EntrégateEstoy sola y tumbada en la arena de la playa, apartada unos cuantos metros del suave rompeolas de una cala solitaria. Solo oigo el sonido de las olas llegando a la orilla.
Respiro hondamente. El olor a sal me embriaga. Siento en mi piel los rayos del Sol, que me acarician. También siento cómo la brisa marina envuelve mi cuerpo. Mis pezones reaccionan. El contacto con la tela del bikini hace que se estremezcan. Es un dolor leve pero placentero. Mis ojos se cierran repentinamente por culpa del Sol. Mis otros sentidos se activan y están en alerta.
De pronto, siento una mano que me toca. Me asusto y quedo quieta. No me atrevo a abrir los ojos. La mano, que es cálida, está acariciándome los muslos, recorriéndolos presiona y se ancla en mis pechos. “¿Estaré soñando?, no quiero despertar, ¿quién eres?”. Medio veo unos labios acercándose a los mío; me tapan la boca con besos. Son carnosos, y sabios también. Quiero morderlos. Mi cuerpo empieza a erizarse, pero mis sentidos siguen atentos. Siento ahora un calor en mi entrepierna, un volcán en erupción. Dos manos adaptan mi cuerpo. Una pene, totalmente erecto, entra y sale con suavidad de mi sexo... Una boca se acerca a mi oído y me dice a sovoz:
-Entrégate, que vamos a enjugar juntos el verbo fornicar.
Antonio Chávez LópezSevilla octubre 2001