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El Secreto mejor guardado del Barcelona

No puedo comenzar esta historia sin comentar algunas cosas sobre mi, aunque prefiero no revelar mi nombre por la propia naturaleza de las cosas que voy a contar. Nací en Sevilla y viví toda mi vida allí, al menos hasta que me mudé a Barcelona para estudiar. Mi padre es profesor de música y toca el bajo en una orquesta sinfónica, debido a esto desde temprana edad escucho música clásica. Aunque mis dos padres tienen una moderada afición por el fútbol, el Betis concretamente, a mi el fútbol nunca me llamó la atención.

En España sin embargo, la indiferencia hacia el fútbol tiene su precio. A lo largo de mi vida he sido humillado por ser virtualmente un ignorante de este deporte. La sociedad es muy aficionada al fútbol, y por lo tanto no gusta de aquellos que no comparten esta afición. Mi mayor humillación fue en la escuela, cuando era un crio pequeño. La maestra pidió escribir un breve ensayo de tan solo dos frases que comenzaran con “El fútbol es...”. Mientras mis compañeros escribían cosas que iban desde tonterías hasta verdaderas poesías, yo no fui capaz de escribir nada. No pude expresar ninguna ocurrencia acerca de este deporte. La maestra me humilló en clases por esto, y todos mis compañeros se rieron de mi. Fue una situación muy vergonzosa y traumatizante.

Cuando finalicé mis estudios de la ESO decidí estudiar una carrera en una Universidad catalana y por eso me mudé a Barcelona. Una vez en esta ciudad y debido a la necesidad de solventar ciertos gastos asociados a mi estadia y a mis estudios, fue necesario buscar trabajo. Conseguir trabajo no fue una tarea fácil, los catalanes son muy exigentes y no consideran a los andaluces capaces de realizar muchas tareas de forma eficiente, pero finalmente conseguí trabajo de limpiador nada más ni nada menos que en el complejo Joan Gamper, el lugar de entrenamiento del Club Barcelona de fútbol.

En ese momento el Barcelona era el mejor equipo del mundo y contaba con una plantilla muy destacada de superastros del fútbol mundial. Todos mis amigos me envidiaron por esto, pero para mi era un trabajo más, nada especial. El primer día en el complejo fue algo extraño, el jefe me mostró el lugar y me dio la vestimenta, un mameluco azul con el logo del Barcelona, el cual extrañamente iba acompañado de una boina azul la cual tenia el logo del club y una frase en latín que nunca me molesté en traducir pero que tampoco vi en algún otro lugar del complejo.   

Una vez me puse el uniforme el jefe me llevó a una habitación pequeña con muchos espejos, me hizo quedar en el medio de la habitación y me dijo “ahora comienza el adiestramiento”. Acto seguido el jefe presionó un botón en la pared y repentinamente y a todo volumen comenzó a sonar el himno del Barcelona Fútbol Club. Todo esto me dejó muy desconcertado. Permanecí quieto por unos minutos ante la incómoda mirada de quien aparentemente era mi jefe, pero luego di dos pasos hacia él. Esto desencadenó una reacción de furia en él, quien volvió a presionar el botón en la pared para detener la música y se puso a gritarme en catalán cosas que no logré entender.    

El jefe me explicó que mi primer día debia permanecer las seis horas de trabajo quieto escuchando el himno del club, creí que era una broma, pero él estaba hablando en serio. Volvi a ubicarme en el centro de la habitacion y estube seis horas completas escuchando el himno del club en una reproduccion en bucle ante la atenta mirada de ese extraño sujeto. Al finalizar el jefe presionó el boton y dijo, regresa mañana. Esta fue mi primer alerta, mi primer indicador de que algo no sería normal en este trabajo.

Al día siguiente regresé, me puse mi uniforme y me asignaron un área para realizar mis tareas de limpieza, ese área era la zona de los vestuarios. Aunque, como ya expresé, no soy fan ni aficionado al fútbol, durante ese primer día fue interesante ver a las super estrellas del Barça ingresar al vestuario después de entrenar. Mi tarea era fácil, primero limpiaba la sala que queda fuera de los vestuarios, la denominada sala previa al vestuario. Cuando los jugadores terminaban de usar el vestuario, entonces ingresaba y realizaba las labores de limpieza adentro del mismo. En todo momento éramos tres funcionarios, yo y dos compañeros más. Mis dos compañeros nunca hablaban, cuando yo les decía algo, se ponían nerviosos, miraban al suelo y movían los trapeadores más rápido.

Exceptuando la instancia tan extraña con el himno del club en la habitación llena de espejos, la primer semana de trabajo fue normal, no presencié ninguna cosa extraña o fuera de lugar. Lamentablemente ya no puedo decir lo mismo de la segunda semana. El lunes de la segunda semana de trabajo, todos los jugadores ingresaron al vestuario después de entrenar. Sin embargo no todos salieron, dos quedaron en su interior. Nosotros teníamos orden de entrar a limpiar los vestuarios una vez todos los jugadores se retiraran de ellos, pero Luis Suarez y Lionel Messi no salían. Debido a ello, yo seguí pasando mi trapeador por el suelo, limpiando lugares que ya estaban limpios para así hacer tiempo mientras los jugadores desocupaban el vestuario. 

Sin embargo, esa espera fue infructuosa. Mientras yo continuaba trapeando el suelo, el silencio y la tranquilidad fueron interumpidos por una serie de fuertes gemidos que procedian de los vestuarios. De inmediato cesé mis actividades y miré a mis compañeros, quienes mantenian la mirada baja y trapeaban a gran velocidad un suelo que ya brillava de limpieza y pulcritud.

Los gemidos eran cada vez más intensos. Les pregunté a mis colegas si eso era normal y ellos no me respondieron, solo siguieron trapeando. De momento crei que me estaban haciendo una broma de novatos, asi que decidi acercarme a la puerta del vestuario, la abri lo suficiente como para poder echar un vistazo. Lo que vi en ese momento fue un verdadero shock y me es dificil de describir hasta el día de hoy. Suarez y Messi estaban desnudos, Messi, en una posicion que se la podria calificar como “desafortunada” se sostenia de una de las duchas, mientras Luis Suerz “sacaba ventaja” de él. Toda esta extraña escena era acompañada por intensos gemidos por parte de los dos jugadores, pero especialmente por parte de Messi.


Comentarios

  • Continúe mirando estupefacto hasta que uno de mis compañeros me tocó el hombro y en voz baja me dijo “no mires, solo limpia”. Continúe limpiando con los incómodos gemidos de fondo por más de media hora, hasta que los gemidos finalizaron. Varios minutos después, Suarez se retiró del vestuario, y un minuto después Messi se retiró también. Entonces se pudo ingresar al vestuario para limpiarlo. Mientras limpiaba el vestuario junto con mis otros dos colegas, el jefe de mantenimiento ingresó, se acercó a mi y dijo con un tono muy bajo pero autoritario: “Lo que pasa en el vestuario, se queda en el vestuario”. El jefe se retiró, terminamos de limpiar el vestuario y yo regresé a mi casa en estado de shock.   

    Esta situación tan atípica, no sería algo excepcional. Al día siguiente la misma situación se repitió; y al día siguiente lo mismo una vez más. Esto, día tras día durante todos los meses que trabajé en el complejo. Los gemidos eran cada vez más intensos, penetraban mis tímpanos, todo aquello era una verdadera tortura. Debido a que los dos jugadores realizaban sus actividades “extra entrenamiento” durante periodos que iban de 30 minutos a dos horas, los tiempos de trabajo aumentaban, ya no éramos capaces de finalizar la limpieza en las seis horas que estipulaba el contrato, y debido a ello fui a hablar con mi jefe.

    Mi jefe me recibió en su oficina, cuando intenté explicarle lo que pasaba su rostro se desfiguró. Se mantuvo en silencio por varios segundos y me aclaró que debía esperar a que los jugadores terminen y luego limpiar el vestuario, así lleve 20 horas, y que no se me pagarían horas extras por ello. Además, me pidió que lo acompañara a un lugar. Los seguí, y se dirigió a la habitación con espejos, ingresamos en ella. Él cerró la puerta con llave desde adentro, presionó el botón que reproducía el himno del Barça en bucle y se puso a cantar el himno a los gritos. Así estuvimos por algo más de dos horas. Yo no me atreví a decir nada, solo agaché la cabeza y esperé que todo eso terminara. Cuando terminó, presionó el botón para apagar la música y gritó: “Lo que pasa en el vestuario, se queda en el vestuario; hostias!”. Abrió la puerta y se retiró. Yo espere algunos segundos y también me retire a mi casa.

    Llegado a este punto consideré renunciar a mi trabajo, pero sería difícil conseguir otro, así que seguí yendo al complejo a realizar mis labores de limpiador. Desafortunadamente, la charla con mi jefe no pasaría desapercibida. Al otro día, mientras limpiaba la sala previa al vestuario con mis dos colegas, el jefe de mantenimiento se apareció con alguien más. La otra persona era Josep Maria Bartomeu, por aquel momento el presidente de el Barcelona. El jefe de mantenimiento me miró fijo y dijo en un tono muy fuerte “Mire señor, aquel es el rebelde”. Ambos me miraban fijo y acentuaban con la cabeza. Fue una situación muy incómoda. Luego de varios minutos de acentuar con la cabeza y clavarme la mirada, dieron media vuelta y se retiraron. Uno de mis dos colegas, quien nunca me había hablado comenzó a repetir “que hiciste, que hiciste...” mientras a el otro se lo escuchaba llorar. Igualmente ninguno de ellos dejó de trapear.

    Los jugadores salían del vestuario, uno por uno, todos menos Suarez y Messi. Los gemidos comenzaron, para ese momento ya me taladraban el cerebro. Cuando los jugadores salieron pudimos ingresar y limpiar el vestuario. Finalizamos nuestras tareas y me retiré a mi casa. Las situaciones en el complejo deportivo se volvían cada vez más y más extrañas e incómodas.

    Al día siguiente las cosas cambiaron, mis dos colegas ya no estaban trabajando, yo era el único limpiando la sala previa al vestuario. Me sentí muy incómodo con ello, además tenia que limpiar más y más rápido. Nuevamente el jefe de mantenimiento se acercó al lugar junto con el presidente del club. Me miraron fijamente por varios minutos sin decir nada. Pasado un rato el presidente Bartomeu dijo “Te has quedado solo”. Luego ambos rieron por un rato y a continuación se pusieron a cantar a capella el himno del club. Los jugadores salieron, pero Messi y Suarez no, los gemidos comenzaron nuevamente, pero esta vez decorados por los canticos a capella del jefe de mantenimiento y el presidente del club. Todo era muy extraño y extremo en este raro complejo deportivo.

    Al día siguiente me encontré nuevamente solo, mis dos colegas ya no trabajaban más, al menos no en ese sector del complejo, nunca volví a saber de ellos. Los gemidos continuaban, día tras día. Continúe así por meses, pero llegado un punto ya no soportaba más. Un día con la paciencia colmada me dirigí a la oficina de mi jefe para solucionar parcialmente el problema. Le propuse que el club me comprar unos auriculares para así escuchar música mientras realizaba mis tareas de limpieza, y así no tener que escuchar los gemidos de los jugadores. El jefe me miró fijo y sostuvo la mirada por varios segundos. Se puso de pie y me pidió que lo acompañara. Yo creí que me llevaba a la sala con espejos, pero sin embargo subimos por un escalera. Continuamos por varios pasillos en un lugar del complejo que nunca había visitado y finalmente llegamos a lo que era la oficina del presidente del club.

    El presidente estaba en su oficina junto con Luis Enrique, el entrenador del Barcelona. Me hicieron pasar, pero no me ofrecieron asiento, me mantube de pie en el medio de la oficina. Luis Enrique tenia en su mano un vaso de plastico, de los descartables, lleno de cacahuetes. Mientras me miraba comia cacahuetes. El jefe de mantenimiento les dijo “Señores, miren la demanda que tiene ahora el revelde”. Y les comentó de mi solicitud de auriculares. En ese momento Luis Enrique comenzo a lanzarme cacahuetes mientre los demás se reian. La situacion me asustó mucho y no supe como reaccionar, asi que me quedé quieto. Cuando a Luis Enrique se le acabaron los cacahuetes, el jefe de mantenimiento me dio una escoba para que los barriera del suelo. Tomé la escoba y me puse a limpiar, mientras repentinamente Luis Enrique, el presidente del Barcelona y el jefe de mantenimiento se pusieron a cantar a capella y a toda voz el himno de el Barcelona F.C. Ellos cantaban y yo limpiaba. La situacion fue muy extraña.

    Nuevamente consideré renunciar para liberarme de todas estas cosas tan atípicas, pero para ese momento ya tenia algunas deudas de estudio, y no podía dejar de percibir mis ingresos. Para mi sorpresa, al llegar a mi trabajo al día siguiente, me habían dejado los auriculares en recepción. Pensé que quizá había juzgado mal a toda esta gente, pero al final del mes, en mi cuenta de sueldo, los auriculares estaban descontados, y a un precio mucho mayor al que se podían conseguir en el mercado. De haberlo sabido los hubiese comprado por mi cuenta. Pero para ese entonces no me importaba, porque pude mejorar mis condiciones laborales de forma significativa. Escuchaba algo de música mientras limpiaba y los gemidos ya no se escuchaban tanto.



  • Lamentablemente la música clásica que siempre escuché, no era lo suficientemente ruidosa para opacar los gemidos al cien por cien, y por eso comencé a probar otros géneros. Los gemidos eran muy intensos e incesantes y era difícil taparlos completamente con música. No fue hasta que probé el heavy metal que pude liberarme por completo de los gemidos, pero en general el heavy metal no me gusta, o al menos no me gustaba hasta que probé las canciones del grupo MegaDeath. Este grupo no solo me permitió dejar de escuchar los gemidos de Messi y Suarez en su totalidad, sino que también me fascinó su estilo y me hice fan de ellos. Todos los días limpiaba la sala previa al vestuario como era habitual, y cuando los otros jugadores se retiraban del vestuario, encendía los auriculares con la música de MegaDeath y así podía trabajar tranquilo sin escuchar los molestos gemidos.

    Los días transcurrieron normales, hasta que Messi se lesionó. Debido a una lesión menor en el gemelo ya no entrenaba con los otros jugadores, pero eso no evitaba que por las tardes fuera a “ducharse”. La única diferencia es que el lugar de llegar con los otros jugadores al finalizar el entrenamiento, llegaba algo más tarde, cuando los demás se estaban terminando de duchar.

    Un día fue muy excepcional. Todos los jugadores se habían ido, en el vestuario solo estaba Luis Suarez. Messi seguía lesionado, y por lo tanto llegaba algo más tarde, pero llegaba solo. Sin embargo ese día llegó acompañado. Junto a él, estaba un jovenzuelo rubio, delgado y muy despeinado. El joven vestía un short jean muy ajustado y una remera naranja claro que era al menos tres talles más pequeña de lo que le quedaría en justo tamaño. Caminaba junto a Messi con un andar un tanto afeminado, y una expresión de felicidad en su rostro, aunque también se lo veía algo nervioso. Messi caminó con el jovenzuelo por la sala previa al vestuario, dirigiéndose a la puerta del mismo y antes de llegar gritó: “Mirá Luis, traje un pibe!”.

    Ambos ingresaron al vestuario, con lo cual puse mis auriculares en mis oídos, y le puse play al ultimo disco de MegaDeath para anular todo posible gemido o sonido extraño. Me adentré en la música mientras trapeaba. Los minutos pasaban y la maravillosa música de MegaDeath me aligeraba el trabajo y me recargaba el alma. Sin embargo, repentinamente las puertas del vestuario se abrieron violentamente. Suarez y Messi, desnudos, pero con una toalla atada a la cintura salieron rápidamente a la sala previa al vestuario y comenzaron a correr de un lado hacia el otro. Completamente desconcertados corrían hacia un extremo y otro de la sala y de momentos llevaban sus manos a la cabeza. Yo no entendía lo que pasaba, la música no me dejaba escuchar y no me quería sacar los auriculares. En un momento ingresaron rápidamente a la sala dos paramédicos jalando de una camilla. Todos se dirigieron al vestuario. En unos minutos la camilla estaba ocupada por el jovenzuelo a quien los paramédicos le pusieron un cuello ortopédico. El joven parecía estar inconsciente. Se lo llevaron rápidamente. Messi y Suarez volvieron a ingresar al vestuario y al rato salieron vestidos prontos para retirarse del complejo.

    Esa misma noche estaba en mi casa estudiando cuando el teléfono de línea sonó. Era muy extraño recibir una llamada al teléfono de línea, todos mis contactos me llamaban al movil. Atendí el teléfono pero solo pude escuchar una respiración. Repetí una y otra vez “hola”, hasta que la respiración al otro lado del teléfono se dignó a hablar y me dijo: “Sabemos donde vives y donde vive tu familia, no cuentes nada de lo que pasó hoy o todos saldrán lastimados”. No sé quien realizó la llamada, pero la voz del misterioso sujeto era idéntica a la de Pep Guardiola. Esa noche sentí mucho miedo.

    Al día siguiente volví a trabajar como era habitual, Messi ya estaba recuperado de la lesión, así que la rutina era la de siempre. Varias semanas después, sorpresivamente el jefe de mantenimiento, el presidente del club y Luis Enrique se apersonaron en la sala previa al vestuario mientras yo limpiaba. Me hicieron señas para que me quitara los auriculares, los retiré de mis oídos. Por primera vez en varios meses volví a escuchar los gemidos de Messi y Suarez. El presidente del Barcelona me miró y me dijo “Has sido un súbdito muy leal, te has ganado un derecho”. Yo no comprendí a que se refería. Me dijo “Ven, acompáñanos”, y todos se dirigieron hacia la puerta del vestuario. Mientras me dirigía al vestuario junto con ellos pude ver que Luis Enrique escondía con poco éxito un vaso de plástico repléto de cacahuetes en su saco. Ingresamos en el vestuario en donde Messi y Suarez estaban realizando sus actividades habituales con sus característicos gritos y gemidos.

    El presidente del Barcelona dijo “Ahora no tienes que esperar que ellos se retiren para poder limpiar el vestuario”. Al finalizar de decir esto, los tres se abrazaron y se pusieron a cantar a capella el himno del Barcelona, mientras Suarez y Messi no paraban de gemir. Luis Enrique sacó su vaso con cacahuetes del saco y me los comenzó a lanzar mientras yo trapeaba el suelo del vestuario. Me puse mis auriculares y dejé que MegaDeath me transportara a un lugar mejor. Desde entonces todos los días la limpieza la realizaba con ellos tres cantando, y Messi y Suarez haciendo lo suyo, pero no siempre Luis Enrique me lanzaba cacahuetes, tan solo un par de veces a la semana.

    El fútbol es un deporte de contactos, pero ningún contacto fue jamás tan profundo y tan intenso como los pronunciados por Messi y Suarez en aquel oscuro vestuario.

    El fútbol es un deporte que se juega con un solo balón, y por lo tanto las pelotas nunca chocan. Pero aquellas salvajes tardes de abril en ese extraño vestuario las pelotas si chocaron. Chocaron una y otra vez en promiscua colision. Chocaron dando rienda suelta a los arrebatos y el deleite de las estrellas del Barca.

    Los superastros del fútbol mundial se fusionaron en sus ocultas pasiones, en lo que hoy podemos considerar el secreto mejor guardado de el Barcelona.

    En fin, esta es mi historia, la cual relata como un humilde joven de Sevilla criado en una familia de música clásica cambió sus aficiones musicales y se enamoró de la música de MegaDeath. Si alguno de los lectores no escuchó nunca alguna de sus canciones les recomiendo ya mismo buscarlos, pueden escuchar algunos de sus temas en YouTube o alguna otra plataforma gratuita.


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