Pesadilla
de dos rombos rojos La puerta de su despacho se abrió súbitamente y él vio a su morenaza y despampanante secretaria completamente
desnuda e inclinada y echada sobre el marco.
- ¡Oh, ¿te has vuelto loca?" ¡¿Qué haces ahí y así?!
- Es que ya no puedo más, jefe, y sé que la razón por la que me contrató fue por mis tetas, mi pelo, mis piernas y mi culo.
- ¡¿Qué dices?!
- No ose usted a negarlo, lo vi en sus ojos la tarde de la entrevista.
- Bueno… la verdad es que destacabas un poco de las otras candidatas, pero yo soy un hombre casado -alzó su mano hasta los ojos de ella, mostrándole el oro en su anular.
- Pero eso a mí no me importa, yo no soy celosa -y, dicho eso, se abalanzó sobre él.
-o-o-o-o-
- ¿Te encuentras bien, amor mío?
Esa tierna pregunta al oído lo despertó; tenía la frente perlada
y una expresión de fastidio.
- Eso creo... -respondió, atolondrado, y después recorrió las cuatro
paredes del cuarto con la mirada.
- ¿Has tenido una pesadilla, amor mío? -le preguntó de nuevo su esposa abrazándolo, y él asintió-. Bueno, no te preocupes, solo fue eso. Tranquilízate, amor mío, yo estoy aquí, contigo. ¿Qué soñaste?
- ¿Soñar...? Ah, ya no lo recuerdo...
- ¿Hay algo que pueda hacer yo para que te sientas mejor?
- ¡¡Sí!! - exclamó con rematado énfasis, tras
sacudirse la cabeza para echar la pesadilla de su mente, y enseguida señaló su
entrepierna con el dedo índice de la mano izquierda.
- ¡¿Quieres que te haga una felación?! -gritó ella de alegría y
a la vez dio un brinco de emoción.
- Pero es que ahora estoy sudoroso y a ti te da asco mi
sudor.
- Pero en este momento me encantaría asquearme un buen rato.
Y sin más,
nerviosa perdida le quitó el pijama y los calzoncillos y, sin pérdida de tiempo, lo inundó de tantas lamidas en la entrepierna que le causaron tal placer que le hizo olvidar su
pesadilla de dos rombos rojos.
Antonio Chávez López
Sevilla marzo 2005
Comentarios
Bueno... a veces se cumplen, pocas, pero se cumplen. Y si no, para eso está de reserva, por si acaso, el recurso de la "Alemanita", "Ale, manita"
No siempre uno tiene la suficiente fuerza de voluntad para ser fiel ante la provocación, ni en sueño. Estas cosas ocurren en la vida real. Si pecar de machista, me atrevo a afirmar que un buen porcentaje de las infidelidades cometidas por el hombre, la culpable es la mujer. En una relación de pareja estable, si ella no trabaja fuera de casa y se acomoda en plan mantenida... mala cosa. Sobran más palabras.