INCESTOSegundo EncuentroPues sí, su aún atractiva exesposa de 50 años, disfrutaba de lo lindo con proporcionarle a su exmarido (un semental ibérico, aun sus 52 años) chicas jovencísimas y guapísimas y con cuerpos de vértigo, a la vez que ella se daba placer en la intimidad mientras leía los relatos que él le enviaba de cada caso. Y para que los resultados fuesen realmente morbosos, su exesposa le ponía en bandeja sexos púber, “sorprendentemente”, expertos, provenientes de chicas jóvenes de la familia de alguno de los dos. Es decir, incesto puro y duro con premeditación y alevosía.
Y ahí va un relato de amor y sexo con una sobrina de él, que resultó ser la misma chavala despampanante de la primera vez, que había confesado que desde su adolescencia se sentía atraída, como un imán, por su tío carnal Álvaro.
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Como he estado con ella 24 horas y han pasado muchas y diversas cosas y paso de enviártelas por mensajería del móvil, voy a remitirlas desde mi correo al tuyo, con todo detalle, para que disfrutes a tus anchas
Ni que decir que anoche no pude darte las buenas noches, porque el móvil lo dejé en mi casa y cuando regresé era tarde.
Antes de entrar a su casa la llamé desde una cabina, y así evitar alguna visita inoportuna. Me dijo que estaba sola en casa ¡y esperándome!, y esto último me sorprendió porque no le prometí que iba a acudir.
Por contra de la primera vez con ella, me recibió ahora en bragas negras y pechos al aire con sus mamelones empitonados, como “pidiendo guerra”. En pie los dos en la entrada, sin casi mirarme, me quitó vehementemente el jersey y la camisa que llevaba, y comenzó a lamerme el torso, el cuello… y todo lo que pillaba al paso, para después descender lentamente hasta mi paquete, y por encima de él, como la otra vez, mordisquearme el pene, poniéndomelo durísimo.
Humedecidos los calzoncillos me los bajó y con la lengua me dio lametones en el glande, y así durante minutos, para luego tirar de mí hacia su cama, sin quitarme pantalones ni calzoncillo, y me echó de espalda en ella. Me desvistió completamente con cara lujuriosa y ansia frenética, me lamió todo, y cuando digo todo es todo; me alzó las piernas hacía atrás y me metió la lengua en el estrecho agujero negro, engrasándolo con sus salivas, y a la vez sobándome el pene. Y, claro, ni sobrina ni leche, bestialmente descargué. Jamás en mi vida, ninguna otra mujer me ha dado tanto placer sexual, salvaje y tierno a la vez y con una maestría propia de una actriz porno.
Vacío mi pene empecé a lamerle el mirto, mientras ella se metía dos dedos para acompañar a mis lamidas. Gemía tanto que tenía que taparle la boca para evitar un escándalo. Se agarraba a mi pene, que puso duro de nuevo, pero no me creía capaz de expulsar más semilla, aunque eso a mi sobrina le daba igual, porque como si estuviese a punto, me propuso un 69. Y así nos mantuvimos durante algunos minutos, hasta que cerca de las once me dijo, enérgica, que tendría que pasar por encima de su cadáver si tenía la intención de no quedarme a dormir con ella esa noche. Y, claro, yo no quería matarla. Pobrecita, tan jovencita.
Sirvió la cena en el salón y cenamos cada uno un filete de ternera con verduras, unas lochas de jamón ibérico, dos latas de cerveza para ella (le encanta la cerveza), y para mí un zumo de naranja. Y de postre, un flan con nata y caramelo por boca. Finalmente, nos tumbamos en el sofá y empezamos a conversar, sin tele de por medio.
En un momento de nuestra conversación que la vi más tranquila, le dije que su urgencia de sexo no justificaba la forma tan arrebatadora de llevarlo a cabo, a lo que respondió que ni ella misma sabía que tenía tanto fuego en su interior, que con su novio hacía el amor y que al final se sentía bien, pero que conmigo era el Paraíso, que la entendiese, que estaba enamorada de mí y que esperaba cada segundo de estar juntos, que se masturbaba a menudo con fotografías mías, que su imaginación desvestía, que estaba al tanto de mis amoríos y que esto la trastornaba, pero que también la excitaba, que sentía celos de todas las mujeres que se habían acostado conmigo, pero que eso no le preocupaba demasiado porque sabía que eran papel higiénico -usar y tirar-, que ni me imaginaba lo que había sufrido por no tenerme, y que a la postre pagaba el pato su novio que creía haberse ennoviado enamorada, que no sabía cómo decirme que quería estar siempre conmigo, que nos fuésemos a otra ciudad, la que yo eligiese, y que incluso nos casásemos e iniciásemos una vida en común, que ni se me pasaba por la mente lo feliz que me iba a hacer, que no me pediría más sexo del que yo quisiese darle, que lo que quiere es estar siempre conmigo, que me cuidaría como nadie lo haría cuando yo tuviese más edad, lo cual, eso último, me hacía pensar que no me quería solo para la cama, que era verdad que me amaba.
Pero, sinceramente, yo no estoy enamorado de ella. La quiero porque es mi vagina favorita, porque es sincera y llama al pan, pan y al vino, vino, porque es tan clara y transparente como el agua clara y transparente y porque, que todo hay que decirlo, desde sus cándidas 14 primaveras me ha puesto por las nubes, proclamando a los cuatro vientos que no hay hombre más caballero que su tío Álvaro. Y esto, aún sin yo admitirlo, me calaba hondo.
Nos acostamos y seguimos hablando en la cama, me pidió que durmiésemos desnudos y que se abrazaría a mí y me besaría, sin pedirme reciprocidad. La dejé que me desvistiese, que en ese momento sola llevaba calzoncillos y una camiseta suya.
Ya desnudos seguimos hablando. En un momento de nuestra charla le dije, sin rodeos, que venía pensando que ella tendría algún problema, que sería bueno para ella que se pusiese en manos de un psicólogo, y también traté de abrirla a la realidad, razonándole con palabras cariñosas que no acertaba a poner en pie por qué seguía tan obsesionada conmigo, que era una mujer guapa y con unas hechuras de ensueño, magníficamente situada, tanto en lo social como en lo económico, que dejase a su novio, que era obvio que era un chico sin ambiciones y además no lo amaba, que se divirtiese con amigos de su edad, que sabía y me constaba que estaba bien relacionada con gente joven con clase; y yo, en cambio, era un cincuentón que iba de flor en flor y que atrae a las mujeres con algunos encantos, pero que, por mi edad, más pronto que tarde marchitando se irán, que no soy un buen partido para ninguna mujer. Dijo que sí, que reconocía su obsesión por mí y por todo lo mío, pero que no quería ni necesitaba salir con nadie que no fuese yo. “¿Cómo te las avías entonces para hacer el amor con tu novio sin que él se dé cuenta de que no te entregas?”, le pregunté: “fingiendo, y además con mi novio no lo hago desde que a ti te conocí en la cama y me hacías y me haces lo que me haces", me respondió. Y tan campante ella…
-sigue-
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Durante la madrugada, no sé precisar la hora, sentía que me estaban hurgando por ahí abajo. Me espabilé y pensé que no podía ser más que ella. “Cuánta ternura en despertar a mi masculinidad” (que a esas horas estaba dormidita), dije en un susurro, pero ella me escuchó y me respondió que si me apetecía me la iba a poner dura en un santiamén. (¿Y quieres creer que lo logró y que hasta descargué una vez más?) Claro que desfallecido quedé. “Después”, se abrazó a mí y nos quedamos dormidos, con las sábanas manchadas de semen, que dijo que no las cambiaría hasta la próxima vez que nos acostásemos. Las mismas palabras que pronunció en nuestro primer encuentro.
A las 7 de la mañana nos levantamos. Ella entraba a su trabajo a las 8. Sobre menos veinte bajó al garaje y con su coche se fue, no sin antes darme un apasionado beso en la boca. Yo, en cambio, esperé un rato más, me duché otra vez y salí hacia mi casa a las 8 y media. He llegado a mi casa a las 9 menos diez, cansado, con la cabeza llena a tope de zozobras y con el corazón en carne viva. Demasiadas emociones y sensaciones a estas alturas de mi vida, ¿no crees? En menos de 20 horas he descargado 8 veces, y a mi edad.
“¿Qué coño estás haciendo con tu vida, Álvaro?”, oía de mi conciencia.
Ah, se me olvidaba; cuando tumbados en el sofá le dije, medio en broma y medio en serio, que si le gustaría hacer un trío compuesto por ella y yo, y una tercera persona, para mi gusto una mujer, pero si ella lo prefería que fuese un hombre. Y me contestó que no le gusta esta clase de relación, pero que lo haría si yo se lo pidiese, matizando que a ella le podía hacer la mujer o el hombre lo que quisiese y cuanto quisiese, y así yo gozaría masturbándome, mirando las escenas, pero que a mí no me tocase ni un pelo la mujer o el hombre.
“¡Jo, encima se siente dueña de mi cuerpo!”, pensé.
He narrado en este nuevo caso todo lo que ocurrió, de igual forma que lo he hecho en otros y con otras mujeres que me has buscado, solo llevado por la idea de complacerte. Y todo lo que mi sobrina me ha hecho y yo a ella, fue con entrega por los dos y en forma placentera. ¿Sabes qué, querida exesposa y ahora mi flamante celestina? Resulta que nuestra vida sexual por separado va mejor ahora que durante los 23 años que estuvimos casados.
Absurdo sería negarte que mi verga no está gozando con sexos femeninos jóvenes y ardientes, que ni remotamente, ni el mejor de mis sueños pensaba que podía ocurrirme, pero sobrevuela en mi conciencia una pregunta que me sobrecoge…
“¿Estoy tirándome, sin escrúpulos, a jovencitas, por añadidura algunas de mi misma sangre?”. Y esto, desde toda óptica, es una amoralidad en grado superlativo.
Al acabar "la faena" esta vez, mi impresión sobre el comportamiento de mi chica de turno (mi despampanante sobrina Silvia de 20 años) es que mi leyenda y no yo, la excita. Además creo que bebe demasiado alcohol. Por esas dos poderosas razones y porque me da lástima su evidente desorientación voy a insistirle para que acuda a un psicólogo, y yo la acompañaría y me presentaría a él como su tío carnal.
Es anormal, a todas luces de personas sensatas, que una muchacha tan joven, tan guapa y tan cuerpazo, siga teniendo en su cabeza a un hombre maduro, nada menos que 32 años más que ella, con el añadido que es de su misma sangre.
Antonio Chávez López
Sevilla agosto 1999
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