet es el gran maestro de esta crisis de selección, porque nos pone de manifiesto una angustia constante a la renuncia ( de lo que no podemos " ociar" , porque el tiempo es limitado y sigue siendo el mismo desde que el mundo es mundo. Digamos que la relación se invierte, ya el ocio no esta al " servicio" de nosotros sino que nosotros somos la materia prima que necesita este mercado brutal Genera una impotencia del individuo y una falta de libertad que afecta a la esencia de cada uno.
Respeto a la perdida del método cientifico, si es cierto, que cualquier verdad es válida porque no deriba de datos concretos y medibles sino de subjetividades. Aqui si me gustaria apuntar ¿ no será que confundimos la terminología? Me parecio tambien interesante algo que leí hace tiempo, la diferencia entre a certeza y la verdad: la certeza es la convicción de un sujeto ( algo subjetivo) y la verdad un hecho objetivo.
En cuanto a los terraplanistas estos, ¿ que decir? Fantasias tenemos todos de alguna forma, pero aqui soy rotunda, internet le da altavoz a cualquier tonto.