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VALENTINA

Valentina era una niña de unos once o doce años. Tenía el pelo largo y oscuro.  Por lo general lo llevaba suelto, aunque a veces se lo entrelazaba en dos largas trenzas, que enmarcaban por los lados su delgada carita. El color de su piel, al contrario que el de su pelo, era bastante blanco. Sus ojos de color marrón y mirada triste.

Acudía, como todas las niñas de su edad, al colegio cada mañana. Sus compañeras de aula eran otras treinta o cuarenta chiquillas, de su edad aproximada, que componían aquel curso de sexto de primaria, en la España de finales de los años 60.

 Al frente del nutrido grupo de alumnas se encontraba su maestra. Era esta una mujer de avanzada edad, bien entrada en carnes, con una redonda y gruesa cara de luna llena. Sus ojos diminutos y plegados en pequeñas arrugas, miraban a menudo con maldad. No era querida en absoluto por sus alumnas; en general el sentimiento que inspiraba era bastante similar al miedo.

 Tenía por costumbre tomar cada mañana, antes de comenzar el recreo, un café, que consumía sin levantarse de la misma mesa desde la que impartía sus clases. Cuando llegaba ese momento ordenaba a sus alumnas que se acercaran a la cafetería, que estaba al otro lado de la calle, a buscar su colación. No necesitaba repetir el mandato, enseguida dos o tres de sus alumnas predilectas, se levantaban con rapidez, dispuestas a  cumplir sus deseos.

Solía dar sus clases haciendo preguntas sobre el tema a sus alumnas, de forma aleatoria. Cada vez que se dirigía a una de ellas en concreto, llamándola por su nombre, esta tenía que levantarse de su asiento y esperar a que formulase la cuestión, para responder a renglón seguido, si sabía la respuesta. Por lo general las contestaciones eran satisfactorias, y después de interrogar a varias de las niñas, casi siempre acababa por interpelar a Valentina, quien la mayoría de las veces no contestaba a la pregunta, se limitaba a quedarse levantada, mirando en silencio a la maestra, sosteniendo su mirada. Ante el mutismo impenetrable de Valentina, la maestra comenzaba un largo repertorio de insultos hacía a la chiquilla, a quien llamaba ignorante, inútil, torpe y un largo ramillete de epítetos, a cual más denigrante. 

Uno de los días en que había comenzado, al igual que siempre, sus interrogatorios, finalizó, como solía hacerlo, dirigiéndose a Valentina. Esta se levantó, como tenía por costumbre, y como siempre ante la pregunta, dio por toda respuesta su silencio. Sin embargo aquel día la maestra no se contentó con soltar su larga retahíla de insultos. Se levantó del sillón, situado detrás de su mesa, y se dirigió a la pared lateral del aula, donde se encontraba el grande y negro encerado, donde se escribía con tiza blanca. Le dijo a Valentina que se  colocará delante de aquella pizarra, y que escribiera allí la respuesta que no sabía dar con palabras. Valentina se ubicó donde la maestra le dijo, pero su silencio continuaba, y no realizó movimiento, ni señal alguna de querer escribir en el encerado. En ese momento y  ante la horrorizada mirada de las alumnas, la maestra comenzó a golpear con saña a la niña, de tal manera que con cada porrazo que le daba, la cabeza de la chiquilla impactaba contra la pizarra produciendo un tremendo ruido. Con cada uno de aquellos bestiales empellones el corazón de las niñas se encogía, deseaban ayudarla, pero no se sentían capaces. Se acurrucaban cada una en su pupitre queriendo desaparecer, odiando todas a la vez, a aquel ser que parecía tan despreciable en ese momento.

Yo era una de aquellas alumnas. En aquel instante, con nuestra infantil percepción de las cosas, imaginábamos que aquella paliza era el castigo debido por la ignorancia o por la falta de estudio, que en aquel momento había recaído en Valentina, pero que podía tocarnos a cualquiera de las demás, si no estudiábamos o no nos aplicábamos en el aprendizaje lo suficiente, culpa nuestra en definitiva. Sin embargo cada vez que recuerdo esa escena desde mi edad actual, pienso que con cada golpe que daba aquella mujer, lo que hacía en realidad, era descargar su ira y su frustración en la desdichada alumna, por fracasos o infortunios de su propia vida, que nada o muy poco tendrían que ver con aquella niña.

 


Comentarios

  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII

    Sí, desgraciadamente, esa clase de profesorado abundaba en la España de los 60, y en la España de antes también, en las décadas de los 50 y los 40, pero era un profesorado de ambos sexos, maestras y maestros, frustrados, amargados. Y los maltratos físicos y verbales eran terribles. Y esto se agravaba más aún, en cuanto a moral se refiere,  porque no solo se producían en colegios laicos, también en colegios religiosos de curas o monjas.

    Pobre Valentina. Interpreto que su actitud de no responder a las preguntas de aquella vejestorio oronda era una muestra de rebeldía contra su comportamiento hacia ella y sus compañeras.

    Un relato triste, cuyo párrafo final me ha dejado un poco descolocado, al decir en primera persona "yo era una de aquellas alumnas".


     



  • isabel veigaisabel veiga Garcilaso de la Vega XVI
    Qué cruel. Espero que no sea un relato real. Y en aquella época, los padres no te defendían pasara lo que pasara. Pobre niña. Espero que a Valentina le fuese bien en la vida después de algo así.
  • texas dijo:
    Qué cruel. Espero que no sea un relato real. Y en aquella época, los padres no te defendían pasara lo que pasara. Pobre niña. Espero que a Valentina le fuese bien en la vida después de algo así.


     



    cehi dijo:

    Sí, desgraciadamente, esa clase de profesorado abundaba en la España de los 60, y en la España de antes también, en las décadas de los 50 y los 40, pero era un profesorado de ambos sexos, maestras y maestros, frustrados, amargados. Y los maltratos físicos y verbales eran terribles. Y esto se agravaba más aún, en cuanto a moral se refiere,  porque no solo se producían en colegios laicos, también en colegios religiosos de curas o monjas.

    Pobre Valentina. Interpreto que su actitud de no responder a las preguntas de aquella vejestorio oronda era una muestra de rebeldía contra su comportamiento hacia ella y sus compañeras.

    Un relato triste, cuyo párrafo final me ha dejado un poco descolocado, al decir en primera persona "yo era una de aquellas alumnas".


     


    Si, es verdad que es triste, pero la vida es así, se recuerda lo que te impacta tanto lo bueno como lo malo. No todo el profesorado era de ese calibre, yo los tuve muy buenos y con esta solo me toco un curso por fortuna. Lo escribí para una redacción que nos pedía relatos autobiográficos de esos años. No todo van a ser historias bonitas



     

  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII


    Mis primeros años estudiantiles fueron en un colegio religioso, concretamente "Colegio Salesiano de la Santísima Trinidad", de mi ciudad, Sevilla. Allí cursé el Ingreso y los Cuatro cursos de Bachiller Elemental (que sí le llamaban al antiguo Bachillerato), y después hice una Reválida de ése elemental en el "Instituto San Isidoro". Posteriormente, pasé al "Instituto Murillo", en el cual completé el Bachillerato con dos Cursos más y otra Reválida. Seguidamente, me enviaron mis padres a "La Granja Escuela Cortijo de Cuarto", para iniciar mis estudios universitarios de Ingeniero Agrónomo, que los dos últimos Cursos tuve que hacerlos en Madrid, puesto que Sevilla no tenía por aquellos entonces universidad de ingeniería agrónoma (ojo, que hablo de los años 1957/1958). Y con 22 para 23 años, terminé mi carrera, cuya he ejercido durante más de 50 años. Ahora "solo" soy un jubilado más, o un "pureta" :) , como prefieran. Y mi hijo mayor (fallecido hace un año siete meses), si cursó mi misma carrera en su totalidad en la universidad de Sevilla.

    Como verán, a persona abierta y extrovertida me pueden empatar, pero ganar es más complicado. Llevando siempre como escudo la educación y el respeto, hasta las puertas más cerradas, incluso blindadas, se han abierto para mí.

    En el referido Colegio Salesiano, también había "ciertos" curas del mismo lote (recuerdo el nombre de dos que por ética no cito) que se ensañaba con Valentina. Y  diría que más que maltratos físicos y psíquicos; intentos de abusos sexuales. Malos recuerdos, ya superados. Pero me remito literalmente a lo que dice la autora de este hilo (angelescasares); "No todo el profesorado era de ese calibre".

    Saludos afectuosos a las dos damas con las que he tenido el honor de compartir este escrito Valentina.




  • cehi dijo:


    Mis primeros años estudiantiles fueron en un colegio religioso, concretamente "Colegio Salesiano de la Santísima Trinidad", de mi ciudad, Sevilla. Allí cursé el Ingreso y los Cuatro cursos de Bachiller Elemental (que sí le llamaban al antiguo Bachillerato), y después hice una Reválida de ése elemental en el "Instituto San Isidoro". Posteriormente, pasé al "Instituto Murillo", en el cual completé el Bachillerato con dos Cursos más y otra Reválida. Seguidamente, me enviaron mis padres a "La Granja Escuela Cortijo de Cuarto", para iniciar mis estudios universitarios de Ingeniero Agrónomo, que los dos últimos Cursos tuve que hacerlos en Madrid, puesto que Sevilla no tenía por aquellos entonces universidad de ingeniería agrónoma (ojo, que hablo de los años 1957/1958). Y con 22 para 23 años, terminé mi carrera, cuya he ejercido durante más de 50 años. Ahora "solo" soy un jubilado más, o un "pureta" :) , como prefieran. Y mi hijo mayor (fallecido hace un año siete meses), si cursó mi misma carrera en su totalidad en la universidad de Sevilla.

    Como verán, a persona abierta y extrovertida me pueden empatar, pero ganar es más complicado. Llevando siempre como escudo la educación y el respeto, hasta las puertas más cerradas, incluso blindadas, se han abierto para mí.

    En el referido Colegio Salesiano, también había "ciertos" curas del mismo lote (recuerdo el nombre de dos que por ética no cito) que se ensañaba con Valentina. Y  diría que más que maltratos físicos y psíquicos; intentos de abusos sexuales. Malos recuerdos, ya superados. Pero me remito literalmente a lo que dice la autora de este hilo (angelescasares); "No todo el profesorado era de ese calibre".

    Saludos afectuosos a las dos damas con las que he tenido el honor de compartir este escrito Valentina.




    Si, efectivamente el caso de Valentina es solo un ejemplo de los muchos casos que se daban. También digo que yo lo presencié, pero por fortuna a mi no me tocó nada de eso. Alguna pequeña colleja me llevé, con otros profesores, pero justificada.  Saludos  a los dos. El próximo relato que enviaré sera mas amable. 
  • antonio chavezantonio chavez Miguel de Cervantes s.XVII
    cehi dijo:


    Mis primeros años estudiantiles fueron en un colegio religioso, concretamente "Colegio Salesiano de la Santísima Trinidad", de mi ciudad, Sevilla. Allí cursé el Ingreso y los Cuatro cursos de Bachiller Elemental (que sí le llamaban al antiguo Bachillerato), y después hice una Reválida de ése elemental en el "Instituto San Isidoro". Posteriormente, pasé al "Instituto Murillo", en el cual completé el Bachillerato con dos Cursos más y otra Reválida. Seguidamente, me enviaron mis padres a "La Granja Escuela Cortijo de Cuarto", para iniciar mis estudios universitarios de Ingeniero Agrónomo, que los dos últimos Cursos tuve que hacerlos en Madrid, puesto que Sevilla no tenía por aquellos entonces universidad de ingeniería agrónoma (ojo, que hablo de los años 1957/1958). Y con 22 para 23 años, terminé mi carrera, cuya he ejercido durante más de 50 años. Ahora "solo" soy un jubilado más, o un "pureta" :) , como prefieran. Y mi hijo mayor (fallecido hace un año siete meses), si cursó mi misma carrera en su totalidad en la universidad de Sevilla.

    Como verán, a persona abierta y extrovertida me pueden empatar, pero ganar es más complicado. Llevando siempre como escudo la educación y el respeto, hasta las puertas más cerradas, incluso blindadas, se han abierto para mí.

    En el referido Colegio Salesiano, también había "ciertos" curas del mismo lote (recuerdo el nombre de dos que por ética no cito) que se ensañaba con Valentina. Y  diría que más que maltratos físicos y psíquicos; intentos de abusos sexuales. Malos recuerdos, ya superados. Pero me remito literalmente a lo que dice la autora de este hilo (angelescasares); "No todo el profesorado era de ese calibre".

    Saludos afectuosos a las dos damas con las que he tenido el honor de compartir este escrito Valentina.




    Si, efectivamente el caso de Valentina es solo un ejemplo de los muchos casos que se daban. También digo que yo lo presencié, pero por fortuna a mi no me tocó nada de eso. Alguna pequeña colleja me llevé, con otros profesores, pero justificada.  Saludos  a los dos. El próximo relato que enviaré sera mas amable. 

    Eso, eso es lo que, a veces, pasamos por alto todos: la amabilidad. Lo justifico, mal justificado, en nuestro estado de ánimo en cada momento, pero hay rasgos ineludibles que deberían ser inamovibles.

    Más saludos

     :) 


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