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Siempre que existan mujeres hermosa, habrá poesía (I)



Siempre que existan mujeres hermosas, habrá poesía

El deleite en la poesía es un remanso que se agradece. No importa cuán pequeño sea el espacio que consiga, siempre es grato y relevante para el espíritu. Las bellas letras ponen en contacto con lo verdaderamente destacado, para el alma, para el espíritu.

Es por eso, que cuando se publicó “Rimas” la sensación fue grata, pero hizo saber inmediatamente que no era suficiente, de modo que apareció el compromiso de más extensión en la siguiente publicación con más “Rimas” del gran Gustavo Adolfo Bécquer.

Yo sé un himno gigante y extraño

que anuncia en la noche del alma una aurora,

y estas páginas son de este himno

cadencias que el aire dilata en la sombra.

Yo quisiera escribirlo, del hombre

domando el rebelde, mezquino idioma,

con palabras que fuesen a un tiempo

suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar; que no hay cifra

capaz de encerrarlo, y apenas, ¡oh hermosa!

pudiera al oído, contártelo a solas.

 

Saeta que voladora

cruza, arrojada al azar,

sin adivinarse dónde

temblando se clavará;

hoja del árbol seca

arrebata el vendaval,

sin que nadie acierte el surco

donde a caer volverá;

gigante ola que el viento

riza y empuja en el mar,

y rueda y pasa, y no sabe

qué playa buscando va;

luz que en los cercos temblorosos

brilla, próxima a expirar,

ignorándose cuál de ellos

el último brillará;

eso soy yo, que al acaso

cruzo el mundo, sin pensar

de dónde vengo, ni a dónde

mis pasos me llevarán.


Sacudimiento extraño

que agita las ideas,

como huracán que empuja

las olas en tropel;

murmullo que en el alma

se eleva y va creciendo

como volcán que sordo

anuncia que va a arder;

deformes siluetas

de seres imposibles;

paisajes que aparecen

como un través de un tul;

colores que fundiéndose

remedan en el aire

los átomos del Iris

que nadan en la luz

ideas sin palabras

palabras sin sentido;

cadencias que no tienen

ni ritmo ni compás;

memorias y deseos

de cosas que no existen;

accesos de alegría

impulsos de llorar;

actividad nerviosa

que no halla en qué emplearse;

sin rienda que lo guíe

caballo volador;

locura que el espíritu

exalta y enardece

embriaguez divina

del genio creador...

¡Tal es la inspiración!

gigante voz que el caos

ordena en el cerebro,

y entre las sombras hace

la luz aparecer;

brillante rienda de oro

que poderosa enfrena

de la exaltada mente

el volador corcel;

hilo de luz que en hace

lo pensamientos ata;

sol que las nubes rompe

y toca en el cenit;

inteligente mano

que en un collar de perlas

consigue las indóciles

palabras reunir;

armonioso ritmo

que con cadencia y número

las fugitivas notas

encierra en el compás;

cincel que el bloque muerde

la estatua moldeando

y la belleza plástica

añade a la ideal;

atmósfera en que giran

con orden las ideas,

cual átomos que agrupa

recóndita atracción;

raudal en cuyas ondas

su sed la fiebre apaga;

oasis que al espíritu

devuelve con vigor...

¡Tal es nuestra razón!



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