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Cuerpos cómplices

antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII



Slo escritos erticos - Pgina 4 Escri124


Cuerpos cómplices

No podía soportar tu proximidad, me provocaba. No sabía, si queriendo o sin querer, que acercabas tanto tus labios a los míos que yo saltaba como un tigre hambriento contra ellos, para comerme la miel que desgranaba tu boca, como un panal exprimido por un apicultor.

Me dejabas hacer. Sin pedírmelo sabía lo que querías cuando me acercaste tus pechos coronados con mamelones que eran como dos fresas fresas recién cortadas, como pétalos de rosa aromáticos y embriagadores, y como el más dulce licor que embriagaba mi deseo de amarte, de hacerte mía, de poseerte...

No podía ni quería contener mi ansia de sexo, mi ansia de amar. Me acercaba a una de tus afiladas lanzas y me la metía en la boca, sediento de sexo, como un bebé se aferra a la teta de su mamá.

Me acogías con tanta fuerza que sentía tus uñas clavarse en mi espalda, como diez aguijones que desataban en mí más fuego.

La sangre empezaba a hervir en tus venas y en las mías a la vez, de tal forma que tus dientes apretaban con una fuerza tan arrebatadora que mis labios y mi boca se sentían doloridos, entre los vaivenes placenteros de tu sexo, subiendo y bajando, como los amortiguadores de un automóvil cuando circula por algún camino lleno de baches.

El desenfreno te llegaba cuando te ponía de espalda a mí y te penetraba con fuerza por detrás, casi violentamente, como un potro salvaje a su yegua, mordisqueando y besando tu cuello, mientras apretabas el culo contra mi pelvis, como si quisieras absorberme entero hacia adentro.

Mi miembro apretaba, arañaba las paredes de tu vagina, como queriendo estallarla, haciéndole una entrada más ancha, más a su medida, mientras se lubricaba de tus abundantes fluidos, aun la enorme presión que ejercía los bombeos de nuestros sexos vulcanizados.

Tu interior incendiaba mi glande, haciéndome sentir tanto placer que no podía detener la avalancha que de semen escapaba de mi pene, al que acogías con el sensor de tu cuerpo, abierto de par en par para recibir la cascada del líquido caliente que salía a borbotones de mi fuente volcánica.

Cuando penabas que no quedaba nada más, y que todo había terminado, mi boca bajaba hasta tu húmeda y a la vez caliente hendidura, y mi lengua comenzaba a abanicar los labios de tu ansiosa flor, que estaban tan abiertos que parecían una rosa a punto de desojarse.

Mi lengua seguía besando y lamiendo tu mirto, y tu cuerpo empezaba a tener convulsiones, cual loca intentando soltarse de las ligaduras. Te afianzabas a mi espalda, arañándola cual gata salvaje maullando y gimiendo, mientras yo no cedía en mi empeño de succionar tu rosa, que se me asemejaba a una fuente que inundaba mi boca de espumas envueltas en tus fluidos salados, lo que hacía que no dominase el percal y que te acompañara en tu escapada orgásmica, vertiéndome en tus muslos, esparciéndome, pero sin dejar de trabajar mi boca, hasta dejarte con la respiración entrecortada, jadeante. como si hubieses hecho un gran esfuerzo. Y, finalmente, me mirabas tiernamente y me decía: “gracias, amor”.

Acariciabas mi cara y mi torso con amor y ternura, y poco después te quedabas dormida, llena, colmada, satisfecha, feliz…


Slo escritos erticos - Pgina 4 Cuerpo10

Antonio Chávez López
Sevilla agosto 2005


Comentarios

  • hot as hell ;)
  • Marcelo_ChorenMarcelo_Choren Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    El texto está bastante bien.
    Si se me permite una sugerencia, quitaría la frase de los amortiguadores, que rompe el tono narrativo.

    Saludos,
    Marcelo
  • El texto me parece bueno. No me gustó la comparación con el bebé: pertenece a un contexto diferente. Es mi humilde opinión.
  • Marcelo_ChorenMarcelo_Choren Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    Clarito dijo:
    El texto me parece bueno. No me gustó la comparación con el bebé: pertenece a un contexto diferente. Es mi humilde opinión.
    Sí, creo que hay algunos comparativos fuera de contexto.
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