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La hora del té (relato breve)

alice gataalice gata Anónimo s.XI

La tetera silbó, el anciano apagó el fuego y vertió el agua hirviendo en la taza con la bolsita de té.

El té no te conviene, pero tú mismo —dice ella.

¿Y a tí qué te importa?

No, nada, sólo lo comentaba.

Los médicos sólo saben prohibir.

Se sienta en la mesa, posando la taza con manos temblorosas.

Me quitan el tabaco, el vinito de la noche, el café…¿y ahora el té también es malo? Anda y que se jodan.

Haz lo que te dé la gana, al final yo saldré ganando, hagas lo que hagas—añade ellla, ladeando la cabeza.

Sí, si ya lo sé, qué tunanta eres, lo tienes todo bien pensado ¿verdad? Ahí sentadita, esperando. Todo atado y bien atado. No eres tú lista ni nada.

Yo soy como soy, no es egoísmo, querido, es que no puedo ser de otra forma.

Claro, claro. ¿Y cuando insistías en que no hiciera ni puto caso de los médicos? Que algún cigarrillo de vez en cuando no me vendría mal; que si se me olvidaba el Sintrón tampoco pasaba nada; que los vinitos en el hogar del jubilado me ponían de buen humor, que desayunar huevos con chorizo era lo más sano del mundo… Todo eso me lo decías por mi bien, con la mejor intención del mundo, ¿verdad? Pero qué hija de perra manipuladora estás hecha.

Oye, sin insultar, que ya me estoy cansando. Sólo te aviso. Quiero que disfrutes de la vida y luego descanses. Que seas feliz con esas pequeñas cosas. No me gusta verte tan triste…

Triste… Claro, uno ya no está para tocar las castañuelas. Sin una buena moza con quien pasar las noches, con lo que yo he sido, todo un mujeriego, pero ahora nada de nada. Y encima sin poder probar ninguno de los pocos placeres de esta mierda de vida… Lo que más echo de menos es el cigarrillo mañanero, oye. Qué bien sabía.

Pues hombre, uno no te hará daño. Mira, aquí en el cajón tienes un paquete.

El anciano saca una cajetilla y un mechero y enciende un cigarrillo. Aspira el humo con ansia, como si fuera la primera (o la última) vez que lo hace. Ella le observa complacida.

A la segunda calada, un ataque de tos le deja sin aliento. Siente que se ahoga. Cae al suelo y queda inmóvil.

Ella sonríe con su boca descarnada.




Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    Bueno, morir feliz, no es tan malo, aunque morir ahogado no debe ser nada placentero, pero como decimos por aquí, ya estaba grandecito para saber lo que es bueno y malo B)
  • alice gataalice gata Anónimo s.XI
    Jaja, gracias por tu comentario. Una pregunta, ¿quién crees que era la acompañante del anciano?
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    La huesuda que se contenta con cualquier cosa :)
  • alice gataalice gata Anónimo s.XI
    Exacto, bueno, con cualquier cosa no, jeje, quiere que se muera el anciano para atraparle en sus huesudas manos  :)
  • Acabo de leer el relato, está genial llevado, te mantiene atento hasta un final que me ha parecido fantástico sin duda, con la de la guadaña ahí regodeándose tras un trabajo bien hecho.

  • Me gusta. Corto y ágil. Poco profundo a decir verdad, pero se lee de un tirón sin pensar que es aburrido. Eso ya es un logro. 
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