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"Mi novia"

Mi novia

   Tengo una novia maravillosa. Se llama Candy y es la persona más dulce que conocí en mi vida. Tiene el pelo muy oscuro, ojos castaños y una sonrisa fantástica. Nos conocimos el año pasado, cuando repetí segundo y me pasé a la tarde. Ella también era nueva, y al principio casi ni nos hablábamos, pero luego, la profe de Literatura armó grupos para hacer teatro leído y nos tocó el mismo. La obra nuestra era Una viuda difícil. A Candy le tocó interpretar el papel principal. Yo hice de un hombre del pueblo y no tenía ni una sola línea. La profe dice que esos actores se llaman figurantes. Mi papá dice que “son relleno, los que no sirven”.

   Entonces comenzamos a charlar más seguido, de cosas del colegio, sobre todo, y nos hicimos amigos. Ella me contó que hasta el año anterior había vivido en un barrio residencial de zona norte, pero luego, su papá se quedó sin trabajo y tuvieron que mudarse. Que iba a un colegio privado muy cheto y que ya no se veía con esos  compañeros. Yo le conté que mi familia era genial, que todos nos llevábamos bien y que siempre había ido a la misma escuela y vivido en el mismo barrio. Le dije que mi papá siempre cumplía con su trabajo, nunca faltaba ni llegaba tarde y siempre cobraba el sueldo completo. Que mi mamá era una persona muy tranquila y educada y que mi hermanito se portaba estupendamente bien.

   Al tiempo nos pusimos de novios. Cada vez que nos encontrábamos (y todavía me pasa) sentía palpitaciones por la emoción. Entonces me di cuenta de que estaba verdaderamente enamorado y, un día que faltó el profe de Matemática y salimos antes, le pregunté si quería casarse conmigo. Me miró extrañada y me respondió que no, que no podía ser, que éramos muy chicos. Yo le dije que podíamos encontrar trabajo en Mc Donald’s y alquilar una pieza en casa de familia. Ella, casi asustada (o asustada del todo) dijo con énfasis: “No me voy a casar hasta que no me reciba de abogada. Y para eso falta mucho tiempo. Como diez años, más o menos”. A mí se me vino el alma al piso. Volví a mi casa cabizbajo.

   Mi mamá estaba mirando una novela y lloraba porque los protagonistas debían separarse para siempre. El humo de sus cigarrillos inundaba todo el comedor. Abrí la ventana y fui para la cocina. Estaba la pileta hasta el tope de agua porque mi mamá se había olvidado de cerrar la canilla y las verduras nadaban alegremente. Mi mamá suele olvidarse de cosas importantes cuando empieza la novela de la tarde. Cerré la canilla y fui para mi pieza. Es una pieza muy chiquita que comparto con mi hermanito de ocho años y que no tiene nada de particular, sólo que en invierno es muy fría y en verano muy calurosa y uno no la pasa muy bien nunca.

   Coloqué un cassette de La Renga en un grabador que era de mi abuela y me puse a pensar en Candy. Ella tiene un equipo de audio en su pieza. Pero no dice “mi pieza” sino “mi cuarto”. ¿Así dirá la gente de zona norte? No le había gustado mi idea. Lo bien que la pasaríamos viviendo juntos… Yo pondría una estufa en invierno y un ventilador en verano y estaríamos muy cómodos después del trabajo. Pero Candy sólo quería  trabajar de abogada y para eso faltaba mucho.

   Como me dieron muchas ganas de hablarle por teléfono busqué la campera adentro del ropero para ir hasta el locutorio. La camperita azul se cayó de la percha y mi mano, cuando quiso agarrarla, tropezó con algo de vidrio: una botella de papá. ¿La habría escondido él para que mamá no la descubra o viceversa? Ya estaba harto del tema de las botellas escondidas y de las peleas que éstas generaban. Peleas que llevaron dos veces a mi mamá al hospital. La asistente social le dijo que tenía que hacer la denuncia y pedir la exclusión del hogar de mi papá y no sé qué procedimientos y tratamientos para todos y un montón de cosas que me explicó y no entendí. La verdad es que me hubiera gustado entender, pero ese día empezaba una novela nueva y mi mamá dejó de explicarme.

   Fui hasta el locutorio que está en la avenida y entré a la cabina cuatro. Disqué el número de teléfono de la casa de Candy. Me atendió su papá. Con voz muy amable me dijo que mi novia estaba durmiendo, si podía llamar más tarde. No parecía un abogado que tiene que trabajar en telemarketing, tan tranquilo. Seguro que en la casa de Candy todos se llevan bien. Me pregunté por qué estaría durmiendo antes de cenar.

   Esa noche comimos únicamente verduras. Mi papá dijo que esa comida no tenía gusto a nada, que era una porquería y cosas peores. Mi mamá le contestó que con la plata que le dejaba no podía hacer milagros, que si no le gustaba no tenía por qué comer, que, antes de comprar alcohol, pensase si sus hijos esa noche iban a cenar, que estaba hasta la coronilla de todo y que ahí tenía la puerta. Mi hermanito, tratando de alcanzar la sal, volcó el vaso de vino de mi papá. El cachetazo recibido provocó gritos y llantos y mi mamá regresó de la cocina hecha una furia. Volaron platos, vasos, botellas…

   Estaba por apagar la luz de mi pieza cuando sonó el timbre. Mi mamá fue a abrir la puerta y entró diciéndome: “Para vos. Es una chica”. Luego, se acostó en el sofá del comedor y encendió el televisor. Empezaba una de suspenso.

   No esperaba a Candy a esa hora. Me contó que a la tarde se sintió descompuesta y que se acostó un rato. Candy se descompone en todos los cumpleaños de quince pero al otro día se siente bien. Después me dijo que, pensándolo mejor, era bueno formar una pareja estable e irnos a vivir juntos a los dieciocho y estudiar en la facultad más adelante. Le respondí que mis padres nos van a ayudar seguro porque continuamente están pendientes de mi felicidad.

   Entonces se acercó y me besó en la boca. Sentí un gusto que no puedo definir y de repente me acordé de cosas. Sí, recordé cómo esperaba que mi papá llegara del trabajo cuando era chiquito. Él venía y me besaba y yo le cantaba las canciones que aprendía en el jardín. Al rato ya estaba peleando con mi mamá. Y más tarde se iba a dormir, tropezándose con todos los muebles.

   Ahora estoy muy contento porque Candy y yo vamos a ir a vivir juntos lo antes posible. Tal vez nos casemos en poco tiempo. Quiero que sea muy feliz: que viva en un lugar lindo, que tenga un buen trabajo y varios hijos. Si no es abogada puede ser actriz, la profe de Literatura dice que tiene condiciones. Y voy a cuidarla cada vez que se sienta descompuesta. Porque la amo…                                                                                                        

                                                                                          Clarito, 2007


Comentarios

  • Marcelo_ChorenMarcelo_Choren Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    Hay muchas menciones a lo que dicen los personajes. ¿Por qué no lo hacen directamente?
    El diálogo es acción, da relieve al texto.
    Un ejemplo:
    "Disqué el número de teléfono de la casa de Candy. Me atendió su papá. Con voz muy amable me dijo que mi novia estaba durmiendo, si podía llamar más tarde."

    Se podría pasar a:
    Disqué el número de teléfono de la casa de Candy. Me atendió su papá:
    —Ahora mismo está durmiendo —dijo. Su voz sonó amable—. ¿Podrías llamarla más tarde?

    En vez de "contar", hay que "mostrar". Esto les da vida a los personajes.
  • Gracias, Marcelo. Qué buen comentario. Saludos
  • Marcelo_ChorenMarcelo_Choren Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    Clarito dijo:
    Gracias, Marcelo. Qué buen comentario. Saludos
    Me alegro de que te sean útiles.
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