¡Añorado seas siempre, cabaré!
Gruesos cordobanes de cuero repujado ocultan azulejos verdes y
azules, hasta la altura de una cenefa con tallados jeroglíficos de plata y
púrpura.
Encima de un piano de nácar, Susi, que tiene el cuello de un cisne negro, rodeado de granates.
Brillan joyas chispeantes, rutilantes, líricas. Susi con
los ojos como maldiciones y su escorzo de garza negra, tocando el piano de
nácar, semidesnuda, parece una pantera con una gargantilla de rubíes.
En ese mismo piano, Lola, una perla del
folclore español, toca y tararea una copla. Aparecen unas libélulas de cristal
de un artefacto, y la caja de música resuena como un ruiseñor mañanero. Lola tiene
los ojos azules y lilas en sus pupilas, y un cielo nipón constelado de nubes
negras. Las cigüeñas huyen en sus ojos azules, y sus manos son blancas y
amarillas, como el marfil.
Rosa, en tanga blanco,
como una paloma en un nido blanco, lleva una orquídea en el pelo y parece
somnolienta; sueña con colibríes verdes que liban en los sueños de los ópalos y
las turquesas, rodeada de tilos y almendros. Los cojines son de seda de oro,
los sillones son de terciopelo granate.
Lina se halla completamente desnuda, y se abanica con un plumón de pavo real; lleva un único zarcillo con
un jade verde translúcido engarzado en un cisne. Miles de ojos la contemplan,
excitados, y el sudor en sus grandes mamas brilla como el ámbar.
Curra se mira a un espejo
dorado y se espolvorea en las mejillas blancas una crema rosa, sus labios son
fucsias con gotas de miel. Da vueltas al marco del espejo, que brilla bajo la
lámpara de una araña, que deslumbra.
A su lado Lida, solo
con el tanga del bikini, coge un frasco con perfume y un spray con una
pera de goma blanca, y se rocía en el cuello. Su cuello arabesco lleva un
collar de esmeraldas que aprisiona su garganta que cae hacia los senos sudorosos,
que bailan como las aguas del Guadalquivir de Sevilla en primavera.
Carmen lee un libro erótico;
sus uñas de gata en celo pasan las páginas de los eróticos grabados; hay un Apolo, víctima de Sodoma en sus hojas, y un rayo de luz atraviesa una vidriera de
cristales celestes.
Pepa, con
un hermoso lunar en su seno derecho, lee en un catecismo los sermones del
Vaticano, se ve en sus ojos verdes un manantial de jacintos rojos, y sus labios
implorantes descubren, exóticos, su jardín predilecto. Tiene un chuchito en su
regazo. En un jarrón de alabastro, cuatro rosas níveas exhalan unas mariposas
de alcanfor. En un brasero, furiosos rubíes queman semillas de alhucema, romero y hojas de menta fuerte.
Conchi escribe poemas; tiene una pluma de águila con el cálamo gris, la
moja, una y otra vez, en un tintero violeta que brilla como sus ojos, su
melodía tiene cariátides gigantescas y atlantes de granito, una majestuosa
balaustrada y frontispicio de un ángel esbelto; dragones mitológicos lanzan
rayos, y una hecatombe derriba muros ciclópeos. Conchi, con su
taparrabos parece una Luna con forma de serpiente, blanca y marmórea.
Un reloj de arena de oro acaba de soltar su último grano; es un
reloj de platino con un dios falso esculpido en jade. Caty se da la vuelta y lanza al aire un profundo suspiro. Su boca entreabierta
muestra labios carmesí, y su pelo es tan rubio como el Sol, pero molesta a la
vista. Vestida de seda colorada, borda en un pañuelo blanco un clavel rojo
reventón.
Fefi, vestida de calle,
se entretiene con un solitario, y el as de diamante se refleja en el espejo
granate de sus labios. En sus ojos, la noche oculta unos demonios fantásticos que
cazan un tigre de fuego que baila encima de unas ascuas rojas. Y en el
escenario, toda ella envuelta en armiño. Luna
saluda alzando una mano enguantada en blanco.
Y ahora, el piano suena con más intensidad y todas cantan con más fuerza...
¡¡Añorado seas siempre, cabaré!!
Antonio Chávez López
Sevilla enero 2006