¡Bienvenido/a!

Pareces nuevo por aquí. Si quieres participar, ¡pulsa uno de estos botones!

Relato "El hijo del sepulturero" parte4

–Tienes una lengua ágil, zorra, y sin duda eres valiente –respondió Ash notablemente enojado –. No sé cómo sabes nuestros nombres y lo cierto es que importa más bien poco. Somos soldados del emperador y haremos lo que nos venga en gana. ¿Te crees que vas a acojonarnos? ¿De verdad piensas que porque hayas visto lo que hacemos con esta panda de mendigos muertos vas a suponernos un problema? No es que nadie fuera a creerte si lo susurraras a los oídos adecuados, es que no vas a poder contárselo a nadie con una puta bala en la cabeza. Te follaremos si nos apetece, no veo cómo vas a impedirlo, lo que aún no he decidido es si estarás viva o muerta cuando lo hagamos. Y como me golpees con ese bastón o simplemente me roces con él, te lo voy a meter por el culo hasta que te salga por la puta boca.

–Suficiente, lo he intentado. Son tuyos –Dijo Viesca, se giró y se alejó de ellos en dirección a la arboleda –. Robert, Málika, si sois tan amables taparos los ojos. Es mejor que no veáis lo que va a suceder.

 

Ninguno de los dos se los tapó, tardaron demasiado en reaccionar.


Los soldados oyeron un gruñido tras ellos, giraron sus cabezas y lo vieron. El montículo ya no se encontraba en el mismo sitio que hacía unos minutos, si no a tres metros de ellos. El musgo que lo cubría vibraba, parecía que cada hebra tuviera vida propia, moviéndose a un lado y al otro como si el viento soplara en un millón de direcciones a la vez. Lentamente comenzó a levantarse, dejando ver las patas de un animal. Al principio les pareció que se hallaba debajo, escondido, más pronto que tarde descubrieron que el montón de tierra formaba parte del animal, de metro y medio de altura, que les enseñaba sus fauces. Parecía un lobo, más cuando se acercó, con paso lento, dibujando un semicírculo en torno a ellos, pudieron ver su verdadera naturaleza. No tenía pelo si no musgo, y su cuerpo parecía formado por tierra y raíces. Era más planta que animal. Su cabeza tenía ciertas similitudes con la de un lobo, al igual que su cuerpo y la forma de moverse, pero carecía de ojos ni espacio para albergarlos; de cada una de sus sienes nacían dos cuernos uno enroscado hacia adelante como el de un carnero, el otro ligeramente curvado hacia atrás y vertical, similar al de una cabra; sus dientes, al igual que los cuernos eran de obsidiana y la baba que brotaba de sus fauces era de un tono verde oscuro. Ash y Tom, tras los breves pero eternos segundos que le llevó creer lo que tenían ante sí (Habían torturado, violado y matado a muchas supuestas brujas, pero era la primera vez que veían algo que podía considerarse brujería) sacaron las pistolas, accionaron el percutor y dispararon a la bestia. Los disparos fueron engullidos por la masa de musgo, tierra y raíces sin frenar lo más mínimo su paso. Inmediatamente, aterrados, con lágrimas de terror en sus ojos, se agacharon a por sus lanzas, ese fue el momento que la bestia aprovecho para saltar hacia Tom, arrancarle la cabeza de un bocado y con un giro de cabeza arrojarla al fuego. A Ash, ya lanza en mano, se le aflojaron los intestinos y la vejiga al ver el cuerpo de su hermano decapitado. La sangre salía a borbotones del cuerpo que se movía espasmódicamente en el suelo, la misma sangre que ahora recorría los dientes de la bestia que lentamente se dirigía hacia él. Le arrojó su lanza, que falló por más de medio metro y se giró para salir corriendo en dirección contraria. La bola de marfil del bastón de Viesca le destrozó la mandíbula antes de que lograra dar el giro completo, tirándolo al suelo, hecho un ovillo, con las manos agarrándose la destrozada cara. Sus gemidos se transformaron en súplicas no pasado demasiado tiempo, pues Viesca le quitó el casco, lo agarró por el pelo y lo arrastró hasta la fosa común, dejando tras de sí un reguero de sangre que se le escapaba entre los dedos. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, haciendo palanca con el bastón lo arrojó al fuego. Las súplicas dejaron paso de inmediato en alaridos de dolor. Al ponerse en pie, completamente en llamas y casi ahogado con su propia sangre, lo recibió de nuevo la bola de marfil, golpeándolo en la sien y devolviéndolo, ya muerto, a la fosa.

El matrimonio no se tapó los ojos en ningún momento, en lugar de ello se giraron apoyando las espaldas contra el árbol en el mismo instante que la bestia arrancó la cabeza al primer soldado. El resto de la escena fueron sonidos cuya imaginación se vio obligada a dar forma. Sonido de huesos rotos. Gemidos. Algo metálico chocando con una roca. Mas gemidos. Fuego crepitando. Alaridos. Mas huesos rotos. Silencio. La voz de Viesca.

 

–Es mejor que te vayas, amigo. Gracias, pero si continuas aquí asustaras a nuestros nuevos amigos. Te los presentaré en mejor ocasión, te lo prometo.


Comentarios

  • Es curioso que Viesca conociera los nombres de Hector y Málika. Veo que es del género fantástico, tras ver el lobo vegetal que aparece. Dicha criatura me ha recordado a bulbasaur (o cualquiera de sus evoluciones) por ser animal-vegetal
Accede o Regístrate para comentar.


Para entrar en contacto con nosotros escríbenos a informa (arroba) forodeliteratura.com