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Un pequeño fragmento de Entre dos mundos.

Buenas noches, aquí os dejo un fragmento de la novela que he escrito, espero que os guste... 


                                                                  ENTRE DOS MUNDOS 

Eladio cruza la puerta de salida del hospital con el bebé y desaparece, tomando rumbo hacia su casa.  
Vive en unas montañas alejadas de cualquier ciudad. Lo único cercano que hay es la cabaña de algún ermitaño que como él busca la tranquilidad de esos parajes.
Su hogar es una construcción de aspecto muy simple, la fachada está pintada de blanco y en la parte delantera solo hay una gran puerta de madera maciza con un llamador en forma de dragón, el interior es igual de sencillo, está compuesto por dos habitaciones, una pequeña cocina y una salita con chimenea que hace las veces de comedor, a pesar del tamaño es acogedora.
En cuanto llega a casa lo primero que hace es preparar un biberón a su nieto, si ha sacado algo de los genes de su madre debe de estar muerto de hambre, y razón no le falta, el bebé engulle la leche. ​A pesar de la tristeza por la pérdida de Melisa, Eladio no puede evitar sonreír viendo a su nieto comer. Después de un segundo biberón, por fin ha conseguido saciar al niño y este duerme plácidamente en su cuna.
El abuelo aprovecha estos instantes para encender una vela y leer la carta.
 
Mi querido Eladio,  
 
Has sido el mejor padre del mundo. Supongo que ya estás con mi hijo en tus manos y sabrás que he fallecido. Perdóname por no haberte contado nada de esto antes, pero no sabía cómo decírtelo. No quería que te sintieras mal, ni que te preocuparas por mí, como habría sido de saber lo que iba a ocurrir, porque eres lo que más quiero en esta vida. Y ahora te entrego mi tesoro más valioso, mi hijo. Eres abuelo Eladio, estoy convencida de que estás contento. Me gustaría que le llamaras Ángel. Pero antes debes saber quién es el padre, porque es diferente a nosotros dos papá. Así que presta atención.
 
Eladio lee esta parte de la carta detenidamente, y con cada línea se sorprende más, como si lo que leyera fuese un sueño.  
Cuando termina, sus ojos se pierden en el horizonte, está estupefacto, su cuerpo permanece inmóvil, petrificado por lo que acaba de saber, de repente se apaga la vela, eso le hace volver a la realidad y la enciende de nuevo guardando la carta en su bolsillo.
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