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Lazo de Sangre 2

“No sé por qué siempre me está mandando, ya soy grande para obedecer a ciegas como si fuera una chiquilla” dijo María en voz baja procurando que su padre no la escuche. Enojada por el mandado, tomó la bolsa de compras y fue al negocio refunfuñando. Estaba en esa maravillosa edad de 16 años, donde todo parece estar en conflicto con ella.

— Debes obedecer María, muchas veces estar bajo las ordenes de alguien mayor nos enseña sabiduría — dijo la voz en su cabeza.

—  ­ ¿Otra vez tú? — Dijo ella observando que nadie la oyera hablar sola — ¿qué quieres? No te he dicho que no me hables durante el día y ¿Qué sabiduría puedo adquirir comprando pan? —

—  Hay sabiduría en cada detalle de la existencia, mi pequeña, ustedes los seres humanos gastan tanta energía en estar mal.

—  ¿seres humanos? Claro, lo dice una voz en mi cabeza. Eres producto de mi imaginación ¡no tienes que contradecirme!

—  ¿Otra vez hablando sola? — Dijo Pedro el almacenero con un gesto tierno — María, María ¿Qué pasará por esa cabecita? — concluyó.

— Nada don, estaba recordando una canción — respondió la joven avergonzada. Pedro hizo una sonrisa y observó hacia afuera del almacén mientras pasaba un vehículo militar. Cambió la expresión de su rostro y dijo

— Le he dicho a tu padre que no te mande a comprar cuando los verdes andan dando vuelta ¿No puede mover el culo él? digo yo.

— Eso mismo le dije, cuando pasan siempre me miran y me da miedo — dijo la joven poniendo cara de víctima  — encima nos vamos a San Luis a casa de mis tíos, yo no quiero dejar el pueblo —.

Luego de conversar un rato con  Pedro, María salió del negocio llevando la bolsa con el pan y la azúcar. El sol estaba fuerte y un viento solano soplaba del norte levantando tierra “este viento es lo único que no voy a extrañar de este pueblo” pensó esperando la respuesta de la voz.

— Sé que debe ser difícil pequeña, pero es necesario que vayas a esa ¿Cómo le dirían ustedes? ¿Ciudad? Falta poco tiempo para que estés lista para verme.

— ¡es mentira! Ya no te creo. Desde que soy niña te escucho y por poco no termino en el loquero por tu culpa —.

—  presta atención María, toma por la calle de equina a la derecha, luego vuelve hacia la ruta —

— pero por allí es muy largo. Me van  a retar —

— ¡Obedece! hombres guiados por Salomé están acechando y tienen armas —.

María tomó el camino que le indicó la voz. Al volver a la ruta notó que pasaba un camión con militares, se puso nerviosa y le dio miedo “gracias amigo” pensó.

— siempre te protegeré mi niña.

— a veces amigo te siento tan real — concluyó María esperando alguna respuesta de su amigo, pero no, solo silencio en su mente. Casi siempre le pasaba, mantenían una comunicación estable durante un buen rato y luego ¡zas! Silencio repentino. Lo escuchó por primera vez cuando tenía cinco años, era una voz masculina y algo áspera. En su principio le costó discernir cuando la hablaban de adentro y cuando era alguien de afuera, pero con el tiempo y luego de que sus padres la tomaran como si tuviese amigos imaginarios, ella comprendió que debía mantenerlo en secreto. Una vez le preguntó el nombre y por sorpresa, este le respondió que se llamaba Uriel y que sería su protector.
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