A este señor le conocí yo en la Universidad. Era un verdadero bon vivant y también hacia sonetis, que no es lo mismo que sonetos. A veces, se cagaba en Dios, cuando no había damas delante. Un día se apostó una docena de carabineros a que Domingo Lastrilla López no le ganaba en eso de torear vaquillas. Ganó Camilo, claro, con una verónica endiablada y luego unos pases de pecho aplaudidos por la grada en una plaza de un pueblo de Toledo donde corrió el vino y el semen hasta las seis de la madrugada. Domingo no pudo hacer nada con la vaquilla pero sí con Inés Poblillo Tuerto, que le gustaba de lejos. Bueno, a Camilo le cayó un tiesto, el típico tiesto en la cabeza. AY que ver. Qué cosas pasan.