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Renació.
Alas del padre que elevan a los cielos.
Furia de vientos contrarios.
—¡A mí, mi guardia pretoriana! — grita la Reina Mora desde sus adentros.
Alas del padre que llevan sangre.
Ángeles esclavos que mantienen anhelos.
— ¡Acudid pronto ante el silencio de esta mujer que estando de puntillas sostiene lo que Hércules no supo! —.
Desnuda, mi guardia, me traerá la túnica de lino para envolver mi cuerpo; blanca sin teñir para recordar al enemigo que sobre una mujer no hay lugar para colores ni banderas, ni menos aun para colocar grilletes que ajusten y tuerzan sus fortalezas.
No quiero subligares bajo sus hilos. Quiero el aire dibujando el entramado sobre mi piel, navegando entre el hueco de mis muslos y besando una espalda sin culpas.
Recibiré la caricia de la fíbula sobre mi hombro derecho; la penitencia del Sagúm rojo que me protegerá de los malos vientos. Es tiempo de guerra y la Reina Mora viste el ánima para combatir ante todos. Lleva con orgullo el ventralem y sus bordados.
Alas del padre que muerden ojos.
Ángeles esclavos que mecen sueños.
—¡A mí, mi guardia pretoriana! — exclama la Reina Mora mientras corta su pelo. —¡No hay lugar para trenzas ni tiempo para el descanso! —¡Apretad bien y con fuerza las cintas de mi espalda, ¡qué sin aire ni respiro, no dejaré que mis esclavos se derrumben! ¡Antes yo misma cortaré sus cuellos y cubriré sus manos con cera! ¡Prefiero la tumba que una boca enmudecida!
Alas del padre que exhalan muerte.
Ángeles fieles que recogen penas.
¿Quién deseará atar a mis tobillos la cáliga para que camine sobre clavos? Solo vosotros sabéis el color de mi piel y de mi llanto. A la anchura de mis caderas amarraré la cinta de la espada y la saga.
—¡Traedme mi cota de malla! ¡Soy digna del padre! — Proteged mi pecho, pero dejad hueco para mis alas, que la coraza no destrone al resto porque el cuerpo es el remedio certero del alma.
Es tiempo de llagas en las manos, La Reina Mora dibuja sus armas sobre su escudo y peina la cresta de su casco y, en las noches solitarias reza, mientras borda en oro la casa que la guarda.
Alas del padre que borran lágrimas.
Ángeles cantores que claman paces.
Alas de furia y de revuelo.
—Ya llegará mis dignos esclavos, ya llegará. — Sobre vuestros pilares erizaré el muro blanco de cal y piedra. Vuestra Reina no puede fallaros; yo seré la que despliegue luz de mis ojos sobre el mar, y construiré el faro de todos vuestros sueños.
—¡Acompañadme a la lucha y regresar conmigo vivos para desnudarme! —
Caerá el yelmo bollado, la cota de malla rota, el casco sin brillo. ¿Quién deseará curar las heridas de mis pies al descubierto? ¿Quién coserá las roturas de mi saga y lavará el lino oscuro?
Solo necesitaré agua para las heridas, y mucho mucho silencio. Las alas del padre descenderán de los cielos para cubrir mi cabeza, hombros y tobillos. Seré una mujer caída y escondida en la esquina de un campamento. Y entonces, solo entonces, cortaré cada pluma para peinar un vestido de caricias y de sonrisas abiertas.
Cuantas Reinas Moras elevamos al cielo, cuando no hay túnicas de amor que cosan nuestros cuerpos. En la batalla no existe ni la mujer ni la misericordia.
Comentarios
Tengo una amiga a la que dicen Reina Mora...
Desconozco en el Imperio Romano, pero en otras tribus y grupos de los denominados 'barbaros' ( que hoy día son muy civilizados) las mujeres oficiaban como guerreras.
Saludos.
Esta frase me chirrió: Alas del padre que muerden ojos.
No estoy seguro de que los romanos conocieran la cota de mallas.
Por lo demás, algún fallito de puntuación, y no se usa guión largo como cierre del parlamento si no hay acotación posterior.
Muy buen ejercicio.
Pero en eso estoy en corregir, gracias por tu tiempo.