Tranca y Trini
Tranca medía 1,98, pesaba 157 kilos y tenía un volumen muscular fuera de serie, fruto de diez horas diarias de trabajo en la construcción. Le llamaban Tranca por una herencia genética, la cual estaba en su entrepierna: un descomunal miembro viril de 28 centímetro de largo y 5 centímetros de grueso. Sus compañeros del trabajo sabían lo bien dotado que estaba, pero lo que no sabían era que si Tranca era bueno empleándolo. Pero, su descomunal miembro les hacía pensar que valía para más que para cemento, arena, cal y ladrillos. Lo que no se explicaban era que, teniendo una novia tan ardiente, por qué perdía el tiempo como un simple albañil, pudiéndose dedicar a mundo del porno y ganar pasta por un tubo.
Aiko, rebautizada en Triana como Trini, medía 1,52 y pesaba 51 kilos. La llamaban “Manitas de Oro”. Tenía dos buenas tetas de silicona, que le hacían un cuerpo desproporcionado, pero creaba fantasías enfermizas a todos los machos que pasaban por su lado. Estaba dotada de un redondo culo, que además lo tenía bien puesto. Se veía que era una chica china que había hecho gimnasia rítmica durante su juventud, y gracias a ella estaba capacitada para realizar todas las posturas. El motivo de su apodo, a diferencia de su novio Tranca, se debía a su oficio. Trini era masajista, pero de esa clase de masajes al que solo acuden hombres que no encuentran “masajistas profesionales” gratuitas.
Todos sabían (las amigas y los amigos de Trini y los compañeros de trabajo de Tranca) que algunos de ellos visitaban a Trini después de cobrar a final de mes. Bueno, todos lo sabían, menos Tranca, que seguía en su burbuja del amor y pensando que su novia trabajaba con mucho estrés diez horas diarias.
Cuando Tranca regresaba de su trabajo no descansaba. Sus compañeros sabían que fornicaba como potro salvaje, porque su novia era ninfómana. Lo sabían, pero no por él, sino porque lo habían visto ellos mismos. Unos y otros entraban a la sala de masajes y… ¡dale que te pego…! Parecía una máquina de expulsar monedas.
Una tarde en su casa, Tranca mantenía un diálogo con Trini:
-¿Qué tal tu día, mi vida?
-Ajetreado, cariño. Tuve unos cuantos clientes con una contractura en la espalda y me llevó horas colocarles bien todas las vértebras.
Tranca no tenía ni idea del oficio de Trini, y además era analfabeto, pero más por necesidad que por otra cosa. Desde niño tenía que trabajar y nunca pudo acudir a la escuela.
Tranca asentía, pero sin entender lo que Trini decía, que sabía que Tranca no sabía a lo que se dedicaba, y por eso sacaba tajada de su trabajo.
-Y tú, cielo, ¿qué tal?
-Bien. En quince días terminaremos el edificio. Pero tendremos un problema cuando lo acabemos y por eso tendré que buscarme urgentemente un nuevo trabajo, o correremos el riesgo de morirnos de hambre.
-Cielo, sabes que si te quedas sin trabajo, yo aumento más horas en el mío. Haré lo que sea necesario para seguir adelante juntos y con dinero suficiente para los dos.
-Lo sé, y por eso te quiero tanto.
Acto seguido, Trini se despelotó y se abalanzó sobre Tranca:
-Vamos, pollón mío, quítate la ropa. Ya es hora de poner tu tranca a trabajar. Déjame gozar de esa bestia que tienes entre las piernas. La llevo esperando todo el día dando masajes a viejos gordos.
-Vale, mi vida, Aquí la tienes.
Se desnudó y aparecieron los 28 centímetros de carne sin hueso, que parecía un solomillo listo para ser comido. Y apenas se enderezaba… ¿¿¿¿???... Trini gemía y gritaba a medida que su hombretón la iba empollando sobre el suelo y la cabalgaba de una forma salvaje.
En dos segundos se podía escuchar a Trini gritar como loca y a Tranca suspirar hondamente. Había descargado la primera munición, y Trini estaba feliz.
-sigue-
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Y así era Tranca: un eyaculador precoz, y con eyaculaciones de ríos. Y Trini, aparte de ser una multiorgásmica precoz y una ninfómana, no tenía nada más porque lo tenía todo.
Mientras Tranca se subía los calzoncillos miraba a Trini, que seguía en la cama despojada de toda la ropa y temblando…
-Mi vida, cualquiera diría que no acabamos de hacerlo, sino que acabo de violarte.
-Es que has hecho las dos cosas. Con eso que Dios te ha dado, ¿qué esperabas?
-Voy a darme una ducha -dijo Tranca.
Salió de la ducha, y lo volvían a hacer. Salía luego ella de la ducha, y lo volvían a hacer. Antes de cenar, lo volvían a hacer. Luego de cenar, lo volvían a hacer. Antes de dormir, lo volvían a hacer. Al despertar, lo volvía a hacer. Antes de desayunar, lo hacían, después de desayunar, lo hacían. Hasta que Tranca se iba a su trabajo y Trini al suyo.
Tranca quería a Trini y pensaba que, si quería conservarla, tenía que alimentarla sexualmente a diario. No le preocupaba ser precoz, daba igual, con esa verga que había heredado.
Trini quería a Tranca y si no lo conservaba pensaba que no hallaría otro hombre con un pene de semejantes proporciones. Así que siempre tenía la esperanza de que aprendería a fornicar sin descargar pronto, y así ella podría dejar su profesión de masajista y dedicarse plenamente a él.
Ninguno de ellos esperaba que aquel día fuese disímil a los demás. Pero lo fue para los dos. Y con un final trágico, a la vez que romántico.
Mientras Tranca trabajaba por una de las partes construyendo un muro de aquel edificio, dos compañeros lo hacían por la otra. Cuando llevaban un metro de muro, descansaban un poco y entonces empezaban a hablar, pensando que Tranca no le escuchaba.
-Paco, ayer fui a visitar a Trini…
-¡Cuenta, cuenta, Pepe! Yo voy los días uno a las once en la hora de descanso. Me la tiro y la parto en dos.
-Yo también la partí en dos, o eso decía ella. Decía: “vaya verga, cariño, un poco más y me partes en dos”.
-Juraría que a mí también me dijo eso -respondió Pepe.
-¿Qué esperabas de una zorra ninfómana?
-Una puta te dice siempre lo que tú quieres oír. Parece que tiene compasión y no quiere herir tus sentimientos. En el fondo son buenas personas las putas.
-Claro. No van a decir que no la haces sentir, porque entonces que tú no vuelves y ellas pierde clientes.
-Es que Trini además de una buena folladora es una tía muy lista.
Tranca se puso furioso por las noticias que acababa de escuchar, y al mismo tiempo cabreado por enterarse de que sus dos compañeros del trabajo se tiraban a su novia.
-¡Hijos de puta! ¡Voy a romperos los dientes a los dos, y os haré que os los comáis como palomitas! -y se fue hacia ellos.
Asustados, lo pararon como pudieron y le dijeron:
-No queríamos que nos hubieses escuchado. No te enfades. No obligamos a Trini a abrirse de piernas, y tampoco somos los únicos del trabajo que nos acostamos con ella.
Tranca perdió el control cuando se enteró de eso y sabía que era verdad, pero no podía evitarlo y tenía que cargar con ello. Se fue hacia el que tenía más cerca y de un puñetazo en el mentón lo tumbó sangrando. El otro se abalanzó contra él y lo cogió por las piernas. Tranca cayó al suelo, pero como era corpulento y el otro no podía con él, lo noqueó. Y después como si nada se fue hacia el local de trabajo de su novia.
-sigue y termina en página siguiente-
Y a a la puerta del local, había recuperado el control. Así que se dijo: “esta no es la solución; yo amo a Trini y la necesito; si entro ahí y la encuentro haciéndoselo con otro, qué le voy a hacer… Pero ella me dejará”.
Confuso, halló una solución. Fue a la farmacia y compró pastillas azules. Decían que a los abuelos se la ponía tan tiesa que toda la sangre le bajaba al pito cuatro horas continuadas. Y esto convenció a Tranca, así que compró tres cajas de Viagra de diez pastillas cada una.
Y llegó la hora de irse a casa. Tranca había tomado una pastilla de aquellas, media hora antes de volver. Trini estaba ansiosa de sentir otra vez la tranca de su Tranca en su cuevecita. No bien entró, Tranca estaba con semejante erección que le hacía sentirse el dios del sexo; tenía un palo entre sus pantalones, duro y además duradero.
Y entraron en acción y… ¡¡¡!!!…! Y así hasta 5 veces.
Trini creía que había llegado el día de recibir lo que tanto cosechaba años atrás. Tranca se había curado de su precocidad. Trini estaba feliz y cachonda.
Gritó y gritó. A Tranca le era indiferente que Trini hubiese temblado media hora. Sabía que era una ninfómana insaciable, y quería demostrarle que él valía más que todo eso.
¡¡¡¡!!!!¡¡¡¡… Tranca había descargado tres veces más, pero seguía con la erección y no se detenía. Hasta que la erección cesó. Habían pasado cinco horas desde entonces.
Trini le dijo en voz baja:
-Uf, cariño. Deberíamos comer un poco…
-Vale. Un poco de energía, y después repetiremos -le guiñó un ojo.
Antes de cenar, Tranca tomó dos pastillas más.
Conversaban mientras cenaban:
Cielo, va siendo hora de que deje mi trabajo. Nunca te lo dije, pero después de lo de hoy, he cogido valor. No me gusta ser masajista, nunca me gustó. Lo que me gustaría es ser dependienta, camarera... Cualquier cosa menos masajista.
Tranca sonrió felizmente:
-Me parece bien que quieras cambiar de curro. Yo también cambiaré de oficio. No sé aún a qué me dedicaré, pero alguna idea me iluminará.
Tranca pensaba dedicarse en secreto al porno. Había encontrado el método de fornicar con cualquier mujer sin problemas. Se haría millonario con su paquetón. Y las pastillitas azules eran mágicas.
Llevaban un minuto cenando y no notaba los efectos de las pastillas. Así que se levantó, diciendo que iba al baño, y sacó la caja del bolsillo y se tragó un puñado con un trago de whisky. “Cuantas más, más tiesa y más polvos”, pensó.
Volvió y terminaron de cenar. Era la hora de volver a bombear...
¡¡¡¡¡¡!!!!!!¡¡¡¡!!!!!…! Cuatro seguidos y después más, hasta el alba.
Hacían toda clase de posturas. Trini parecía una acróbata de circo. Se rompieron las patas de la cama, se rompieron muelles del somier, se rompió el espejo del techo por tantas vibraciones de la cama contra el suelo, y por tanto ellos dos mirarse y remirarse en aquellas escenas pornográficas...
Hasta que, al amanecer, Tranca largó un suspiró seco y se detuvo. Trini le dijo:
-¿Qué te pasa, cariño? ¿Ya has terminado?
Tranca se quitó de encima de ella, se puso a un lado y respondió:
-Espera un poco. Necesito coger una bocanada de aire y luego seguiré dándote lo tuyo.
Trini, asustada al ver que Tranca, después de decirle eso se quedó tieso y con los ojos muy abiertos y su pene hacia arriba, se levantó de la cama, cogió su móvil y llamó al 112.
Tan pronto lo examinaron, le dieron la trágica noticia a Trini. Tranca había fallecido, y pasados unos días, el forense le diría la causa de la muerte.
Trini quedó depresiva, sola llorando con todas sus ilusiones rotas, todos sus sueños rotos, el futuro roto, la vida rota… Y sin la tranca de Tranca.
Se fue al cuarto de baño, llenó la bañera de agua caliente, cogió una botella de ron y empezó a beber a grandes tragos. No estaba acostumbrada a la bebida, pero se sentía un personaje como esos de las películas de Hollywood, en las que bebían y no sentían nada y tan solo lloraban.
Había perdido al amor de su vida, a la tranca de su vida, y no encontraría jamás a otro como él ni otro pene como el de él. Se metió dentro de la bañera, con la botella y una cuchilla de afeitar de Tranca. Se rajó las muñecas por dos lados. Estaba tan borracha que no sentía la profundidad de los cortes.
Y al cabo de minutos, moría desangrada. Ya le era indiferente todo. Había perdido a Tranca, el amor de su vida, y también había perdido la tranca de su vida.
Antonio Chávez López
Sevilla diciembre 1998