— Buenos
días, señor estanquero.
— Bueno días, señor cliente.
— Deme un sello y un puro.
— Lo siento, yo no doy nada, yo solo vendo.
— ¿Y qué vende?
— De todo un poco.
— Pues deme de todo un poco.
— Lo siento, de todo un poco no tengo.
— ¿Entonces por qué dice que vende de todo un poco?
— Es que hay cosas que no vendo.
— Pero eso se avisa antes.
— ¿De qué tengo que avisarle?
— La verdad es que no lo sé.
— Y si usted no lo sabe, ¿cómo quiere que le avise?
— Tiene usted razón. No me avise.
— De acuerdo. Queda usted no avisado.
— Gracias y buenos días, señor estanquero.
— De nada y buenos días, señor cliente.
— Bueno días, señor cliente.
— Deme un sello y un puro.
— Lo siento, yo no doy nada, yo solo vendo.
— ¿Y qué vende?
— De todo un poco.
— Pues deme de todo un poco.
— Lo siento, de todo un poco no tengo.
— ¿Entonces por qué dice que vende de todo un poco?
— Es que hay cosas que no vendo.
— Pero eso se avisa antes.
— ¿De qué tengo que avisarle?
— La verdad es que no lo sé.
— Y si usted no lo sabe, ¿cómo quiere que le avise?
— Tiene usted razón. No me avise.
— De acuerdo. Queda usted no avisado.
— Gracias y buenos días, señor estanquero.
— De nada y buenos días, señor cliente.